La experiencia del exilio ha marcado de manera profunda la vida y la obra de Sergio Ramírez, quien, tras abandonar Nicaragua en 2021, reside en Madrid y observa desde la distancia la consolidación de un régimen autoritario en su país natal. En una conversación con Infobae, el escritor y ex vicepresidente nicaragüense describió cómo la represión política y la supresión de libertades han transformado el panorama social y cultural nicaragüense, afectando tanto a la oposición como a la vida cotidiana de los ciudadanos.
Según Ramírez, el poder en Nicaragua se encuentra concentrado de manera absoluta en manos de dos personas, resultado de reformas constitucionales, cambios en leyes fundamentales y la eliminación de libertades públicas. El escritor señaló que la oposición política se encuentra mayoritariamente en el exilio, mientras que quienes permanecen en el país enfrentan el riesgo de encarcelamiento si expresan sus opiniones.
Esta dispersión de líderes opositores en distintos países ha generado divisiones internas, debilitando la posibilidad de conformar un frente unido capaz de actuar como interlocutor válido ante la comunidad internacional. “La causa obviamente pierde fuerza y hay mucha desconfianza”, afirmó Ramírez, quien considera que esta fragmentación representa una de las mayores debilidades para alcanzar un cambio democrático en Nicaragua.
La distancia física y el aislamiento informativo han modificado la percepción de Ramírez sobre la realidad nicaragüense. Explicó que la información proveniente del país debe ser filtrada a través de medios en el exilio, ya que no existen medios independientes dentro de Nicaragua. “A veces lo que se escucha es un rumor o una turbulencia, una estática”, relató, subrayando la dificultad de conocer con precisión los acontecimientos internos debido al miedo generalizado y al silencio impuesto por el régimen. Entre las medidas represivas, mencionó la prohibición de regreso al país para quienes salen, la limitación de manifestaciones religiosas y el exilio forzado de más de cuatrocientos sacerdotes y de la totalidad de los periodistas independientes, quienes se han establecido principalmente en Costa Rica y otros destinos.
Frente a este contexto, Ramírez envió un mensaje de esperanza y unidad a los nicaragüenses en el exilio, destacando la necesidad de construir lazos de entendimiento en torno a principios básicos como la democracia y la libertad. Recordó que la dictadura actual se ha mantenido en el poder desde 2006, lo que representa casi veinte años de gobierno de Daniel Ortega.
La literatura, para Ramírez, constituye una forma de resistencia frente a la tiranía. Relató que su novela “Tongolele no sabía bailar”, publicada en 2021, abordó la represión que costó la vida de más de cuatrocientos jóvenes en Nicaragua a partir de abril de 2018. La obra fue prohibida en el país y los ejemplares enviados a la aduana fueron devueltos a México, pero una versión en PDF comenzó a circular en redes sociales, permitiendo que miles de personas accedieran a su contenido. “La palabra es un símbolo mayor de resistencia frente a la tiranía que no quiere la libertad de palabra”, sostuvo Ramírez, quien considera que, en determinados momentos históricos, una obra literaria puede cumplir un propósito político, siempre que el objetivo literario prevalezca sobre el político.
El escritor subrayó que su vínculo con Nicaragua se mantiene a través de la memoria y la imaginación, elementos fundamentales en su proceso creativo. Explicó que la memoria, tejida de palabras, le permite regresar simbólicamente a su país, y que el lenguaje nicaragüense constituye la raíz de su obra. “Al fin y al cabo, un escritor lo que hace es transportar el lenguaje oral de su país a la escritura, y eso es lo que le da riqueza a la escritura”, expresó.
En cuanto al papel de la literatura latinoamericana frente a los desafíos de la democracia y la censura, Ramírez opinó que la literatura sigue siendo un instrumento de lucha. Mencionó la existencia de más de sesenta escritores latinoamericanos en Madrid y destacó que la realidad política y social continúa siendo la materia principal de la escritura, aunque el lenguaje evolucione. Citó novelas como “El hombre que amaba a los perros” de Leonardo Padura, obras de Jorge Volpi y Juan Gabriel Vásquez, señalando que todas ellas están profundamente ligadas a la historia y la realidad política de la región. A su juicio, la frontera entre testimonio, reportaje periodístico y novela se ha vuelto difusa, y la literatura de calidad utiliza la imaginación para abordar hechos reales.
Respecto a la libertad de prensa en Centroamérica, Ramírez lamentó el avance del autoritarismo, especialmente en Nicaragua, donde el periodismo libre ha sido desmantelado, los periódicos clausurados o confiscados y las estaciones de radio y televisión independientes intervenidas. Todos los periodistas independientes se encuentran en el exilio.
En El Salvador, también se observa una persecución contra la libertad de expresión, y la redacción del periódico El Faro opera desde el exilio. Además, Ramírez advirtió sobre la amenaza que representan el narcotráfico y los carteles criminales, responsables de la desaparición y asesinato de periodistas, incluso por defender los derechos de minorías indígenas y la naturaleza, como ocurrió en Honduras con el caso de Berta Cáceres.
“Desde México hasta Centroamérica, la vida de los periodistas está en riesgo porque hay zonas territoriales enteras que están dominadas por el narcotráfico, que imponen también sus reglas sobre la información”, afirmó.
En relación con la cobertura internacional de la situación nicaragüense, Ramírez consideró que los medios internacionales dedican poca atención al país. Señaló que, aunque ocasionalmente aparecen reportajes en The New York Times, otros medios relevantes como The Guardian o Le Monde apenas informan sobre Nicaragua. Atribuyó esta falta de interés a la ausencia de recursos estratégicos en el país, a diferencia de naciones como Venezuela, que atraen mayor atención mediática por sus riquezas naturales.
A los jóvenes periodistas que ejercen bajo condiciones de represión, Ramírez les transmitió un mensaje de reconocimiento y aliento, calificando su labor como un acto de suprema valentía. “Pueden ser desaparecidos, pueden aparecer muertos de un tiro en una cuneta”, advirtió, pero subrayó que el periodismo ejercido con compromiso y riesgo es el único que vale la pena.
Sobre su trayectoria personal, Ramírez recordó que abandonó la vida política en 1996, tras haber sido vicepresidente durante la revolución nicaragüense y participar en la fundación del Movimiento Renovador Sandinista. Desde entonces, se ha dedicado por completo a la escritura, manteniendo un compromiso cívico que, en su caso, ha tenido como consecuencia el exilio. Considera inseparables su condición de escritor y de ciudadano, y afirma que su necesidad de escribir está ligada a la de expresar opiniones sobre la realidad.
El proceso de exilio y resistencia le ha dejado como aprendizaje la importancia de luchar por lo que considera justo y de no callar ante la injusticia. Ramírez manifestó su deseo de dar voz a quienes no tienen la oportunidad de expresarse, especialmente en el contexto de Nicaragua y de América Latina.
En el ámbito literario, Ramírez anunció que trabaja en una nueva entrega de la serie del inspector Dolores Morales, cuya publicación está prevista para junio del próximo año por la editorial Alfaguara. Además, la misma editorial publicará un libro de ensayos que aborda tanto su oficio literario como su vida pública. Su última novela, “El caballo dorado”, publicada el año pasado, representa un ejercicio pleno de imaginación, en contraste con obras anteriores más vinculadas a la realidad política nicaragüense.
Al referirse al documental sobre su vida realizado en 2018, año en que recibió el Premio Cervantes, Ramírez confesó sentirse algo avergonzado al verse retratado en pantalla, aunque reconoció el honor que representa. Destacó la emoción que le produjeron los testimonios de personas cercanas y las escenas relacionadas con su pueblo natal, Mazatepe, al que considera el lugar al que siempre desearía regresar. Expresó su aspiración de ser recordado como escritor y no como político, ya que su verdadera vocación siempre ha sido la literatura.