Amy Lynn Bradley tenía 23 años cuando embarcó junto a su familia, el 21 de marzo de 1998, a bordo del “Rhapsody of the Seas”, un crucero inmenso de la línea Royal Caribbean que zarpó desde San Juan, Puerto Rico. Planeaba visitar Aruba, Curaçao, St. Marteen y St. Thomas. Sin embargo, sucedió lo impensable: la joven estadounidense desapareció cuando el barco navegaba por el Caribe.
Universitaria modelo
El crucero, de siete días, sería la experiencia de su vida. Amy acababa de graduarse, tenía un departamento nuevo, había adoptado un bulldog francés y pronto comenzaría en un nuevo trabajo. El viaje familiar sería un punto de inflexión antes de comenzar formalmente su vida adulta. Sus padres -los agentes de seguros Ron e Iva Bradley- se ganaron los pasajes en su trabajo y lograron incluir sus dos hijos en el plan. La familia compartía una misma habitación a bordo.
Amy, de 23 años, y Brad, de 21, disfrutaron de las fiestas y de salir a recorrer el crucero que les parecía inmenso. “Pasamos todos los días juntos”, comentó Brad. Amy llevó su cámara y tomaba fotos para un concurso de fotografía.
La noche del 23 de marzo, el crucero acababa de dejar Oranjestad, Aruba. Mientras planeaban lo que harían en la próxima parada, en Curaçao, los hermanos Bradley disfrutaron de la cena en la “noche formal” junto a sus padres. Luego regresaron a su camarote, se cambiaron y se dirigieron a la disco Mardi Grass donde había una fiesta. “Fuimos porque era el único lugar que estaba abierto, todavía no queríamos acostarnos. Nos tomamos unos tragos, escuchamos música… la estábamos pasando bien”, contó Brad. Dicen que Amy se divertía aclarándoles a todos que “él no es mi novio, es mi hermano menor”, que parecía estar muy feliz y que se quedó bailando hasta la madrugada.
Bradley se retiró primero, por que al día siguiente debían madrugar. A la distancia y mediante señas, desde lados opuestos de la disco, le dijo a su hermana “Te amo” y se fue a dormir. El sistema de seguridad de las puertas señaló que ingresó a la habitación familiar a las 3:35 de la mañana.
Mientras Brad estaba en la cubierta superior, tomando aire, Amy Lynn se quedó en la pista bailando. Luego se supo que estuvo acompañada por miembros de Blue Orchid, la banda musical del crucero. Las cámaras de video la muestran vistiendo una remera blanca y jeans, bailando animadamente con el bajista Alister Douglas, conocido como “Yellow”, por su pelo rapado y decolorado. Se quedó allí hasta la madrugada.
Douglas declaró que se separaron a la 1 de mañana, que él dirigió hacia los ascensores de servicio y que ella encaró hacia otro lado. El bajista aseguró que no llegó a ver hacia a dónde. El sistema computarizado de las puertas marcó que Amy Lynn regresó al camarote familiar minutos detrás de su hermano.
“Mis padres dormían. Yo me salí al balcón y, minutos después Amy volvió a la habitación”, recordó Brad. Eran las 3:40. Mientras bebían unos tragos en el balcón, hablaron: “Estábamos alegres, no borrachos. Ella me contó que alguien con quien había estado hablando durante la noche se le insinuó físicamente. Me dijo que era el bajista de la banda. No le dio mucha importancia. Fue algo que mencionó y ya”, detalló Brad.
Como debían levantarse muy temprano, se fueron a dormir. Recuerda Brad: “Ella me dijo ‘no me siento muy bien, voy a quedarme aquí para tomar aire fresco’”. Allí, en el balcón, fue la última vez que vio a su Amy Lynn.
Desaparición en el Caribe
El padre, Ron Bradley, dijo que se despertó entre las 5:15 y las 5:30 para verificar cómo estaban sus hijos. Tras la cena, él y su mujer se retiraron a dormir y dejaron que los jóvenes disfrutaran la noche. El padre explicó que, cuando despertó, la puerta del camarote estaba cerrada. “Brad ya había entrado, estaba en la cama. Pero no vi a Amy ahí… Enseguida vi sus piernas y sus pies en un camastro del balcón y pensé: ‘Bueno, está bien’. Pero, unos diez minutos después, antes de las seis o a las seis, algo me despertó de nuevo. No se qué fue. Cuando abrí los ojos, volví a mirar y Amy ya no estaba”, explicó en La desaparición de Amy Bradley, la miniserie documental que refleja el caso y está entre las más vistas de Netflix a nivel mundial.
La camisa que Amy había usado estaba apoyada en la silla de la habitación. Los cigarrillos, que siempre llevaba consigo, no estaban ahí. Ron vio que su mujer e hijo seguían dormidos y, sin despertarlos, decidió salir a buscar a su hija. Pensó que quizá había subido a cubierta a hacer fotos…
“Me fui de la habitación e intenté encontrarla. Cuando no conseguí dar con ella, ya no supe qué pensar. No era propio de Amy marcharse y no decirnos a dónde iba”, declaró Ron. Preocupado, a las 6:30 alertó a su familia: Amy había desaparecido. Pero, ¿cómo era posible, si estaban en un crucero en aguas abiertas?
Dicen que en una desaparición los primeros momentos son vitales. Solo pasaron treinta minutos entre que Ron la vio dormir hasta que se dio cuenta de que ya no estaba. Los Bradley recorrieron las zonas públicas del barco, la buscaron sin éxito. El barco tenía 10 cubiertas y 300 metros de largo. Pidieron ayuda. “Les expliqué que no íbamos a poner una alerta de voz a las siete de la mañana”, explicó Brent Hunter, el guest relations manager del crucero. Nada debía alterar el clima de vacaciones…
El “Rhapsody of the Seas” llegó a Curaçao, donde los pasajeros podrían bajar y recorrer la isla. Pero los Bradley alertaron a las autoridades del crucero y les rogaron que mantuvieran al barco alejado de tierra firme hasta encontrarla. Temían que un posible secuestrador se llevase a su hija.
“No dejen que nadie baje de este bote. Alguien tiene a mi hija”, rogó Ron Bradley. Pero la respuesta los dejó helados. “No íbamos a parar el crucero por una joven desaparecida”, explica Hunter en la serie documental.
A bordo del crucero viajaban 2000 pasajeros, además de la tripulación que sumaba otras 400 personas. Prácticamente todos desembarcaron temprano en Curaçao para disfrutar su día en el destino caribeño. Nadie parecía estar preocupado por Amy más que su familia. Recién a las 7.50 personal del crucero comenzó a llamar por altavoces tímidamente a Amy solicitándole que se acercara a la recepción. Nadie usó la palabra desaparición.
“A las 9, como su familia no la encontró, decidimos hacer una búsqueda”, explicó el capitán. La tripulación recorrió el barco y revisó cada camarote. “No la encontramos, solo desapareció. Todos, o al menos los empleados, daban por hecho que había saltado o se había caído por la borda”, concluyó el capitán.
Alertada, la Guardia Costera de las Antillas neerlandesas rastreó a la joven durante cuatro días. Esperaban encontrar su cuerpo en el mar. Pero, sin rastros, las autoridades suspendieron la búsqueda el 27 de marzo. Amy Lynn Bradley se había esfumado.
¿Qué pasó con Amy Lynn Bradley?
¿Cómo pudo esfumarse una mujer en medio de un crucero? En aguas internacionales se barajaron distintas posibilidades, entre ellas, una caída accidental por la borda. Pero la baranda del balcón era muy alta para ella. Los investigadores dijeron que no había evidencia que apoyase esta teoría. Y destacaron que Amy Lynn era una excelente nadadora, que había trabajado como salvavidas. Nunca se encontró el cadáver.
Evaluaron todas las posibilidades, incluso las más insólitas. Pensaron que, quizá, Amy había quedado en verse con un vecino de camarote e intentó saltar de un balcón al otro balcón… Pero la idea fue desestimada ante la falta de pruebas.
¿Intento de suicidio?
Se plantearon todos los escenarios posibles. Revisaron sus pertenencias y encontraron todo en orden. Solo faltaban el encendedor, los cigarrillos y un par de sandalias. El otro par que había llevado estaba afuera, en el balcón. Pensaron entonces en la posibilidad de un suicidio, pero el crucero había sido una suerte de celebración familiar por el buen momento de la joven, que se había recibido de la universidad, tenía un nuevo trabajo como consultora en computación y esperaba estrenar casa en Chesterfield, Virginia, a su vuelta.
EL FBI tampoco pudo hacer mucho con “la escena del crimen” o, mejor dicho, “de la desaparición”. Para cuando los agentes federales lograron embarcar, el camarote de los Bradley había sido totalmente limpiado y ordenado.
Solo quedaba una opción, ¿secuestro?
Sospechas a bordo
Si Amy desapareció en altamar, quienes se la llevaron debieron necesitar ayuda. Las miradas apuntaron hacia la tripulación del barco, que durante horas se negó a revisar el “Rhapsody of the Seas” y permitió que los pasajeros desembarcasen. Por entonces, la autoridad a bordo era el director de cruceros Kirk Detweiler. Dijo que, en todo momento, puso el foco en no generar alarma entre los pasajeros.
De vuelta en Virginia, Iva Bradley declaró que mientras estaban embarcados todos en la familia notaron que el personal del crucero le prestaba “gran atención” a su hija. Dijo que Amy era una joven atlética, con ojos verdes, que habría sido “un trofeo” para cualquiera.
En el mismo sentido, Ron dijo que escuchó a un camarero susurrarle a su hija “nosotros querríamos sacarte a pasear”. Aunque aclaró que nunca supo a quienes se refería con ese “nosotros”. Incluso declaró que a Amy le tomaron fotos durante “la noche formal” pero esas imágenes nunca aparecieron en la tienda del fotógrafo del crucero.
La hipótesis viró hacia secuestro y trata de blancas. Ron y Brad volvieron a Curaçao para colaborar con la investigación internacional. Al mismo tiempo, aparecieron testigos que vieron a Amy junto a Yellow entrada la madrugada. Sin embargo, esa pista no llevó a ninguna conclusión.
La pista de la trata de blancas
El FBI ofreció una recompensa de 50.000 dólares a cambio de información que ayudara a encontrar a la joven norteamericana. Su familia aún hoy, 27 años después, ofrece una recompensa de 250.000 dólares para quien devuelva a Amy Lynn sana y salva. En estos años hubo varios “avistamientos” de Amy Lynn Bradley en Curaçao.
En agosto de 1998, a cinco meses de su desaparición, David Carmichael un turista canadiense, aseguró haber visto una mujer parecida a Amy en una playa local. Dijo que ella intentó llamar su atención, aun a pesar de estar bajo la vigilancia de dos “cuidadores”. El turista no sabía del caso y aun así describió tatuajes idénticos a los que Bradley llevaba: un demonio de Tasmania jugando al básquet, un sol en su espalda y un símbolo chino en el tobillo derecho.
En enero de 1999, un miembro de la Marina la vio en un burdel de la isla caribeña. Contó que la mujer dijo llamarse “Amy Bradley” y le había rogado que la ayudara porque la retenían en contra de su voluntad. El marine no reportó el encuentro entonces por miedo a meterse en problemas. Recién se sintió libre de hacerlo en 2001 cuando vio la foto de Amy en una revista. Para cuando se acercaron a averiguar, el burdel había sido incendiado en circunstancias inciertas.
La chica del burdel
Los Bradley estaban desesperados cuando, en 1999, apareció Frank Jones, una persona que dijo ser exoficial de la Marina de los Estados Unidos. Aseguró que Amy estaba detenida en un complejo de viviendas y que, si lo contrataban, podría traerla de vuelta a casa. La familia le creyó y le dio 210 mil dólares para cubrir los gastos de la operación. Se trató de un fraude. En 2002, Frank Jones fue sentenciado a cinco años de cárcel.
Tras años de incertidumbre y de recorrer distintos programas de televisión en busca de nuevas pistas, en 2005 la familia recibió por mail una serie de fotos donde se veía a una mujer con un sorprendente parecido con Amy Lynn. Lucía lencería y se la veía acostada en una cama con gesto angustiado. Se hacía llamar “Jas”. El dato provino de una organización que se ocupa de posibles víctimas de trata sexual que rastrea en sitios web para adultos. En el FBI hicieron comparaciones fotográficas de cómo se vería Amy Lynn, todo apuntaba a que estaría viva y en manos de una red de trata de blancas.
Ese mismo año, una testigo llamada Judy Maurer dijo haberse cruzado con Amy en un baño de un shopping en Barbados. Aseguró que estaba custodiada y amenazada por tres hombres que la esperaban afuera. Dijo que hablaron, que llegó a decirle que se llamaba “Amy” y que era de Virginia. Maurer asegura que la mujer le dijo que estaba ansiosa por encontrarse “con ellos”. Pero no le precisó a quiénes se refería.
A partir de este testimonio, la familia empezó a creer que Amy estaba viva en algún lugar y que quizá habría tenido hijos. Y que, quienes la tenían cautiva, la estuvieran amenazando con hacerles daño a ellos o a sus pequeños. Maurer colaboró con la realización de identikits de la mujer y de los tres sujetos, pero nadie los reconoció. Desde entonces los Bradley están sin pistas.
En 2010, restos de una mandíbula humana aparecieron en una playa de Aruba. Los exámenes de ADN determinaron que se trataba de una persona caucásica, pero nunca se comparó con el de los Bradley.
En 2017, la hija de Alistar Douglas (el bajista “Yellow”) se acercó a la familia para colaborar con ellos.
A pesar de las pistas y la posibilidad de que Amy Lynn Bradley esté viva en alguna parte, fue declarada legalmente muerta el 24 de marzo de 2010, cuando se cumplieron 12 años de su desaparición. Hoy, el documental de Netflix pone en vigencia el caso a la espera de alguna novedad. Sus padres y su hermano mantienen la búsqueda. “Todos sentimos que está ahí en algún lugar”.