Benjamín López y su hijo Carlos, dos migrantes indígenas oriundos de San Juan Chamula, en el estado mexicano de Chiapas, emigraron a Estados Unidos en busca de un mejor porvenir. Consiguieron trabajo en un restaurante en Pittsburgh, Pensilvania, donde luego fueron sorprendidos por una redada del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), detenidos y deportados.
Ya en su país natal, contaron la difícil situación que atraviesan: se habían endeudado para cruzar la frontera. “Mis sueños quedaron allá”, lamentó el mayor de ellos.
Redada del ICE en Pittsburgh: el fin del sueño de dos migrantes mexicanos
Padre e hijo contaron en una entrevista con la agencia EFE que ambos trabajaban en un restaurante mexicano en la ciudad de Pittsburgh, Pensilvania. Allí cumplían tareas en la cocina y en el área de preparación de alimentos.
Según relataron, días atrás agentes del ICE rodearon el local y realizaron una redada sin previo aviso y los arrestaron. “Nos trataron como si fuésemos asesinos”, dijo Benjamín, quien agregó que los oficiales los “esposaron de manos, pies y cintura”. Si bien dijo que en el operativo no hubo golpes, remarcó que “a algunos compañeros los tiraron al suelo”.
Carlos, todavía conmocionado por la escena, recordó que intentaron esconderse en el techo del restaurante, pero una agente subió con un arma y les gritó: “¡Manos arriba, cabr…!”. El joven, que llevaba apenas tres meses en Estados Unidos, aseguró que en ese momento pensó en su familia y en todo lo que habían dejado atrás.
Arrestados, sin derecho a defender su pedido de asilo
Durante la detención, Carlos explicó que estaba en proceso de asilo, pero las autoridades migratorias no le permitieron presentar su caso.
Tanto el padre como su hijo denunciaron que no tuvieron acceso a ningún tipo de defensa legal antes de ser deportados. Benjamín sostuvo que las autoridades no los escucharon. “Te preguntan por qué vienes [a EE.UU.], te dicen que México está bien, pero eso no paga la renta ni alimenta a tus hijos”, señaló.
Benjamín vivió en Estados Unidos durante dos años y siete meses, tiempo en el cual trabajó en construcción y en restaurantes. Carlos, por su parte, dejó la escuela secundaria para acompañar a su padre en busca de una oportunidad. “No quería estudiar, quería trabajar”, afirmó.
El costo de la deportación: deudas y sueños rotos
Para poder cruzar a Estados Unidos, Benjamín contrajo una deuda de US$25.000. Según explicó, el ICE les ofreció quedarse unos días más en el país norteamericano si pagaban hasta US$10.000, pero como no contaban con ese dinero, fueron deportados de inmediato. “No tuve opción más que volver con las manos vacías”, se lamentó.
El traslado de regreso a México fue largo. Les asignaron tres vuelos desde Pittsburgh hasta Ciudad Juárez y luego recibieron US$100 para continuar hasta San Cristóbal de las Casas, en Chiapas. Al llegar, el gobierno mexicano les entregó una tarjeta del programa Bienestar con 2000 pesos (US$100), una suma que, según Carlos, no cubre ni el costo de los pasajes.
Benjamín recordó que su meta era juntar dinero en EE.UU. para construir una casa para su familia de nueve integrantes, algo que ahora no podrá cumplir. “Mis sueños quedaron allá”, expresó con tristeza. Su hijo agregó que él solo quería trabajar y ayudar a su familia: “No hay oportunidades aquí”.
Ambos remarcaron que, para ellos, Estados Unidos representaba una esperanza de progreso, que ahora quedó trunca. “A los verdaderos criminales no los buscan así. Nosotros no le hicimos daño a nadie”, aseguró Benjamín.