Cuando las primeras piedras de lo que hoy es el Museo del Louvre fueron colocadas, aún faltaban tres siglos para que se diera el descubrimiento de América. Ese es el antiguo origen del que hoy es el museo más visitado del mundo, que fue levantado, ampliado y reconstituido a lo largo de cientos de años y desde que se convirtió en museo abierto, en 1793, exhibió cientos de miles de piezas del arte mundial.
Pero hoy está golpeado: un grupo de cuatro ladrones ejecutaron un increíble robo de ocho piezas de joyería, incluidas coronas reales y collares de piedras preciosas, el pasado 19 de octubre. Hasta ahora las autoridades no dieron con los ladrones de los objetos cuyo valor histórico supera al precio monetario que tienen, de unos US$103 millones. Como la directora del museo reconoció, la misma arquitectura y estado del Palacio del Louvre hacen difícil implementar dispositivos de seguridad modernos en un edificio que no fue planeado como museo en sus inicios. Esto se explica mirando a su historia, que tiene algunos momentos sumamente interesantes.
1. De fortaleza medieval a museo

Como edificio, la historia del Louvre vio pasar siglos de cambios políticos y sociales en Francia. Pero el origen primigenio se ubica en la época medieval (alrededor del año 1190), cuando el rey Felipe II, llamado “El Augusto” (1165-1223), construyó una fortaleza cuadrangular como parte de la protección de París junto a unas murallas cerca del río Sena.
Luego el rey Carlos V (1338-1380) convirtió la fortaleza en un castillo, la primera residencia real de entonces. Unos siglos después, el rey Enrique II (1519-1559) fue quien ideó el palacio central moderno, con la arquitectura renacentista que perduró hasta la actualidad.
Otros monarcas añadieron edificios al proyecto de siglos de construcción. Enrique IV (1553-1610) creó el ala sur que corre a lo largo del Sena y la cual hoy alberga importantes colecciones, como La Gioconda de Da Vinci, o la Galería de Apolo, que fue objeto del robo de hace unos días. Luis XIV, el “Rey Sol” (1643-1715) continuó las ampliaciones hasta el Palacio de las Tullerías (que fue demolido en la década de 1880). Tras el triunfo de la Revolución Francesa (1798), la Gran Galería del Louvre fue abierta por primera vez como museo en 1793. Con la restauración de la monarquía, Napoleón I levantó parte del ala norte y Napoleón III finalmente cerró el conjunto y amplió parte de las alas.
Actualmente, tiene 73.000 metros cuadrados de galerías y espacios de exhibición de más de 500.000 piezas, según las cifras oficiales, lo que lo hace el museo más grande del mundo.
2. La apertura al pueblo

Los monarcas que edificaron el Louvre acumularon durante siglos numerosas obras de arte propias y traídas de otras partes de Europa y el mundo. Pero su exhibición era privada. Eso cambió con el triunfo de la Revolución Francesa en 1789, que abolió la monarquía y dio un giro político-social con enfoque en el pueblo francés y la Ilustración.
Ya sin la realeza, el Louvre fue usado como sede del Gobierno civil francés y el 10 de agosto de 1793 fue abierta al público por primera vez la Gran Galería del Louvre como un espacio museístico de la gran colección de arte monárquica y de la Iglesia católica. Fue llamado Museo Central de las Artes e inicialmente tuvo una colección de más de 500 obras, principalmente pinturas.
3. El arte saqueado por Napoleón

Napoleón Bonaparte (1769-1821) fue como líder militar y luego emperador (Napoleón I) uno de los hombres que más llevó piezas de arte al museo del Louvre obtenidas en sus campañas militares por Europa y África. En sus batallas, hizo efectivo el concepto de “botín de guerra” por el cual el ejército francés se hizo de pinturas, piezas de joyería, esculturas y reliquias antiguas en campañas como las de Austria, Italia, Prusia, España o Egipto. Su justificación revolucionaria radicaba en que Francia, como país de la ilustración, debía ser guardián del arte mundial. De hecho, el museo cambió de nombre durante algunos años a Museo Napoleón en una de las muestras de culto a la personalidad del general, que también fue retratado en cuadros, al igual que sus batallas.
Pero su caída en la batalla de Waterloo en 1815 también implicó un revés para el acervo artístico del museo, pues las potencias que habían sido derrotadas previamente exigieron la devolución de numerosas piezas. “Hablaban de un ‘Waterloo cultural’”, dijo la profesora de historia Beatrice de Graaf al diario The New York Times. “Querían infligir a los franceses no solo una derrota militar, sino también cultural, que dijera: ‘Tienen que devolvernos lo que se nos debe’”.
Luego de la caída de Napoleón, el museo también recuperó su antiguo nombre de Louvre. Y en un giro del destino, dos de las piezas robadas el pasado 19 de octubre fueron precisamente un collar y unos pendientes de esmeraldas que Napoleón Bonaparte obsequió a su segunda esposa, María Luisa, como regalo de bodas.
4. La polémica pirámide central

Uno de los grandes proyectos arquitectónicos modernos del Louvre fue también uno de los más polémicos: la pirámide de cristal del acceso central. En una renovación mayor ordenada por el presidente Fracois Miterrand en la década de 1980, el arquitecto chinoestadounidense Ieoh Ming Pei fue comisionado para crear un elemento central para el área de bienvenida de los visitantes.
El arquitecto decía que quería algo “generoso” y “luminoso”, que podría ser una pirámide, un domo, un arco o un cubo. La elección final fue la primera. Pero su diseño, que rompe con la arquitectura renacentista del edificio, fue objeto de muchas críticas que no concebían que un elemento así encajara con el entorno. También se criticaba que la pirámide implicaba una asociación natural con lo egipcio, más que lo francés, pero Pei aseguraba que “nada tenía que ver” con la cultura del norte de África y que una pirámide era “lo más estético a la vista”.
Algunos franceses decían que era una “atrocidad” y hubo algunos grupos “antipirámide” que intentaron cambiar el proyecto. El proyecto siguió adelante, sin embargo, hasta que la pirámide de cristal, de 21 m de altura y 35 m de base, fue inaugurada en marzo de 1989. Los visitantes del museo desde entonces descienden por la escalinata de la pirámide al vestíbulo principal.
“La obra de I. M. Pei se inspiró en la larga historia de transformaciones del Louvre. En su diseño, respetó las líneas y perspectivas principales del palacio y su distribución en su conjunto, creando al mismo tiempo la estructura más transparente, ligera y luminosa posible. Fue una proeza técnica, llevada a cabo con brillantez”, dice el Museo, que no deja de reconocer que la obra fue un momento de controversia.
5. El robo de La Gioconda

La pintura de La Gioconda, actualmente la pieza más famosa del Museo del Louvre, fue robada en 1911, aunque en ese entonces el cuadro de Leonardo da Vinci no era la obra más valiosa ni conocida del recinto.
En plena noche, en agosto de aquel año, el italiano Vincenzo Peruggia, que había trabajado en el museo un año antes, aprovechó un descuido de la seguridad y tomó el cuadro en horas de la noche. Los encargados no se dieron cuenta de la falta de la Mona Lisa hasta el día siguiente. Los motivos nunca quedaron claros, aunque se creía que era una venganza del antiguo empleado del Louvre. “La verdad es que no tenemos ni idea. Sigue siendo un misterio”, dijo a la BBC Jerome Coignard, autor de Una mujer desaparece.
La obra estuvo desaparecida por más de dos años en las que la tuvo guardada en su casa. Fue recuperada el 10 de diciembre de 1913, cuando Peruggia fue atrapado luego de que le entregara la pintura a Alfredo Geri, un anticuario de Florencia. “Fue el robo de propiedad más famoso en tiempos de paz”, señala a la BBC Noah Charmey, autor de Los robos de la Mona Lisa.
Fue este robo y la gran cobertura de la prensa la que hizo de este cuadro uno de los famosos del Louvre desde entonces. Incluso mucha gente asistió al museo solo para ver el espacio vacío mientras la pieza estuvo ausente, lo que engrandeció su fama.
6. El misterio de la Venus de Milo

La escultura griega de la Venus de Milo es considerada por el museo como “una de las tres grandes damas” del Louvre, junto al cuadro de La Gioconda y la escultura de Victoria alada de Samotracia. Pero la Venus es una pieza que engloba un misterio de origen: la ausencia de sus brazos.
La pieza fue encontrada en una excavación en Grecia en 1820 y llevada a Francia por el marqués de Rivière, entonces embajador en ese país, que la dio como regalo al rey Luis XVIII (1755-1824). Este la cedió a la exhibición del Louvre en marzo de 1821.
Desde su origen, sus brazos no estaban, según una de las hipótesis más aceptadas por los expertos (otros aseguran que estaban fragmentados). “En el momento de su llegada al Louvre, se planteó restaurar los brazos desaparecidos, pero finalmente se desestimó la idea para no distorsionar la obra”, señala el Museo. Se cree que durante la restauración, unos fragmentos de los brazos fueron destruidos hasta quedar en su estado actual.
Pero la falta de ellos también abonó a su identificación. En la antigua Grecia, este tipo de estatuas de los dioses tenían objetos en las manos llamados “atributos” con los que se identificaba la deidad que representaban. “En el momento de su descubrimiento se dudó sobre la identidad de la diosa. ¿Era Anfitrite, diosa del mar y, en consecuencia, especialmente venerada en la isla de Milo? ¿O quizá Afrodita, diosa de la belleza, como podría deducirse de su semidesnudez y de la sensualidad de su cuerpo?”, señala el museo.
“Los brazos se esculpieron aparte y luego se empalmaron al tronco, como demuestra el agujero de fijación a la altura del hombro izquierdo”, añade. Un consenso entre expertos se decanta por Afrodita, o Venus para los romanos. Pero hasta la fecha no hay una prueba determinante. Es parte de los misterios que hay en la historia del Louvre.
*Por Darío Brooks
