Todas las semanas aparecen nuevos informes sobre como la IA sigue cambiando la manera en la que trabajamos. Los profesionales con experiencia, estatus y una red social nutrida todavía se sienten a salvo, aunque crece su inquietud por cómo será la adaptación y reconversión de habilidades para el nuevo escenario laboral. Pero hay un grupo que está viviendo especialmente la desaparición de oportunidades. Un nuevo estudio de Stanford encontró que el trabajo en EE. UU. para empleados en etapas tempranas de su carrera, en los campos más expuestos a la IA (como desarrollo de software y atención al cliente), cayó sustancialmente en los últimos años. Investigaciones del Foro Económico Mundial sugieren que entre el 50% y el 60% de las tareas típicas de junior (redacción de informes, síntesis de investigación, correcciones de código, programación de reuniones, limpieza de datos) ya pueden ser ejecutadas por la IA.
El factor humano: cuando mostrar imperfecciones se vuelve un valor de marca
Pero recortar estos puestos solo para reducir costos es miope, tanto para las empresas como para la sociedad. Según Amy C. Edmondson, profesora de liderazgo de Harvard Business School, hay al menos cuatro motivos por los que no hay que eliminarnos, sino redefinirlos. Uno, para formar a los futuros profesionales y líderes intermedios. Todo buen profesional comienza salió de un semillero. Los mejores expertos adquieren las habilidades y perspectivas necesarias para resolver problemas importantes aprendiendo desde la base. Eliminar los puestos de entrada rompe esa cadena de desarrollo. Dos, para impulsar la innovación desde la base, ya que esta suele surgir de quienes están más cerca del trabajo. Los empleados junior, libres de pensamiento heredado, están mejor posicionados para detectar ineficiencias y proponer soluciones creativas. Tres, para enriquecer la cultura organizacional. Hoy conviven hasta cinco generaciones en el lugar de trabajo. Esta diversidad aporta energía y nuevas perspectivas. Al eliminar a los jóvenes, las organizaciones pierden renovación y se arriesgan a convertirse en entornos homogéneos. Y cuarta, para proteger a la sociedad. El trabajo es más que ingreso: da propósito, estructura y pertenencia. Sin roles de entrada, millones de jóvenes corren el riesgo de caer en la inactividad, lo que históricamente ha generado alienación, malestar e incluso criminalidad.
Para protegerlos, Edmondson cree que deben reimaginarse para seguir aportando valor en un entorno laboral impulsado por la IA. Esto implica, también, cuatro pasos: rediseñar las tareas, enfocarse en aumentar las habilidades, rediseñar el trabajo y desarrollar a las personas. La inteligencia artificial dejó de ser futuro y en el afán por recortar costos y automatizar procesos, muchas empresas están cometiendo un error estratégico. Estos roles de entrada cumplen una función irremplazable: son la cantera de futuros líderes, el semillero de innovación y la energía que renueva la cultura de las organizaciones.