Samara Joy en el Teatro Coliseo

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Concierto: Samara Joy en el Teatro Coliseo. Músicos: Samara Joy en voz, Connor Rohrer en piano, Paul Sikivie en contrabajo, Evan Sherman en batería, Donavan Austin en trombón, Jason Charos en trompeta, David Mason en saxo alto y flauta traversa y Kendrick McCallister en saxo tenor. Sala: Teatro Coliseo. Nuestra opinión: muy bueno.

“Un día estaba en Nueva York y ahora estoy en Argentina”, dice Samara Joy -25 años, vestido negro, sonrisa amplia y voz descomunal- en uno de sus agradecimientos al público que aplaude con fuerza en el Teatro Coliseo. La fórmula es bien sencilla. Saludos como pequeñas intervenciones entre la timidez y el encanto, presentar los temas y a cantar con el virtuosismo en la punta de la lengua durante una hora y media. Detrás de ella, un septeto de músicos dispuestos como la reducción de una big band: los cuatro vientos en fila, rodeados por detrás por piano, contrabajo y batería. Fueron ellos, de hecho, los encargados de dar comienzo al set con una pequeña intro instrumenal, una especie de swing abreviado.

Una vez en el escenario, Samara Joy saluda por primera vez antes de cantar sus primeras notas. “Estoy muy feliz de estar acá”, fueron sus únicas palabras en español. Y entonces presenta, con un melisma infinito, “Beware My Heart”. Ya desde el título, desde el nombramiento mismo del standard, lanza al aire un recorrido escalístico desde el registro medio hasta el agudo extremo, como si nada, sin que su cuerpo ni sus gestos denoten el más mínimo esfuerzo. Y así continuaría toda la noche, con un derroche de destreza, a veces falto de matices y dosificación, fiel al estilo de las grandes divas del jazz.

“Este tema es un homenaje a uno de los compositores y líderes de banda más grandes de todos los tiempos”, dice antes de dar comienzo a “I Got It Bad”, de Duke Ellington, el gran compositor estadounidense del siglo XX, en el terreno de jazz y por fuera de él también. Los arreglos de David Mason (saxofonista y flautista del grupo) hacen sonar a la formación a sus anchas y con fisonomía de big band en uno de los grandes momentos de la noche, que Samara complementa con todos sus recursos, menos enfocada en el virtuosismo que en las sutilezas de su voz. Más relajada, se pasea por su registro grave sin apuros, deja a la banda brillar en los crescendos y se acopla a la perfección en los momentos más despojados, de swing lento y contrabajo con arco.

“You Stepped out of a Dream”, de Herb Brown, y que Samara incluyó en Portrait, su tercer y más reciente disco de estudio, fue una nueva excusa para agradecer el recibimiento y los aplausos. Entonces un nuevo homenaje a otro de los grandes compositores y pianistas del jazz: Thelonious Monk. El doblete incluye “Worry Later”, con un comienzo a capela que solo es interrumpido cuando con dos fuertes pisotones sobre las tablas indica a su grupo que era momento de sumarse, y “Ugly Beauty”, el tema que Monk incluyó en Underground (1968), aquel disco de portada desafiante y anti nazi.

Connor Rohrer, pianista, toma las riendas del asunto para que el homenaje sea directo, con un solo rítmico, angular y de melodías breves. Para “It’s the Little Things That Means so Much”, Samara vuelve a soltarse a toda velocidad y pasearse a lo largo y ancho de ese registro que parece no tener fin y que la consagró como la gran voz del jazz en el último lustro. La voz limpia, casi sin vibratos, el fluir continuo de sus portamentos y glissandos, todo a la manera de las grandes referentes del estilo, a quienes no se cansa de mencionar como referentes: Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan y, aunque tal vez un poco menos visible como influencia, Billie Holiday.

La muestra más cabal de ese fluir continuo es “Five Stages of Love”, un tema vocal pero sin letra que retrata, según contó la propia Samara, las cinco etapas del amor. Más por la armonía y las intensidades que por los cambios melódicos, el septeto y la propia cantante bajan la velocidad y las estridencias en busca de una entrega que va más por lo evocativo.

Hacia el final, “No More Blues”, de Jobim, y el bis “Aquarius Rising” resuenan como búsquedas frescas que llevan a Samara por otras aguas, no tan enfocadas en la destreza vocal sino por un swing más marcado y con más nervio.

“Espero volver pronto”, dice antes de retirarse con la sonrisa intacta. Habrá que esperar a los siempre impredecibles tiempos del jazz por estas tierras y al crecimiento artístico de Samara Joy hasta que suceda. El primer paso ya fue dado.

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