Tres artistas unidos por la pasión por el teatro y las artes despliegan su magnetismo sin telón en A través del espejo, que abrió en MC Galería. Renata Schussheim, Edgardo Giménez y Juan Stoppani (1935–2022, Buenos Aires) presentan obras que se potencian entre sí, en un entorno con iluminación especialmente diseñada por Roberto Traferri. Con curaduría de Laura Spivak, la muestra propone un recorrido caleidoscópico por el universo fantástico de estos tres grandes artistas.
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Hay un espíritu lúdico y festivo en las obras de Giménez y Stoppani. Por su parte, como personajes teatrales, las mujeres y seres híbridos de Schussheim conducen a territorios inquietantes, a veces perturbadores, aunque siempre sensuales. Las piezas de los artistas se potencian hasta dejar la retina obnubilada. Eso sucede, por dar un ejemplo, con la monumental luna de Stoppani, ubicada en el centro de una serie de obras de Schussheim, donde emergen criaturas metamorfoseadas, nuevas especies con sus propias reglas. Seres que trascienden todo lo conocido hasta ahora. También ocurre con una pintura de colores saturados y vibrantes de Stoppani, junto a una serie de bocetos de adorables personajes de Giménez.
Integran la muestra 26 bocetos para vestuario nunca antes exhibidos que Giménez realizó mientras trabajaba en el Teatro San Martín y que no llegaron a concretarse. En 1981, hizo dos trabajos inspirados en obras musicales emblemáticas del repertorio francés: El Carnaval de los Animales, de Camille Saint- Saëns, y El niño y los sortilegios, de Maurice Ravel, con libreto de Sidonie-Gabrielle Colette. Estos bocetos para los distintos personajes, ligados al universo teatral, estaban guardados intactos, en su casa.
En una de las salas de galería MC, las imágenes de Giménez se suceden junto a una pintura de Stoppani (las obras expuestas pertenecen a la Fundación Tres Pinos, responsable del acervo del artista). El conjunto conforma un bestiario con sello pop: lechuzas humanoides, elefantes con galera y zapatos de charol, seres mitad hombre y mariposa, peces, cocodrilos, burros, hormigas, gallos, tortugas, conejos moluscos, cerdos, gallinas, ratones, gatos, ranas, panes, y una estilizada mujer cisne. Los animales de Giménez ostentan rasgos humanos que los vuelven únicos.
Figura clave del instituto Di Tella y actor ineludible del arte de los sesenta, Giménez es autodidacta: no estudió publicidad, diseño, arquitectura ni pintura. Sin embargo, diseñó afiches, casas y muebles. Vida y producción condensan, en su caso, una vitalidad arrolladora. Una de sus máximas fue “estetizar la vida diaria”. En su biografía, el artista recuerda que Romero Brest le dijo: “No sos el único: Le Corbusier tampoco tenía título de arquitecto. Lo único que importa son las ideas”.
Giménez recuerda hoy a Brest como “un hombre que no hablaba de libertad, sino que la ejercía plenamente, que vivió acorde a su pensamiento”. También evoca su paso por el Di Tella como una experiencia vital: “Toda la gente de esa generación tenía un gran sentido del humor. Vivir sin humor es la auténtica tragedia”, dice el artista en diálogo con LA NACION, en una de las salas de la galería, junto a Schussheim. Y añade: “En mi generación se abolió el arte como algo solemne y se incorporó el humor: el pop acercó a la gente ya que no hacía falta leer dos tomos para entender. La obra era directa: se metía por los poros”.
Giménez, cuya obra integra las colecciones del MoMA, del Metropolitan Museum de Nueva York, y del Museo de Artes Decorativas de París, entre otras, cuenta que vio la primera exposición que hizo una joven Schussheim a los 17 años, en un espacio llamado El laberinto. El vínculo entre ambos tiene larga data y está sostenido por afecto y respeto mutuo: “Con Edgardo siempre compartimos una fuerte afinidad”, dice ella.
Él también dio sus primeros pasos muy joven, incursionó en publicidad con tan solo 14 años. Fue director de Arte del Teatro San Martín y del Teatro Colón. Diseñó casas, afiches, muebles, tapas para libros, objetos de uso cotidiano, tapices, serigrafías, pinturas, esculturas-laberinto y escenografías para cine, como la de Psexoanálisis (1967), de Héctor Olivera, la primera película pop de la Argentina.
Su universo visual se formó con Disney, Hollywood, Cleopatra y las superproducciones cinematográficas. Adoraba los finales felices. De su fascinación por Walt Disney, surgieron muchas de sus creaciones con animales: monos, leones, cebras, panteras.
Artista plástica, dibujante, ilustradora y diseñadora de vestuario, Schussheim nos sumerge en un universo que apabulla: una nadadora cuya cabeza está cubierta de ratas, que lleva como estandarte. Su fascinación por los animales también está presente. Hay mujeres que se hibridan amorosamente con felinos, pájaros humanoides que copan la escena con presencia contundente, damas-pájaros y figuras que interpelan al espectador con mirada desafiante. Todas son especies que trascienden todo lo conocido hasta ahora, tienen sus propios códigos y reglas. La mayoría de las obras, excepto dos, nunca antes habían sido expuestas.
En el centro de una de las tres salas que ocupan la exhibición, se impone una gran escultura geométrica de acero cubierta con pinturas para autos, realizada en 1994 por Giménez, y financiada por Federico Klemm, quien le otorgó 50 mil dólares para hacer una exposición (incluía también otras piezas) en el espacio que dirigía.
“Renata Schussheim pertenece al mundo encantado de los pájaros, de los duendes y las galaxias infinitas. Y también al mundo mágico de los poetas locos, el de William Blake, Eduard Lear y Lewis Carroll. Y también al mundo erótico y antropofágico de Wilheim Reich.” Así la describió Vinicius de Moraes, a quien conoció en una fiesta organizada por su primo (Jorge Schussheim).
Schussheim trabajó durante ocho años en la compañía de Oscar Araiz en Ginebra. Realizó el diseño de vestuario y codirigió con el coreógrafo Boquitas Pintadas. Diseñó el vestuario de espectáculos con Julio Bocca. Fue vestuarista de una versión de Romeo y Julieta en el Teatro Principal de Valencia, de las puestas de Lady Macbeth y El barbero de Sevilla en el Teatro Real de Madrid, y de Edipo XXI en el Grec de Barcelona.
Trabajó en el teatro de Torino (Roma), en Finlandia, en EE.UU. En Argentina, hizo producciones generales de espectáculos en el Teatro Colón (ahora trabaja en un libro de imágenes sobre el teatro). Desde 1966, expone en galerías de Argentina, México e Italia.
Cuando aún la palabra performance no circulaba en el mainstream del arte, ella se lanzó a experimentar. De muy chica, Schussheim, asistía a las experiencias del Di Tella como espectadora entusiasta: recuerda que era una “especie de gruppie fascinada por los diseños de Juan Carlos Distéfano”.
Stoppani y Giménez se conocieron cuando Stoppani expuso en los años sesenta en la galería Lirolay. Luego, se hicieron amigos. Stoppani, gran referente del arte pop argentino, participó activamente en el Instituto Di Tella, formando parte del núcleo fundacional de la vanguardia artística local en los años sesenta. Tras recibirse como arquitecto en 1962, se dedicó a la escultura y a la escenografía. Diseñó y actuó en instalaciones y performances que marcaron época. A fines de la década del sesenta, se trasladó a París, donde vivió más de 40 años y trabajó con figuras como Jean Louis Barrault, Jérôme Savary, Roland Petit, Copi y Jorge Lavelli. En 1970, Alfredo Arias lo invitó a crear el vestuario de la obra Eva Perón de Copi.
Tres trayectorias deslumbrantes confluyen en esta muestra que deviene una escena expandida, donde el teatro se vuelve materia plástica, y la imaginación, un territorio sin reglas. A través del espejo no sólo propone un viaje hacia lo fantástico, sino también un reencuentro con la potencia transformadora del arte como forma de vida. Allí, donde los lenguajes se entrecruzan y los cuerpos se metamorfosean, Schussheim, Giménez y Stoppani confirman que la libertad sigue siendo la fuerza estética más radical.
Para agendar
A través del espejo. De lunes a viernes, de 11 a 19, en José León Pagano 2649.