Sofía Piñeiro, enfermera argentina en misiones en Gaza: “Mis colegas solo esperan el final del calvario”

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La primera vez que entró en la Franja de Gaza, la guerra todavía estaba a unos diez kilómetros de su ubicación. Le “parecía que una invasión en Rafah -a dónde había llegado para su novena misión de Médicos Sin Fronteras- era imposible”, pero veía las oleadas de gente que llegaba desplazada por el bombardeo israelí y sólo podía pensar en lo inédito de la situación en la que se encontraba, “un campo de refugiados dentro de una ciudad”.

Era febrero de 2024, y en los cuatro meses que llevaba la guerra en el enclave, la ofensiva israelí llegaba hasta Khan Younis, de donde venía el sonido de la artillería que escuchaba Sofía Piñeiro, enfermera argentina, que había decidido ir a dar asistencia humanitaria como coordinadora de enfermería en un conflicto que seguía desde lejos, con regularidad.

“Fue de las primeras oportunidades en las que lo tuve que pensar varias veces”, recuerda Sofía del momento en que tuvo que tomar la decisión sobre viajar a Gaza. Créditos MSF

Ahora, con la retirada parcial de las tropas israelíes en la Franja y la expectativa por el cumplimiento de Hamas del plazo para la liberación de los 48 rehenes cautivos en Gaza desde el ataque del grupo terrorista al sur de Israel el 7 de octubre de 2023, Sofía conversó con LA NACION para contar su experiencia en Gaza como profesional de la organización catalana sin fines de lucro y dar su testimonio del progreso de un conflicto que podría estar llegando a su fin o, al menos, a un impasse.

El avance de la guerra

Acostumbrada como estaba a trabajar en condiciones adversas, “desde instalar un centro de salud de bambú en un campo de refugiados” hasta trabajar en “una clínica móvil con autos alrededor de mozambique atendiendo desplazados por la guerra”, el llamado a participar en la misión en Gaza hizo, no obstante, dudar a Sofía.

“Fue de las primeras oportunidades en las que lo tuve que pensar varias veces porque sabía que me estaba exponiendo a otro nivel de cercanía con el conflicto”, dice, pero terminó accediendo, tal vez, por una sensación todavía prevalente de que su rol como voluntaria en la ayuda humanitaria la dotaba de cierta seguridad.

“Se me explotaba la cabeza de pensar que fuera posible

La primera vez, eran autos pintados con colores de su organización los que la transportaban a ella y sus compañeros por las calles de Gaza mientras eran recibidos por cientos de palestinos que festejaban y los aplaudían a su paso. Las misiones de ayuda humanitaria todavía duraban dos meses, uno menos que lo habitual para una misión de emergencia pero lo suficiente para que la organización pueda hacer coincidir las rotaciones entre los equipos. Cada vez que salía uno, el próximo estaba esperando para entrar.

Eso no significaba, sin embargo, que la crisis humanitaria fuera menos grave.

Más de 29.000 palestinos ya habían muerto desde el inicio de la guerra, según informaba el Ministerio de Salud de Gaza, que no distingue entre civiles y combatientes y que, aunque esté controlado por Hamas, ofrece cifras que son consideradas por las Naciones Unidas como las más confiables en los tiempos de guerra.

Palestinos reciben atención médica en el hospital Kamal Edwan, en Beit Lahia, en el norte de la Franja de Gaza, el 29 de febrero de 2024

Por entonces, Hamas gobernaba el territorio desde 2007, cuando derrocó a la Autoridad Palestina en elecciones, y todavía mantenía cautivos 127 de los rehenes secuestrados en su ataque a Israel.

Gran parte del enclave había quedado reducido a escombros por la intensidad del fuego israelí dejando sin hogar, según diferentes estimaciones, a más del 85% de los 2,3 millones de habitantes de la Franja. De todos esos desplazados, la gran mayoría llegó precisamente a Rafah, en el extremo sur del enclave que bordea con Egipto, donde Sofía y su equipo trabajaban.

“Esa vara de lo que era moralmente imposible se fue corriendo mes a mes y hoy ya no se donde está el límite”, dice Sofía hoy, con casi dos años de guerra a las espaldas. Créditos MSF

En aquella primera misión, la mera cantidad de gente que había en la ciudad le había hecho descartar a la enfermera argentina la posibilidad de una invasión israelí. “Se me explotaba la cabeza de pensar que fuera posible” atacar el punto donde miles de personas habían sido dirigidas en busca de refugio, pensaba entonces Sofía.

Pero pronto, “esa vara de lo que era moralmente imposible se fue corriendo mes a mes y hoy ya no se donde está el límite”, dice Sofía hoy, con casi dos años de guerra a las espaldas.

La segunda vez que viajó al enclave, en julio de 2024, “la invasión en Rafah ya había sucedido”, y los palestinos buscaban resguardo en Khan Younis, “que estaba siendo bombardeada” mientras Sofía estaba ahí.

Niña palestina en un vertedero junto al campamento improvisado donde su familia se refugia, en Khan Younis, al sur de la Franja de Gaza, el martes 30 de septiembre de 2025

La enfermera se percata de que ese nuevo lugar de refugio era donde pocos meses atrás ella misma oía caer las bombas. “La gente -dice Sofía- tuvo que volver a escombros e instalarse por ahí”, en lo que alguna vez supo ser la segunda ciudad más grande del enclave palestino.

Para entonces, las órdenes de evacuación eran diarias, los desplazados constantes, y las actualizaciones de los mapas de la zona por los que los miembros de la organización sanitaria podían moverse eran frecuentes.

Todos los días, también, se escuchaba el bombardeo acercarse a dónde se habían ubicado para trabajar, justo del otro lado de la ciudad. Entonces, ya eran autos blindados, en un convoy de la ONU, los que la transportaban a ella y su equipo, “porque atravesabas una zona de guerra”.

Un campamento de palestinos desplazados se extiende en Khan Younis, al sur de la Franja de Gaza, el domingo 28 de septiembre de 2025

Los conteos del ministerio de salud de Gaza arrojaban más de 38.400 muertos por la ofensiva israelí, y unos 111 rehenes seguían cautivos, un tercio de ellos presumiblemente muertos, según las autoridades de Israel.

El hospital Al Nasser

En esa segunda misión, Sofía trabajó en uno de los hospitales de referencia de Gaza, el Al Nasser, que poco después de la visita de la enfermera argentina sería bombardeado por el Ejército israelí. Su equipo de MSF, “porque había otros”, fue a darle soporte al área de pediatría y maternidad del centro de salud, al que Sofía compara con el Hospital Tornú de Buenos Aires por sus dimensiones.

Todos los días, la enfermera argentina entraba al edificio de tres plantas, tomaba uno de los pasillos de la izquierda, y empezaba su día laboral en medio del estruendo constante de drones y bombas y la posibilidad siempre latente del arribo de un nuevo contingente de desplazados.

7 de septiembre de 2025, Territorios Palestinos, Khan Younis: Un niño palestino observa a los heridos y muertos en el Hospital Al Nasser

“Ahí en el hospital vi esa otra cara que no conocí la primera vez, que es la cantidad de chicos internados y gente buscando acceso a la salud, un hospital desbordado de una manera que yo no había visto en ocho años”, recuerda Sofía de esa experiencia.

“Tres chicos por cama, tres más en el piso de la habitación, y cinco más en el pasillo”, rememora la enfermera, que se quedaba perpleja mirando las salas superpobladas sin saber cómo proceder. “Nos quedábamos cortos de insumos, de camas, ya era difícil priorizar qué paciente estaba peor que cual y en qué cama”.

Por entonces, la desnutrición y la hambruna aún no eran una realidad difundida en Gaza, pero “ya veíamos muchísimos casos moderados y cada vez más casos severos”, dice Sofía.

El cuerpo de Jamal al-Najjar, de 5 años, tras su fallecimiento en el Hospital Al Nasser de Khan Younis, al sur de la Franja de Gaza, el martes 12 de agosto de 2025

El anuncio de la primera fase del acuerdo -dice hoy Sofía- supone un momento de alivio para la población palestina exhausta y hambrienta, y un gran alivio para las familias de todos los rehenes”, pero advierte de la necesidad de actuar con urgencia para evitar que el escenario de la Franja empeore.

Cualquier alto el fuego debe ir seguido de un aumento urgente y masivo de la ayuda humanitaria para abordar las abrumadoras necesidades médicas, psicológicas y materiales en una Gaza devastada», recuerda la enfermera.

Palestinos desplazados caminan por la carretera costera cerca de Wadi Gaza, en el centro de la Franja de Gaza, dirigiéndose hacia el norte, el viernes 10 de octubre de 2025

“Si se estableciera un cese al fuego, las organizaciones humanitarias finalmente podríamos acceder a todo el territorio y llegar a las comunidades aisladas en las zonas de evacuación. Sobre todo, podríamos dejar de preocuparnos por nuestra propia seguridad y concentrarnos en lo que más importa: asistir a la población», considera Sofía.

Mis colegas palestinos repiten a diario que solo esperan el final del calvario de preocuparse por sobrevivir y por sus familias mientras trabajan. Un cese al fuego sería, sin duda, un alivio; pero recién entonces, cuando puedan dejar de pensar en sobrevivir, comenzarán a procesar el duelo por lo vivido en estos dos años, y será fundamental acompañarlos de cerca para sostenerlos”, dice Sofía, quién se asegurará de mantener el contacto con sus colegas palestinos pase lo que pase con la guerra.

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