Santiago Motorizado: del video en el que imagina a Maradona como mujer a su versión viral de “No podrás”, de Cristian Castro

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Desde hace más de dos décadas, Santiago Motorizado lleva una vida artística lo suficientemente intensa como para que alguien pueda siquiera notar su ausencia. Desde la publicación de su álbum debut en 2004, El Mató a un Policía Motorizado, la banda que lo tiene como cantante, bajista y compositor, pasó de renovar la escena independiente a principios de siglo a volverse un fenómeno de proyección internacional con una nada despreciable cantidad de giras por Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. A la par y sin descanso, en 2019 trabajó en la banda de sonido de La muerte no existe y el amor tampoco, de Fernando Salem, y dos años atrás rehizo la música incidental de Okupas, una de sus series favoritas, en su desembarco a Netflix, una experiencia que dio origen al disco Canciones sobre una casa, cuatro amigos y un perro.

Si se tiene en cuenta ese repaso, que su primer disco formal en solitario lleve por título El retorno es una invitación al desconcierto, pero también hace alusión a una cierta justicia tardía a su repertorio. “Me gustaba la idea de hacer un juego irónico, porque no hay ningún regreso. Pero a la vez, hay algo que tiene que ver con estas canciones, que muchas se filtraron en su momento en YouTube y de alguna manera es un poco el retorno a eso, pero desde otro lugar, con las canciones por fin presentadas como yo quería que estén”.

Durante casi una década y media, esas canciones circularon entre su público como una perla oculta, un material casero que pasaba de mano en mano como un código compartido, la puerta de entrada a un repertorio al que no llegaba cualquiera.

Santiago Motorizado lanzó El retorno, su primer álbum solista

El disco muestra una faceta que si bien mantiene algunos puntos de contacto con la banda con la que se hizo conocido, también explora climas y timbres que permiten un mayor intimismo. De ahí que el lugar elegido para su presentación sea un teatro, más precisamente el Gran Rex, el 4 de septiembre, un tipo de sala poco común para su música. “Si bien en Capital hicimos pocos shows así, en otros países hacemos muchos shows en teatros. Al principio renegábamos un poco, pero hay algo del rock en el teatro que me gusta, no sé por qué. Un poco me enternece la energía de los que tienen ganas de bailar, pero están contenidos. Y este disco baja un poco también al pulso de lo que es un show de El Mató; entonces no me parecía mal la idea y continuar probando cosas diferentes”, explica.

–Parte de tu público conoce estas canciones hace mucho tiempo. ¿Por qué decidiste volver a ellas?

–Siempre tuve la idea de grabarlas. Cuando se las mostraba a mis amigos por Messenger, les pasaba esas grabaciones que tenía como ayuda memoria para ver qué les parecía y me daban su devolución. Siempre era como la maqueta de algo que después iba a tener banda y que iba a estar grabado como yo quería. Primero pasó que se filtraron, se generó algo con eso que estuvo muy bueno y después un poco se apagó ese deseo punzante de llevarlo a cabo, medio que ya funcionaba en en un circuito pequeño y empecé a tocarlas en vivo a partir de ese disco pirata. Hasta que un día decidí que las quería hacer bien y empecé a grabarlas en Romaphonic, en 2016. Eso fue en diciembre, y al mes siguiente ya nos estábamos yendo a Estados Unidos a grabar La Síntesis O’Konor. Eso cambió todo: a ese disco le fue muy bien, empezamos a girar más, tuve menos tiempo y fui abandonando esas grabaciones. Y cuando recién tuve un tiempo durante la pandemia, las escuché y no me gustaron.

–¿Qué era lo que les faltaba?

–Las empezamos a grabar igual que a La Síntesis…, pero cuando llegamos a Sonic Ranch (el estudio en Texas donde El Mató a un Policía Motorizado grabó sus últimos tres discos) hicimos otro plan de producción más tipo laboratorio, por partes y nos recopó. Cuando volví y escuché esas grabaciones hechas todos juntos en la sala de repente ya no me gustaban. Descarté todo, hasta que en febrero de 2021 nos pusimos a grabar de nuevo y le sumamos más canciones que había compuesto en el medio. Después volvimos a tocar con El Mató y tuvimos el año más intenso, porque como no tocamos en pandemia llegamos a hacer 90 shows en 2022. Era un delirio, y en el medio empezamos a grabar otro disco nuevo y empecé a postergar estas grabaciones hasta que pudimos hacernos unos huecos e ir a Sonic Ranch a terminarlo.

–Ya es “el estudio” de ustedes, ¿no?

–Nos gusta ir porque está en el medio de la nada, entonces tiene esa particularidad de poder estar encerrado sin distracciones, enfocado y con el estudio a disposición las 24 horas. Te obliga a estar trabajando cien por ciento y se da una cosa muy creativa, muy potente. Estás enfocado en eso, va fluyendo y lo terminás porque tenés todo a tu disposición. Tenés toda la instrumentación posible y lo podés mezclar allá y te volvés con el disco terminado.

Santiago Motorizado salió a la calle a promocionar y cantar

–Algunas de estas canciones sobrevolaron el universo de El Mató, ¿Qué hizo que no anidaran ahí?

–“No me trates mal” es una balada que la intentamos grabar en las sesiones de La Dinastía Scorpio, que es un disco que tiene una vibra más acelerada, más ruidosa, un poco más punk. Y esta rompía con eso, pero me gustaba ese juego, me hacía acordar un poco al debut de Foo Fighters que a mí me encanta, que tiene “Big Me”, que no tiene nada que ver con el disco. Probamos grabarla, pero la fuimos abandonando. A “La revolución” la empezamos a probar en Súper terror. Tiene una vibra muy El Mató, pero lo que terminó de sacarla de ahí es que tiene un humor que va muy con el concepto general de este disco solista. Cuando hice estas canciones, la gran diferencia era que El Mató era muy ruidoso, muy punk, y yo hacía algo acústico que no entraba ahí. Después, El Mató fue ampliando su espectro y empezó a tener puntos de contacto con este otro universo, que a su vez empezó a sumar instrumentos y formato de banda, pero lo seguía diferenciando mucho eso. El humor, la ironía y el juego que suceden acá no suceden tanto en El Mató. Y cuando compongo siempre pienso en eso, en que esas canciones tienen que interpelar a toda la banda, que la sientan como propia, por más que la escriba yo y hable de algo muy íntimo.

–¿Sentís la necesidad de marcar el quiebre de si algo va para un lado o para el otro?

–Totalmente, y es la diferencia más grande. La forma, el lenguaje, la estética y el concepto nos tienen que representar a todos, y a la hora de terminarla todos la tienen que sentir propia y defenderla. Acá no, me corro de esa idea y hago lo que se me canta y termino en lugares más de humor. Me sale solo, tampoco está muy pensado. Me sale así y hago payasadas. Como ahora tengo el pelo rubio, me permito otras cosas. Igual me gusta aclarar que no es que estoy liberado, como si fuese una cosa mala.

–A propósito de tu pelo rubio, que es el look del video de “La revolución”, ¿de dónde salió la idea de contar la historia de Maradona en el 94 como si hubiera sido mujer?

–Ese fue el momento en que yo me enamoré de Maradona, cuando volvió a la selección a rescatarnos. Veníamos de la tragedia de perder 5-0 con Colombia, lo cual era aún más grave porque veníamos de ganar dos copas América y de pensar que podíamos vivir sin él. Estábamos muy arriba diciendo: “Bueno, es el pasado, ya está”, hasta que ocurrió la tragedia máxima que fue la excusa perfecta para que venga el héroe a salvarnos. Fue el momento en que me enamoré del fútbol, y cuando volvió Maradona y empezó a entrenar era todo muy cinematográfico, parecía Rocky. Era una cosa espectacular, nos recontra cebamos todos, y eso también terminó en tragedia, cuando lo llevaron al doping. Era una idea que tenía hace mucho tiempo y me pareció que encajaba con la canción, con la idea de revolución y de llamar la atención del ser amado. Porque aparte de por Claudia, para Maradona era todo ser amado por el país. Seguramente era un peso para él representar al país, pero cuando no lo hacía también era un peso, sentía que tenía que estar en el centro de la atención salvándonos. Entonces la idea de la canción es la de hacer todo eso grandioso por el ser amado. Y lo que más me gusta del remate es que cuando consigue por fin la atención de su ser amado, está camino a ese final.

–En el último tiempo colaboraste con Dillom, Lara91K y Juana Rozas, que si bien no son necesariamente de otra generación, te ven como un “hermano mayor”. ¿Cómo te sentís en ese lugar?

–Me encanta. Nunca me lo creo eso, pero me lo dicen y no me queda otra que intentar creerlo, y me copa cuando sucede con artistas que a priori los veo como lejanos a mi universo. Los Mujer Cebra me dicen que me tienen como referente y que se inspiraron mucho en El Mató y también me cuesta creerlo, pero después los escucho y encuentro algún punto de contacto. Después pasa que viene alguien como Lara, Juana o como Blair, que me cuentan que son muy fans de El Mató y se saben las letras mejor que yo y eso me llena de amor. Es lo máximo de alegría que puedo sentir, son artistas que son increíbles y poder colaborar con ellos fue espectacular. Es algo que me guardo para siempre: que lo que hiciste más o menos generó una inspiración o algo positivo es un premio increíble.

Cristian Castro y Santiago Motorizado en la grabación de ¡FA!, el ciclo de Mex Urtizberea

–En este tiempo también se dio una colaboración inesperada que te hizo llegar a otros públicos que fue tu versión de “No podrás”, de Cristian Castro, en Fa! ¿Cómo se dio toda esa escena?

–Mex (Urtizberea) me venía invitando y yo me hacía el boludo. No me gustan las cámaras, me daba vergüenza, hasta que un día acepté ir. Me propuso hacer “Vasos vacíos”, porque la temática del programa era el vino, y a último momento me agarró pánico y no fui. Él me siguió escribiendo, hasta que acepté ir un día en el que la temática era Internet, algo muy amplio. Justo iba Julio Leiva, que me había hecho una entrevista para Caja Negra, donde hablamos de las cosas que la gente no esperaría que me gustasen, y mencioné ese video de Cristian Castro, que es un delirio lleno de colores y cosas raras. Hablando con Mex, le conté eso y me sugirió cantarla, así que fui y sin ensayarla la hicimos de una sola vez. Ni me fijé cómo había quedado, para mí había sido un momento gracioso y chau, y no me esperé jamás todo lo que generó. Se fue totalmente de las manos, incluso al canal de YouTube le cambió la dinámica, empezó a tener muchas más visitas así que me aman. Todo gracias a Cristian Castro.

–En su momento, Súper terror fue un disco algo premonitorio de los tiempos que se venían. Después de un disco con un mensaje tan marcado, ¿cómo se siente salir con estas canciones que no hablan necesariamente con su época?

–Lo pensé un poco, porque son canciones que vengo intentando grabar hace mucho tiempo. Me preguntaba cómo funcionaban con el presente porque era otra realidad, yo era otra persona y las escribí pensando en otra cosa. Para mí al final funcionan todas. “Google Maps” encajaba perfecto en este mundo, no la pensé tan así cuando la compuse, pero en este mundo donde estamos todo el día con el celular, donde buscamos que ChatGPT nos explique el sentido de la existencia de repente aparece como actual. En Súper terror también hablo un poco de eso más desde la bronca, de cómo la tecnología nos interpela tan profundamente y nos cambia nuestros hábitos y nos lleva a esta realidad que está muy dominada por ese lenguaje del odio y del like, y llegamos a este presidente que está muy atravesado por esa lógica binaria. Lo mismo pasa con “La revolución”, la compuse desde otro lugar, pero trae a Maradona desde otra dimensión que sigue siendo presente, como cuando habla de los jubilados, que pasó hace 30 años y sigue siendo actual. Cada canción empieza a tener su lugar, a la vez me gusta esto de interpretar la realidad con humor y con la ternura que tienen estas canciones en un mundo que está dominado por la crueldad.

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