Con el Rosh Hashaná (año nuevo hebreo), que se festejará desde el lunes por la noche, comienza el período de las llamadas Altas Fiestas Judías, cuyo punto culminante tendrá lugar el jueves 2 de octubre, con el Iom Kipur (Día del Perdón). De acuerdo con la tradición judía, el mundo fue creado en esta época del año y la primera pareja humana nació justamente este mismo día. En síntesis, se podría decir que esta festividad, que surgió hace casi tres milenios, sería una especie de gran cumpleaños del universo.
En estas celebraciones se valoran especialmente tres comportamientos, que en fonética española comienzan con la letra “t”: tefilá, teshuvá y tzedaká. Tefilá es la oración intensiva a Dios; el principio de teshuvá, que significa “retorno” o “arrepentimiento”, afirma que todos podemos mejorar y corregir nuestros errores, y tzedaká es el compromiso con los más necesitados, sembrando justicia social. Estos dos últimos mandamientos tienen un carácter universal.
Las Altas Fiestas Judías están relacionadas con la idea del juicio divino y representan la época ideal para realizar un balance del mayor capital que tiene cada ser humano: la vida. Implican un mensaje de renacimiento, perdón y responsabilidad individual y social. Escribió Jorge Luis Borges respecto del misterio del tiempo: “…no hay otro enigma que el tiempo, esa infinita urdimbre del ayer, del hoy, del porvenir, del siempre y del nunca” (El libro de arena).
El tiempo es la materia más escasa y más vital. Cada minuto que vivimos es único e irrepetible. Esta festividad es un buen momento para volver a reflexionar sobre el sentido de la existencia, un tiempo para repensar “el tiempo”. En cada nuevo año se pretende que renazca un ser humano renovado, con esperanzas para el futuro.
Habitualmente olvidamos cuánta gratitud les debemos a nuestros padres, a nuestros maestros, a nuestra familia y a tantos otros. No podemos vivir la vida de otra forma que no sea agradeciendo todo lo que somos y todo lo que poseemos. Como señala el Eclesiastés (27:19): “Así como el agua refleja la cara, así el ser humano se mira en el corazón de su prójimo”. Justamente esta es una época para expresar la gratitud hacia nuestros semejantes y perdonar los agravios.
El judaísmo convirtió la memoria en un mandato religioso, a través de rituales, símbolos e historias. El día del año nuevo judío se escucha en las sinagogas un instrumento antiquísimo llamado shofar, elaborado con un cuerno de carnero. Su sonido desgarrador tiene como fin levantarnos del letargo. Es una especie de oración sin palabras, “como un mugido sobrehumano que sobrecoge a los corazones”, en las palabras de Rafael Cansinos Assens (uno de los maestros de Borges). Un sonido que nos interpela.
¿Cómo se festeja hoy el Rosh Hashaná? Son días de regocijo y a la vez de reflexión, de recordación y de juicio, en los que predomina un sabor agridulce. Además de las oraciones en la sinagoga, este año centradas en un ruego por la paz en Medio Oriente, en la mesa familiar se come pan redondo untado con azúcar y manzana con miel, para “endulzar la vida”, en el año que se inicia. Es el modo de desear: “¡Que sea un buen año, pleno de dulzura!”. El año nuevo hebreo nos pide que seamos arquitectos del tiempo: con arrepentimiento, elaboramos el pasado y con fe, construimos un futuro común más ético.
Presidente del Cidicsef