Ana conoció a Tomás cuando ella tenía 12 años y él 17. La diferencia de edad era notoria y la escolar aún más: él en quinto año del colegio y ella en séptimo grado, pero todo llega en su momento justo, solo había que tener paciencia y confianza
“Cuando llegues a quinto te invito a tomar algo”
Se conocieron en el 2001 porque él trabajaba en el cyber de la otra cuadra de la casa de ella. Tomás sabía que era fachero y tenía mucha labia para conquistar a cuanta mujer entrara en el locutorio. A Ana le gustaba pero no dejaba de parecerle un “pibe muy grande y muy canchero, así que era todo muy inocente”, admite.
Él le pidió su número de ICQ y charlaban por ahí. En el medio ICQ dejó de existir para dar el paso al MSN, se agregaron y siguieron.
Cuando Ana cumplió 15 años Tomás se quiso autoinvitar a la fiesta pero ella no le dio lugar. Entonces él retrucó: “no te preocupes, cuando llegues a quinto año te voy a invitar a tomar algo, acordate”, le dijo en pose de “langa”.
“Lo ghosteé”
En abril del 2006 Tomás cumplió su promesa: la invitó a tomar algo, fueron a plaza serrano, hablaron, caminaron mucho y se dieron muchos besos. Después continuaron saliendo, él la buscaba a la salida del colegio, salían a la noche y ella faltaba a la clase de gimnasia para verlo.
“Muy divertido todo pero en una me invitó al cine y sentí que todo se estaba poniendo muy serio y le dije que no. Desaparecí, no le respondí más, básicamente lo ghosteé”, admite Ana. Es que estaba en su último año escolar, se acercaba el viaje de egresados a Bariloche, la fiesta de fin de curso y no quería saber nada con vivir aquello teniendo una relación seria. Así que se le ocurrió cambiar su recorrido habitual para evitar cruzárselo. Pero un año más tarde, algunas cosas cambiarían.
“Perdí la oportunidad con el cyber boy, va a ser papá”
Era el 2007 cuando Ana fue a sacar fotocopias al cyber y se encontró con Tomás, su madre y una mujer, que claramente era su novia, embarazada y hablando de cunas y cochecitos. Ante aquella situación Tomás y Ana actuaron como dos desconocidos, pero Ana salió de allí devastada y mandó un mensaje a sus amigas: “perdí la oportunidad con el cyber boy, va a ser papá”
El tiempo pasó, Ana se quedó arrepentida por haberlo dejado ir en quinto año pero ya no podía hacer nada. Siguió con su vida, empezó la facultad, se enamoró y mantuvo una relación de varios meses.
En Agosto de 2008 Tomás, que la había bloqueado, le volvió a aparecer en su MSN, comenzaron a chatear durante veinte días, él le contó que se había separado de la madre de su hijo y decidieron verse. “No estaba esperando volver a verlo, no estaba enganchada, no moría de amor por él ni nada por el estilo”, explica Ana de aquel mensaje que la tomó por sorpresa.
El amor volvió a surgir, seguía allí intacto aunque ellos no lo supieran. Comenzaron a verse más seguido dejando las cosas en claro: Tomás no quería nada serio, no quería tener más hijos ni casarse. Ana, con sus 19 años, aceptó las condiciones, se planteó que sería un tiempo para divertirse y pasarla bien juntos, y que el día que ella quisiera formalizar buscaría en otro hombre lo que Tomás no estaba dispuesto a dar.
“¿Para dónde va esto?”
Se veían los días de semana y los fines de semana Tomás cumplía con su rol de padre un día y al otro día salía con sus amigos, Ana no tenía espacio en aquella ecuación. “Fue todo muy natural, pero en un momento él seguía en la joda y yo me estaba enganchando y fue ¿qué onda? ¿para dónde va esto?, él no quería nada serio y en algún momento todo fue decantando”, recuerda Ana. Ella se dio cuenta de que esta situación empezaba a molestarle, que ya no estaba tan tranquila con la decisión de no querer nada serio.
Pasado unos cuantos meses se lo planteó, él aceptó y empezaron a verse también los fines de semana. Estuvieron un año saliendo sin ningún título, pero Ana ya estaba enamorada y quería saber qué era esta relación que tenía. Al cumplir un año, en el mes de agosto, su hermana se casaba y Ana aprovechó la oportunidad para invitar a varios amigos y a Tomás que aquel día conoció a toda su familia y con algunas copas extras le preguntó a Ana si quería ser su novia.
“Quedate tranquila, va a estar todo bien”
En su quinto aniversario de novios, en el año 2013, Tomás la invitó a cenar a un restaurante. Comieron, charlaron y celebraron como cualquier otro aniversario. Ana no sabía que aquel restaurante pertenecía a un hotel boutique en el que Tomás tenía una habitación reservada para los dos. Al terminar la cena la invitó al hotel, al entrar en la habitación Ana se encontró con un gran ramo de flores, un corazón de bombones que al abrirlo contenía un cartel de chocolate escrito que preguntaba: “¿Te querés casar conmigo?”.
Entre risas, nervios y emoción Ana aceptó. El último tiempo él venía imaginando el día del casamiento, los planes que harían, donde vivirían, ella lo escuchaba con atención pero no preguntaba mucho. Tomás siempre le había dicho que no iba a llevar anillo hasta el día del “Sí, quiero”, como gran cumplidor de su palabra no hubo anillo durante la propuesta.
Al volver a su casa Ana, que estaba haciendo home office, le contó a su mamá. Tomás en cambio se fue para su trabajo y al llegar se enteró de que lo echaban del trabajo. La llamó a Ana que, angustiada, no podía entender como podía ser que en el momento en que estaban empezando a planificar su vida juntos él se quedara desempleado. “Quedate tranquila, va a estar todo bien”, la calmó Tomás. Dos días después tenía trabajo nuevo.
Se casaron y al año tuvieron a su primera hija. Tres años después llegó una segunda hija y, lamentablemente, también llegó la pandemia: “Nos movió la estantería entera, al borde de la separación, meses durmiendo en cuartos separados porque no nos aguantábamos más. Falleció mi papá y Tomás fue mi sostén en todo momento, bancando sin chistar que estuviera fuera todo el día visitándolo y él trabajando con dos nenas chiquitas todo el día. Sobrevivimos, nos hicimos más fuertes y armamos un mejor equipo”, asegura Ana. Un equipo que se agrandó cuando nació su tercer hijo.
“Este año festejamos los 10 de casados. Nuestra historia no es única ni ideal, pero es nuestra”, concluye Ana emocionada.