NUEVA YORK.– A pesar de la confusión y la injusticia del enfoque del presidente Trump sobre la guerra en Ucrania, tiene razón en algunos aspectos importantes. Tiene razón en que la continua carnicería humana de la guerra es una tragedia, dada la improbabilidad de un avance militar para cualquiera de las partes después de más de tres años de combates. Tiene razón en que poner fin a la guerra podría abrir camino al desarrollo económico tanto en Ucrania como en Rusia, además de impulsar la economía mundial. Y tiene razón en sentirse frustrado por la intransigencia del presidente Vladimir Putin y la reciente aceleración de los bombardeos en Ucrania. Pero Trump cometería un grave error si se alejara de las conversaciones de alto el fuego, como sigue amenazando con hacer.
Una retirada estadounidense solo alentaría un nuevo impulso militar por parte de Putin, quien ha apostado su régimen autoritario por someter a Ucrania y apoderarse de su territorio. Ucrania tampoco se rendiría. Ha desarrollado formas de contener a las fuerzas rusas, incluyendo una industria de defensa nacional que podría producir algunos millones de drones este año. En lugar de retirarse, Trump tiene la oportunidad de aumentar la presión sobre Rusia y Ucrania para que lleguen a un acuerdo. En los últimos días, incluso ha dado señales de hacerlo (aunque es difícil saber cuándo sus palabras reflejan sus intenciones).
Ambas partes tienen razones para considerar una tregua. Ucrania ha seguido perdiendo territorio, mientras que el progreso de Rusia ha sido extremadamente costoso en términos de bajas y equipo destruido.
No sería la derrota rotunda que Rusia merece. Sin embargo, no sería una victoria. Putin se propuso conquistar Ucrania e instaurar un gobierno títere, y ha fracasado. En cambio, la joven democracia ucraniana ha sobrevivido y ha enviado un mensaje a otros aspirantes a conquistadores: las guerras de agresión rara vez resultan en las victorias contundentes que los agresores imaginan.