De chica, Wendy Paulson se mudó con frecuencia. Asistió a más de diez colegios en distintas partes de Estados Unidos y Hawaii, antes de que fuese integrado. “Algo que a pesar del movimiento, mi padre siempre priorizó fue pasar tiempo en la naturaleza”, aseguró. Paulson explica que esa fue la razón, la pasión que hoy tiene por la conservación, en especial por las aves. Después, sus alumnos la conocerían como la “dama de la naturaleza”.
Ha sido docente en escuelas públicas y privadas y, más recientemente, impulsó programas de clases sobre aves en las escuelas públicas de Nueva York y Chicago (donde aún continúa enseñando). Preside el Consejo de Conservación y Políticas de los Bosques de Cook County y colabora como asesora o miembro del directorio en diversas organizaciones de conservación en Estados Unidos y en otros países. Desde hace más de 30 años organiza caminatas de observación de aves en Illinois, Nueva York y Washington D. C., y participa activamente en la restauración de pastizales nativos. En una entrevista con LA NACION, habló del valor de la filantropía, de su amor por la naturaleza y de lo fundamental de la educación ambiental para el cuidado de la Tierra.
-¿Por qué se acercó a trabajar en filantropía y educación ambiental?
-Creo que fue simplemente estar al aire libre, a veces en lugares hermosos, a veces en parques nacionales, pero más a menudo simplemente al aire libre y la curiosidad. Siempre sentí fascinación por las criaturas salvajes, pero nada obsesivo. Pero luego, al principio de mi edad adulta, conocí a personas involucradas profesionalmente en la conservación, particularmente en los esfuerzos de esa época para salvar al halcón peregrino, que era una especie en declive. En ese momento, yo era profesora en una escuela con un campus grande y hermoso. Los estudiantes y yo pasábamos mucho tiempo afuera aprendiendo sobre los pájaros, las plantas, los árboles, de todo. Me llamaban “La dama naturaleza”. Ocurrió cuando nuestros hijos eran muy pequeños, pero acepté el puesto y, desde ese momento, la naturaleza se convirtió en mi mundo.
-¿Aprendió sola todo esto?
-Con la enseñanza, los aprendizajes, las conferencias… Ni siquiera conocía la palabra “biodiversidad” entonces, pero empecé a involucrarme en algunas ONG. Una local, una sociedad de historia natural. Tenía que invitar a ponentes, así que investigué y encontré a expertos locales. En ese momento conocí a The Nature Conservancy y me pidieron que formara parte de su junta directiva. Cada paso me llevó más profundo en el mundo de la naturaleza. Y, sinceramente, tampoco sabía nada sobre filantropía. Crecí en una familia militar. Mi padre siempre decía que hay que retribuir. Fui girl scout y recaudé dinero para diferentes causas, pero el concepto de filantropía no era algo de lo que fuera consciente, francamente.
-¿Cuál es su definición de filantropía?
-Busqué sus raíces y viene de “amor al hombre”. La inferencia es que con ese amor contribuyes o apoyas; quieres mejorar las cosas. Y la filantropía para la conservación, obviamente, es querer hacer un planeta mejor, salvar lo que es valioso y lo que amas. Creo que el fundamento de toda filantropía es el amor. Puede ser amor al arte, a la educación… hay tantas posibilidades. Pero la naturaleza es una porción muy pequeña de la filantropía a nivel mundial.
-¿Y cómo expresa esa filantropía?
-Creo que todo empieza con la educación y con familiarizarse con la naturaleza. Ese es el primer paso. Cuando la conocés y la entendés, la amas, y entonces quieres hacer algo para protegerla. Esa es la secuencia natural, y creo que es igual en cualquier dimensión de la filantropía.
-Hoy tenemos mucha tecnología que quizás dificulta esa conexión tangible con la naturaleza. En Buenos Aires y sus alrededores vive casi la mitad de la población de la Argentina. ¿Cómo impulsar ese estilo de educación?
-He estado allá. Me preocupa mucho también, porque si no conoces algo, simplemente no te va a importar. Por eso mi enfoque particular es trabajar con niños pequeños, porque siento que si podemos plantar la semilla de la conciencia, con suerte crecerá. Pero me preocupa que tengamos tanto énfasis en lo que llamamos CTIM [Ciencia, Tecnología, Ingeniería, y Matemáticas], que casi no tiene naturaleza. Todo es matemáticas, tecnología, ciencia física, pero tenemos tanto que aprender de la naturaleza, que es un regalo magnífico. Para mí, es necesario otro tipo de educación al mismo tiempo.
-¿A qué se refiere con “otro tipo de educación”?
-Al deseo de involucrarse. Volviendo a la filantropía, no se trata solo de dinero, se trata de dar lo que tienes, y eso a menudo significa tiempo y talento. Para mí, el voluntariado ha sido enormemente importante. Así me involucré. Cuando empecé a aprender sobre la restauración de praderas en Illinois, descubrí la Red de Voluntarios para la Custodia (Volunteer Stewardship Network). Más de 8.000 personas en el área de Chicago trabajan cada semana para reconstruir sistemas naturales en ciudades.
-Hace unas semanas, en la Argentina, una expedición submarina se transmitió en vivo por YouTube y se hizo viral. Se convirtió en un debate, incluso político. Tenemos estas nuevas tecnologías que podrían…
-Sí, ese es un ejemplo de cómo la tecnología puede jugar un papel constructivo. Otra es la aplicación Merlín, que ha revolucionado la observación de aves. Ha creado naturalistas no formados que ahora prestan atención a los sonidos a su alrededor y se dan cuenta de la variedad de pájaros que existen.
-Y ahora, el lado negativo de la tecnología. ¿Qué ha visto en los niños pequeños? ¿Han cambiado sus intereses?
-Veo lo mismo que los demás: una obsesión con los dispositivos electrónicos. Al mismo tiempo, en mi experiencia, nunca he conocido a un niño que, cuando salimos al campo, prefiera estar con el celular. Se detienen a mirar arañas, libélulas y mariposas; la naturaleza los atrapa. En Virginia, organizo un programa sobre la pradera con alumnos de cuarto grado, y es maravilloso. Creo que el tema de la adicción a la tecnología está vinculado con los padres, que cuando hacemos estos paseos vienen con sus teléfonos y dan un mal ejemplo, así que les pido que los guarden.
-Hay gente que no parece tener acceso a la naturaleza, no solo por la tecnología, sino por un estilo de vida acelerado. ¿Cuáles son sus reflexiones sobre cómo insertar este acceso para personas que no tienen un acceso físico, que no pueden levantar la vista y ver la montaña?
-Desde mi experiencia, tanto en Nueva York como en Chicago, ayudé a iniciar programas en escuelas de barrios céntricos, en vecindarios con casi cero naturaleza. Eran programas centrados en las aves. Empezamos con las especies comunes que veían, como palomas y gorriones. Una vez que notan las diferencias, su curiosidad se despierta. Aunque lo que has mencionado es en gran medida trabajo de los planificadores urbanos. Debemos hacer nuestras ciudades más habitables, integrando la naturaleza en las estructuras de cemento.
-Esa transformación es todo un debate…
-El papel del gobierno es clave. Como dijiste, la filantropía es solo una pequeña parte, pero no deja de ser importante. La filantropía no es solo dinero. Se trata de dar, y se puede dar de muchas maneras.