Salman Rushdie vuelve a la ficción con la mortalidad en mente

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LA PENÚLTIMA HORA, por Salman Rushdie

La mortalidad ronda la mente de Salman Rushdie. ¿Y quién puede culparlo? Después de haber vivido bajo una fetua iraní durante más de tres décadas, sobrevivió a un caso temprano de COVID-19 solo para ser casi asesinado por un asaltante armado con un cuchillo ante un público en directo en Chautauqua, Nueva York, en 2022.

«Aquel no es país para viejos», escribió WB Yeats sobre Irlanda hace casi un siglo en
Navegando a Bizancio
. Y Estados Unidos lo es aún menos ahora, con el Seguro Social y Medicare en peligro, pero Rushdie, de 78 años, en los últimos años había estado más bien navegando hacia Baltasar, acumulando exesposas bellas cual director de Hollywood. Mientras tanto, las novelas perdían vigor.

Después de
Cuchillo
, sus memorias sobre el atentado, La penúltima hora es una nueva colección de cinco relatos, cortos y medianos (suficientes para tener minicapítulos). Tres son nuevos, dos fueron publicados anteriormente. Es un volumen de ejercicios performativos más forzado que satisfactorio; una caminata sin rumbo; un meneo de muñeca que esparce el contenido de una bolsa sobrecargada de trucos.

El primer relato, «In the South», sobre una amistad entre viejos de temperamentos diferentes, tiene su encanto, pero se siente anticuado, sacado de una publicación en The New Yorker en 2009. El último, «The Old Man in the Piazza», que más que una historia en sí es una defensa de la discusión por la discusión misma, apareció por primera vez en los últimos días del primer gobierno de Donald Trump.

En medio del revoltijo está «Late", una novela corta universitaria mezclada con El sexto sentido, con Cuento de Navidad y con leyenda artúrica.

El profesor universitario honorario SM Arthur despierta muerto a los 61 años. Bien, todos nos hemos preguntado cómo es eso. Aquí se plantea como un verduzco «limbo nebuloso»; semejante al de un recién nacido, como sugiere una estudiante atrapada en el campus durante las vacaciones de invierno a la que el profesor consigue aparecérsele.

Arthur había sido un prodigio literario, un novelista de un solo éxito que se las ingenió para obtener una residencia vitalicia gracias al apoyo de Evelyn Waugh. Sin embargo, a diferencia de Rushdie, que alguna vez se «perdió» y terminó en el despacho de un anciano EM Forster, en Cambridge, este nunca estuvo a la altura de su prometedor comienzo.

Tiene un pleito con el decano, y dejó tras de sí un archivo de secretos y retazos que autoriza a la estudiante a ordenar. Algunos son ideas fugaces, como esta:

«Otra. Tierra del Otro / Tierra en la que uno se vuelve
otro. Patria sin la t. Su opuesto»

Oh, el dolor del cuaderno vaciado, la idea ingeniosa no concretada. Déjame contarte sobre mi musical conceptual del siglo XXI inspirado en EL Doctorow: Tiempo de pantalla. Comienza con una pareja en la cama, con las laptops encendidas y… bueno, olvídalo.

Pero ya que estamos invocando musicales: la vida de un escritor, incluida la enésima trama de plagio de este año, también se plantea en «Oklahoma», el penúltimo relato de la colección. Se trata de un supuesto manuscrito encontrado, inspirado en Kafka y en el cuadro Extracción de la piedra de la locura de Hieronymus Bosch, escrito por un tal MA (abreviatura de Mamouli Ajeeb, que significa «extraño común»).

¡Calvino, Borges, TS Eliot, Lewis Carroll! Las referencias se amontonan y las historias se insertan dentro de otras historias y todo se vuelve imposible de separar, como rebanadas de queso amarillo sin celofán.

El mentor de Ajeeb, a quien él conoce como Tío K, pidió en una ocasión ocho botellas de agua mineral en un restaurante caro y las vació en sus zapatos en un arrebato de envidia-venganza. Se rumorea que dobló cuidadosamente su ropa en una playa y se adentró en el mar en una «desaparición»… pero ¿lo hizo? Mejor ir a sentarse en el pórtico con Tía K para aclararlo y, santo cielo, tiene una escopeta.

«The Musician of Kahani», sobre una pianista prodigiosa nacida a medianoche como los personajes de la obra con la que Rushdie ganó el Premio Booker en 1981, tiene una opulencia similar, y al menos cierta coherencia. Pero también contiene algunos tropiezos, líneas como «Sin embargo, no todo en su jardín era de color de rosa» y «¿Cómo borrarte esa melancolería de la cara?».

«El matrimonio cambia las cosas en una relación», se aventura a decir el narrador sobre la malograda unión de la pianista con un jugador de críquet. «O mejoran o empeoran. Lo que las cosas no hacen es seguir igual».

Nadie lo puede negar.

En un libro que a veces parece más hecho de referencias que de inspiración, la pobre Emily Dickinson vuelve a ser maltratada y citada sin crédito: «El corazón quiere lo que quiere, ¿no es así? Y a veces el corazón encuentra la manera».

El corazón tiene muchas ganas de elogiar esta osada obra tardía de Salman Rushdie: intelecto desbordante, alma generosa, sobreviviente, sibarita, amante del lenguaje (tanto que en «Piazza» lo convierte en todo un personaje, sentado a la mesa). Pero al cerebro le cuesta trabajo encontrar la manera.

Alexandra Jacobs
es crítica literaria del Times y redactora ocasional de reportajes. Se unió al Times en 2010.

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