Secretos nórdicos: cómo se vive en los países más felices del mundo

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Hace casi 20 años en una granja permaculturista en el medio de Bolivia la vida de Paula Carrizo cambió para siempre. Porque conoció a Jacob, un danés del cual se enamoró perdidamente, que se convirtió en el padre de su hijo y la llevó a un país al que nunca se imaginaría llegar por motus propio: Dinamarca. “Éramos jóvenes y hippies y lo interpretamos como una señal del universo”, cuenta en diálogo con LA NACION. Aunque su plan inicial era tener el bebé y volver a Sudamérica, con 45 años, un divorcio, una carrera, un máster y algunos trabajos de por medio, Carrizo sigue viviendo en Aarhus, la segunda ciudad más grande del segundo país más feliz del mundo -según la última edición del Reporte Mundial de la Felicidad-.

El informe (WHR, por sus siglas en inglés) se publica anualmente por la Universidad de Oxford en colaboración con Gallup, la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la ONU (SDSN) y, casi desde su génesis en 2012, los países nórdicos -Finlandia, Dinamarca, Islandia, Suecia y Noruega, en ese orden- encabezan el top 10.

La playa que atrapa a los argentinos, a la que cuesta llegar y de la que cuesta irse

A pesar de que insertarse en el sistema escandinavo fue un desafío, con el frío, la falta de sol y las exigencias sociales como principales frentes de batalla, Carrizo reconoce que la felicidad de Dinamarca -que según ella, se asemeja a la del resto de los países de la región escandinava- es muy real, solo que transversalmente distinta al tipo de felicidad que los argentinos acostumbran.

En la plenitud escandinava puede haber calma, pero también renuncias invisibles

Marlene Sagen Bru, psicóloga de la Universidad de Oslo, en Noruega (séptimo país más feliz del mundo de acuerdo con el ranking), lo resume de la siguiente manera: “Son sociedades que se caracterizan por varios aspectos normalmente asociados con puntuaciones altas en este tipo de reportes”, dice. Entre los factores que justifican el liderazgo de los países nórdicos en los índices, destaca los siguientes:

  • Baja desigualdad de ingresos.
  • Equlibrio entre vida laboral y personal.
  • Buenas políticas públicas, como educación gratuita y atención médica.
  • Proximidad a la naturaleza.
  • Sensación de seguridad.
  • Confianza en el gobierno.

Así y todo, la psicóloga reconoce que, aunque técnicamente se tiene la libertad de vivir una vida ‘ideal’, “el aspecto social puede ser desafiante“.

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Ley de Jante

Sagen Bru hace referencia a la Ley de Jante, una norma no escrita originada en la literatura ficticia de los países escandinavos, que valora la igualdad y la humildad y desaprueba el individualismo extremo. Aunque no se impone formalmente, sí influye y condiciona el código de conducta y las dinámicas sociales de quienes se han criado en la región.

“Es un concepto clave para entender nuestra cultura. Esencialmente, dice que no tenés que creerte mejor que nadie, ni presumir tus atributos o logros. En definitiva, desalienta el sobresalir por sobre el resto y ocupar mucho espacio“, expone Sagen Bru.

En la práctica, desviarse de dicho código puede suponer una evaluación negativa y resultar en la marginación social. ”La idea es que las cartas están dispuestas para que tengas la oportunidad de ser exitoso y, si elegís un camino diferente -como por ejemplo viajar en lugar de ahorrar- podés ser juzgado por no administrar responsable y eficientemente las cartas que te tocaron. De vos se espera que seas feliz y, si no lo sos, solo podés culparte a vos mismo, porque se te dio todo para poder vivir bien“.

Destacar está mal visto: la humildad colectiva es regla tácita

Erik Olsen (29), también de Noruega (aunque divide su tiempo entre su país de orígen y Bilbao, en España), puede dar fe de las implicancias de la cultura de la Ley de Jante en el ámbito profesional. Cuando renunció a su trabajo para empezar su propio emprendimiento -actualmente tiene una startup con la cual ayuda a inmigrantes a establecer sus propias empresas en Noruega- su mamá fue la única que lo apoyó. “A mi alrededor, mi familia y amigos solo visualizaban los posibles problemas que suponía la idea de emprender. La cultura del emprendimiento y la innovación en general no está bien vista, ni por la sociedad ni por el gobierno. La gente prefiere trabajos estables, con garantías predecibles”, plantea.

Entre la oscuridad y la fiebre primaveral

Para Zina Marpegan (24), argentina radicada en Helsinki, Finlandia, hace seis años, la calidad de su estadía cambió radicalmente cuando se compró una buena campera -en sus palabras: una bolsa de dormir impermeable que te cubre de piez a cabeza, ideal para temperaturas que llegan a los -20 grados centígrados-. “El clima es durísimo, el invierno especialmente; no tanto por el frío sino por la oscuridad”, comparte.

Debido a la cercanía al Círculo Polar Ártico, en los países nórdicos en invierno (de noviembre a enero) los días son muy cortos -en zonas como el norte de Noruega o Finlandia, por ejemplo, el sol no sale durante semanas- y, en verano (de junio a julio), el sol no se pone durante días. “Es un regimen que te desorienta completamente”, admite Marpegan, “y hace que tu vida tenga que adaptarse, en serio, al clima”.

La fiebre de primavera es el estallido emocional que sucede después de seis meses de encierro

Cuenta que durante el invierno se trabaja mucho, se pasa mucho tiempo en interiores y las actividades sociales se reducen. “Apenas empieza a subir la temperatura todos están afuera. No hay momento ni lugar en el que no veas gente tirada al sol, como lagartos, aprovechando hasta el último rayito”, dice la joven con humor. “El clima te desafía, para después darte algo divino, porque el verano acá es de las cosas más hermosas que vi”.

Olsen introduce el término våryr (fiebre de primavera, en noruego) para describir este fenómeno social.

“Durante los meses de frío -octubre a marzo- casi no hay sol. Muchas personas no salen de sus casas, no hacen deporte, no se ven con sus amigos y a veces tampoco con sus familias, no reciben vitamina D, les bajan los niveles de serotonina y entonces se deprimen”, explica. “Por eso, después de seis meses de encierro, de abril a agosto, la sensación de euforia es total. Todos quieren hacer cosas, estar afuera, vivir la vida, disfrutar”.

Sociales estables, menos aleatorios

La falta de apertura social es una característica típica de la cultura nórdica, en palabras de los entrevistados, no por malicia, sino por costumbre. Sagen Bru justifica que, al tratarse de países con una densidad poblacional históricamente baja, la exposición social constante nunca fue parte de la regla. “Tradicionalmente hemos vivido muy dispersos. Estamos acostumbrados a nuestra privacidad y valoramos el espacio personal, tanto propio como ajeno”, expone la psicóloga. Es por este factor, sumado al clima hostil que prima, que los encuentros sociales tienden a darse en los hogares en lugar de en espacios públicos, con personas conocidas que forman parte del círculo de confianza, en lugar de con gente nueva aleatoriamente.

Se priorizan los vínculos duraderos y la privacidad por sobre la espontaneidad

“Hay una tendencia a quedarte dentro de tu grupo social, con tus amistades establecidas, y a no sentir una necesidad de conocer gente nueva. Si estás confortable, parece no haber motivo para buscar más allá de…”, reconoce Olsen.

Sagen Bru agrega que, aunque no sea impuesta formalmente, la internalización de la Ley de Jante podría ser una causa -al menos parcial- de este patrón social: “limita la expresión de la autenticidad, porque muchos temen llamar la atención”.

Cultura hygge

Otra palabra que sirve para describir la cultura nórdica es hygge. Aunque a menudo se la traduce como “lo acogedor”, muchos insisten en que es un concepto abstracto que habla de una actitud única frente a la vida y que no se lo puede entender del todo hasta sentirlo en carne propia.

“Es sentarse en frente de la chimenea con un sweater de lana y un chocolate caliente mientras acariciás a tu perro y ves como cae la nieve afuera. O una familia reunida en un comedor con luces bajas tomando el té en tazas de porcelana china después de comer. También es una tarde de lectura bajo el sol”, dice Carrizo. “Es apreciar lo simple y bajar un cambio -o varios-, olvidarte de las preocupaciones y relajarte en tu casa”.

Hellen Russell, autora de The Year of Living Danishly: Uncovering the Secrets of the World’s Happiest Country, agrega que, lejos de ser exclusivo de una clase social, hygge es un concepto aplicado tanto por el barrendero como para el alcalde porque “es bueno para el alma”.

“Oro probiótico”: el alimento natural que equilibra la flora intestinal y mejora la digestión

El deporte y la naturaleza como punto de encuentro

En los países escandinavos, a diferencia de muchas sociedades occidentales —y especialmente en contraste con culturas como la argentina, donde el encuentro está íntimamente ligado al ritual de compartir una comida—, los vínculos sociales se construyen más alrededor del ejercicio y el contacto con la naturaleza.

“A menos que sea una fecha festiva como Navidad, o un cumpleaños, es poco probable que veas a un grupo de personas sentadas comiendo y conversando», comenta Olsen. “Los encuentros son alrededor del deporte”.

El contacto con la naturaleza es una forma de conversación con uno mismo

Los datos validan dicha afirmación: los países escandinavos tienen algunas de las tasas más altas de participación en deporte y actividad física del mundo, constituyendo casos de estudio relevantes en una variedad de temas, desde políticas deportivas hasta actividad física y salud. Sport in Scandinavia and the Nordic Countries (2018), escrito por Ken Green, profesor de Sociología de la Educación Física y director del Departamento de Ciencias del Deporte y el Ejercicio en la Universidad de Chester en el Reino Unido, analiza de cerca el fenómeno social de la prevalencia de la actividad física en los países nórdicos.

“Las tasas de afiliación a asociaciones voluntarias -que suelen incluir clubes deportivos- son especialmente altas en los países escandinavos: cuatro de cada cinco adultos pertenecen a alguna”, dice. “En ningún lugar se promueve tanto el deporte como un vehículo para mejorar la salud pública tanto como en la región nórdica”.

El contacto con la naturaleza es el otro gran punto de encuentro, con los otros, pero también con uno mismo.

Caminatas por el bosque -o por los fiordos-, trekkings por las montañas, salidas en bicicleta, esquí, saunas y baños de agua helada son algunas de las alternativas que se presentan con frecuencia.

“Son países con un gran porcentaje de naturaleza (entre el 70 y 90%) y, lógicamente, muy conectados con el ambiente”, dice Carrizo. “Esta realidad hace que todo se viva más lento, más relajado”, agrega Marpegan. Hay quienes dicen que los finlandeses a veces comparten sus preocupaciones en voz alta con los árboles o con los pájaros.

Insertarse en el sistema escandinavo implica tolerar el frío, la oscuridad y la soledad

Aunque no intrínsecamente ligado al contacto con la naturaleza pero sí relacionado con esta tendencia, el equilibrio entre el trabajo y la vida personal es otro de los aspectos valorados positivamente por las sociedades escandinavas, y por los que se insertan en ellas.

“Las jornadas laborales no son necesariamente más cortas, pero si tenés hijos (las escuelas terminan muy temprano, a las tres de la tarde), te dejan salir antes. O si tenés algún problema, también te podés ir. El sistema es flexible”, cuenta Carrizo.

Además, explica que el bienestar emocional se toma en serio y que la baja por estrés o burnout es muy común. “En general, la gente no deposita su vida en el trabajo: ni trabajás tanto ni te lo tomás tan en serio”, concluye.

Confianza absoluta en los que gobiernan

Probablemente el aspecto que más sorprenda de las sociedades escandinavas es el nivel de confianza institucional que se respira.

A diferencia de muchos países en los que la relación entre el ciudadano y el Estado está marcada por la desconfianza, la burocracia y el resentimiento, tanto en Finlandia como en Dinamarca, Suecia y Noruega, el vínculo con las instituciones gubernamentales es completamente diferente; en palabras de los entrevistados: directo, llano y honesto.

“Las tasas de corrupción son bajas. Los medios como mecanismo de control funcionan con bastante eficiencia y suelen tomar la iniciativa para exponer aquellos casos en los que se registra un abuso del poder”, indica Sagen Bru. Describe al debate público como serio -con voces del mundo académico- pero accesible, todo lo cual favorece un clima de participación activa y real.

“Oro probiótico”: el alimento natural que equilibra la flora intestinal y mejora la digestión

Los políticos generalmente son vistos como “parte del pueblo” y aunque no son completamente pares, sí son accesibles. Van en bicicleta al trabajo y podrías llegar a cruzártelos cuando vas al gimnasio.

Lo que se percibe es una especie de pacto social tácito: el gobierno cumple con su parte y el ciudadano con la suya. “Yo pago mis impuestos con gusto. Porque confío en que el dinero que aporto va a ser bien utilizado. “El gobierno sirve para mí, no al revés“, dice Olsen con total naturalidad, al mismo tiempo advirtiendo que su punto de vista es posiblemente muy distinto al de los lectores.

Se prioriza el equilibrio: el bienestar mental es una responsabilidad compartida

Evasión del conflicto

Esa cercanía también se vive como seguridad. “La gente se siente protegida. Son países pacíficos. No se meten en guerras. No están en conflicto con nadie. De hecho, le huyen a la tensión y le tienen fobia al choque”, subraya Carrizo. En Suecia y Noruega se entregan los Premios Nobel (entre ellos, el de la Paz). “No es solo simbólico, forma parte del relato identitario de una región que se asume estable, justa y serena”, señala.

En definitiva, tal vez la plenitud no siempre se manifieste en sonrisas o entusiasmo exhuberante y el error esté en creer que hay una sola forma de ser feliz. En los países nórdicos, la felicidad parecería estar mucho más cerca de la calma que de la alegría, construida desde pilares que no tienen tanto que ver con el calor humano y el sobresalto, como con la previsibilidad, la eficiencia y el respeto.

Respondida -por lo menos parcialmente- la pregunta de si los escandinavos son realmente felices, quizá sea válido cuestionarse: ¿qué estamos dispuestos a resignar por una vida ‘feliz’?

“Como noruego, siento que desde que nací gané la lotería. Si hago las cosas bien, voy a tener una vida tranquila, con una casa calentita y sin tantos desafíos”, cierra Olsen. No es una frase decorativa: es una realidad estructural.

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