Hay lugares del jardín que parecen olvidados por el sol. Rincones húmedos, pasillos sombríos, patios internos donde la luz apenas se filtra unas pocas horas al día.
Sin embargo, lejos de ser un problema, estos espacios esconden una oportunidad: son el escenario ideal para crear jardines con otra estética, más íntima, sutil y misteriosa.
El jardín de sombra permite trabajar con una paleta distinta, donde se valoran más las texturas, las formas y los matices de verdes que el color estridente de las flores.
La clave está en elegir especies adaptadas a crecer bajo esas condiciones: helechos, hostas, marantas, calatheas y alocasias son verdaderas expertas en sobrevivir (y lucirse) en ambientes de baja luz. Muchas de ellas, además, tienen un follaje decorativo que compensa de sobra la falta de flores.
En vez de pelear contra la falta de luz, diseñadores y jardineros experimentados proponen aprovecharla para crear paisajes delicados y enigmáticos
Combinaciones que funcionan
Un buen truco para armar un jardín de sombra es mezclar plantas de diferentes alturas y texturas.
Los helechos aportan volumen y frescura, mientras que los acantos (Acanthus mollis), las aves del paraíso (Strelitzia nicolai) y los bananeros (Musa x paradisiaca) aportan volumen y estructura.
El ficus hojas de lira (Ficus pandurata) es muy resistente a la sombra en espacios acorralados y tiende a subir y desarrollar copa en altura luego de varios años.
Las orejas de elefante (Alocasia macrorrhizos) suman hojas grandes y brillantes y son especiales para un diseño con aire tropical, pueden alcanzar 1,5m de altura y otro tanto de diámetro.
La monstera (Monstera deliciosa) se identifica por las raras perforaciones de sus grandes hojas. En su lugar de origen puede alcanzar hasta 10m de altura, pero en un patio reparado crece de manera más modesta, llega como máximo a 3m de alto.
Para los bordes o canteros bajos, las dichondras o las tradescantias se comportan como cubresuelos resistentes. Y si el espacio lo permite, una aspidistra —famosa por su dureza y por tolerar lugares muy sombríos— puede ser el punto focal.
El liriope también es otra planta que se puede usar como cubresuelos en zonas con poca luz. Hay variedades de follaje completamente verde, de distintos tamaños o alturas y de flores blancas o violetas.
Otras especies que se usan como cubresuelos en la sombra son las vincas, las hiedras, la salvia procurrens y muchos plectrantus.
Cuidados especiales
En estos jardines la humedad es aliada, pero conviene cuidar que no se vuelva excesiva y provoque hongos. El suelo debe ser suelto y rico en materia orgánica, algo que se puede mejorar con compost o humus de lombriz.
Otro detalle importante: no todas las sombras son iguales. Las de galería o de árboles altos permiten más aireación y mejor luz filtrada. Las sombras de patios cerrados o muros requieren plantas aún más resistentes y riegos controlados.
Flores en penumbra
El mito de que sin sol no hay flores se cae apenas uno empieza a explorar el mundo de las plantas de sombra. Existen muchas especies capaces de florecer en rincones con muy poca luz directa.
Algunas de estas flores son populares, otras menos conocidas, pero todas tienen algo en común: logran embellecer espacios donde otras plantas apenas sobreviven. Desde patios húmedos hasta canteros al pie de un árbol, estas son algunas de las aliadas infalibles para sumar color en penumbra.
Originaria del sur del continente, la aljaba (Fuchsia magellanica) es una planta noble, ideal para jardines frescos y húmedos.
Sus flores colgantes, en forma de campanitas violetas y fucsias, aparecen durante gran parte del año y atraen colibríes incluso en espacios sombríos. Se cultiva bien en maceta o en suelo, y prefiere lugares resguardados del sol fuerte y del viento.
El jardín de sombra puede ofrecer floraciones encantadoras si se eligen especies adaptadas al bajo requerimiento lumínico
La anémona japonesa (Anemone × hybrida) es una especie perenne de floración otoñal ideal para borduras en sombra parcial o total.
Con tallos largos y elegantes, sus flores simples o semidobles en tonos blancos o rosados aportan ligereza y movimiento. Tolera bien el clima templado y se adapta a suelos ricos en materia orgánica y con buen drenaje.
Muy difundida en jardines del norte y centro del país, la azalea del delta o del país (Rhododendron indicum) soporta bien la sombra y el clima húmedo.
Sus flores, que pueden ir del blanco al fucsia intenso, se abren en pleno invierno y principios de primavera, justo cuando muchas otras especies están en reposo. Ideal para cultivar en tierra ácida o en macetas grandes.
Famosa por su resistencia y bajo mantenimiento, la clivia (Clivia miniata) es una opción infalible para patios y balcones sombríos.
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Sus hojas en forma de cinta forman matas densas y verdes todo el año, mientras que en otoño o principios de primavera lanza una inflorescencia naranja o amarilla que sorprende por su intensidad. No necesita sol directo y prospera incluso con riegos escasos.
Aunque menos conocida que la hortensia tradicional, la bergenia (Bergenia crassifolia) —también llamada “hortensia de invierno” por su floración precoz— es perfecta para cubrir sectores difíciles del jardín.
Forma grupos de hojas grandes y redondeadas que en invierno se tiñen de rojizo, y da flores rosadas que se elevan en tallos firmes. Le gusta la sombra y el suelo fresco.
El lirio del caminante (Neomarica candida) es ideal para cubrir bordes o macetas colgantes.
Sus sofisticadas flores blancas con marcas azules y lilas son efímeras pero abundantes en primavera. Es muy fácil de propagar y resistente a todo tipo de descuidos.
En ambientes umbríos, el follaje toma protagonismo y el diseño se apoya en texturas y contrastes verdes
De aspecto elegante y compacto, el liriope (Liriope muscari) se comporta como una excelente especie de relleno en jardines con sombra.
Sus hojas largas y arqueadas forman matas densas, y en verano lanza espigas florales de color violeta que sobresalen como pequeñas sorpresas. Tolera el pisoteo moderado y crece bien incluso debajo de árboles.
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Estas flores demuestran que el sol no es el único requisito para un jardín lleno de vida. Con planificación, también los sectores más oscuros pueden convertirse en rincones de belleza inesperada, donde la sombra no es un límite sino una oportunidad.