Su vida estaba apagada y un sueño recurrente la reencontró con un amor de hace 40 años: “Saldar cuentas pendientes”

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Mucha agua había corrido bajo el puente. Elena se miró al espejo y analizó la mirada apagada que este le devolvía. Sin dudas, ya no era esa chica de pelo claro, sedoso, largo, ojos grandes color avellana y gran sonrisa. Varias arrugas enmarcaban su mirada, las ojeras eran difíciles de disimular y lejos estaba de tener la codiciada cintura avispa de su juventud.

Tres hijos adultos, un divorcio áspero y varios desengaños propios de la vida le habían apagado el brillo en sus ojos. Amante de la poesía, recordó un pasaje de Los sonetos de Orfeo de Rainer Maria Rilke, donde decía:

Una muchacha casi era, y brotaba

de tan alta fortuna, canto y lira,

por su primaveral velo brillando

mientras se hacía un lecho en mis oídos.

La muchacha se fue, pensó afligida Elena, antes de tomar su cartera, subirse al auto y recorrer menos de 10 kilómetros hasta llegar a lo de su terapeuta.

Una sesión y el recuerdo de un hombre: “En este instante te brillan los ojos”

`La juventud externa puede desaparecer, pero el brillo en los ojos y la sonrisa nunca. Pueden perderse, pero es posible volver a encontrarlos´, le dijo su psicóloga al escuchar a Elena y sus miedos recientes.

Para Elena, la frescura y luminosidad, la verdadera alegría, habían quedado enterradas en la adolescencia y sus años universitarios, allá, por la década del ochenta del siglo pasado. Tal vez por eso, en sus sueños había un rostro que aparecía una y otra vez, la del chico que le había gustado tanto en el secundario, alto, de ondas castañas y ojos azules hipnóticos. Elena lo compartió con su terapeuta, que tras escucharla con atención, le dijo: `En este instante te brillan los ojos´.

“Pedro. Ese es su nombre”, cuenta Elena hoy, mientras comparte su experiencia. “Tuvimos algo breve, típico de la edad. Inocente, pero mágico e intenso. Recuerdo un baile en lo de algún amigo, esos asaltos”, sonríe. “Bailamos un lento, nos dijimos cosas hermosas, nos besamos, nos elegimos como novios, pero hubo algo que se repitió toda mi vida, mi tendencia a elegir hombres emocionalmente no disponibles por algún motivo. En su caso, su familia se iba a vivir a Estados Unidos en tres meses. A esa edad, creo que teníamos dieciséis, no hay espacio para pensar en irse atrás de un amor. Sufrimos, nos escribimos cartas a la distancia, pero el tiempo y las cosas propias de la edad nos distanciaron”.

En sus sueños y despierta, Elena añoraba su juventud perdida.

Detectives exitosos, contar hasta tres y lanzarse a lo inesperado

`Estuve pensando en Pedro´, le contó Elena a su mejor amiga. Si bien su amiga no había compartido con ella los años de escuela, había escuchado hablar de él alguna vez, aunque en pocas ocasiones.

Entonces Elena le contó acerca de sus sueños, su terapia y el hecho de que sus ojos habían brillado al hablar de él. Que había sonreído con ganas. `Buscalo, hoy con las redes sociales todos somos detectives exitosos´, lanzó su amiga a carcajadas.

A Elena le pareció una locura, de solo pensarlo le dio un golpe de adrenalina, atravesado sobre todo por el temor: “Pero me senté esa noche en la compu y lo busqué en Facebook. Ya saben, los grandes seguimos usando Facebook”, cuenta con una sonrisa, mientras evoca esa noche.

Ahí estaba, arrugas enmarcando su semblante, menos pelo castaño, pero los mismos ojos azules que la habían enamorado. Miró el cartel de enviar solicitud de amistad, contó hasta tres para darse coraje, e hizo clic.

La magia, el halo rosado y lo que queda: “Era lo que necesitaba ese día que me vi en el espejo”

Hablaron durante los siguientes tres meses. Pedro la aceptó de inmediato y con inmensa alegría. ¡Claro que la recordaba! ¡Claro que quería saber todo de ella! Seguía en Estados Unidos, también era divorciado y tenía un hijo que andaba por el mundo. Y, casi de inmediato, le reveló una noticia que le dio un vuelco en el corazón: estaría visitando Buenos Aires para fin de año.

Un reencuentro mágico.

El reencuentro fue maravilloso y hoy, mientras Elena trata de ponerlo en palabras, sonríe casi con picardía: “Digamos que fue mágico”, dice. “Hay capítulos en la vida que quedan abiertos. Hay palabras que quedan por decir, besos que quedan por dar, pasiones que se tienen que liberar. Somos afortunados cuando podemos saldar cuentas pendientes”, agrega.

Pedro regresó a su país, Elena permaneció en Argentina. Esta vez tampoco hubo ideas alocadas de revolucionar la vida para ir tras un amor. Y para ella, así estuvo muy bien. Se siguen escribiendo con cariño y un halo rosado. Solo disfrutan de ese diálogo puro sin pensar en proyecciones, lanzar promesas, ni mantos oscuros.

“Él quedará en mi corazón siempre como un amor ideal, y me gusta que así sea”, dice Elena. “Y gracias a él recuperé la confianza en mí misma y siento que volvió el brillo a mis ojos. No atravesamos juntos cuarenta años de alegrías y penas. Por eso pudimos vernos con los ojos de la juventud, como si no hubiera pasado tiempo en el medio. Y eso era lo que necesitaba ese día que me vi en el espejo”.

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