Ética y respeto. Lo primero define su forma de transitar su notable trayectoria artística. Lo segundo da cuenta de lo que genera en colegas y público, luego de toda una vida dedicada al canto y la docencia. Lo uno y lo otro definen a Susan Ferrer, la mujer que llegó de Paraguay cuando era una niña y se construyó a sí misma.
De aquel dúo incipiente junto a su hermano pasó a ser la protagonista excluyente de Jesucristo Superstar, la fallida producción que sufrió un atentado en su estreno; tiempos de conservadurismos violentos.
Hace pocos días, la artista volvió a ese mismo teatro en proceso de reconstrucción y deleitó con su voz, por momentos quebrada por la emoción.
Hizo todo y más. En su último disco, Entre amigos, fue anfitriona y cantó con enormes colegas como Sandra Mihanovich, Litto Nebbia, Rubén Rada, Julia Zenko, Juan Carlos Baglietto, Marilina Ross, Karina K, Adriana Varela, Ligia Piro y su hija, la cantante Anahí Core, que sigue sus pasos en el canto y la docencia. El repertorio habla de su versatilidad y la presencia de esos nombres del espacio que ocupa en el prestigio ante sus colegas. No siempre sucede.
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-Hace pocos días, fuiste partícipe del lanzamiento del Teatro Argentino, ¿cómo viviste ese acontecimiento tan simbólico para la historia y la cultura de nuestro país.
-Se me vinieron 52 años encima. La última vez que lo vi fue cuando me paré en la vereda de enfrente y escuchaba cómo se desmoronaban las paredes.
-¿Cómo te anoticiaste de aquel atentado?
-Mi mamá escuchó por la radio que se estaba quemando el teatro y me despertó para contarme. Enseguida sonó el teléfono, los compañeros nos fuimos alertando y convocando para encontrarnos en la puerta.
La sala, ubicada sobre la calle Bartolomé Mitre, en el corazón de Balvanera, era propiedad de Alejandro Romay. El empresario, al que no sólo se le deben páginas doradas de la producción nacional televisiva, también se aventuraba con la escena a todo o nada.
El 2 de mayo de 1973, en la madrugada previa al estreno del musical Jesucristo Superstar, una organización conservadora atentó con 25 bombas molotov que truncaron no sólo el debut de la pieza -que tuvo varias temporadas en Broadway, España y Latinoamérica- sino también con ese edificio que se convirtió en un ataúd de escombros que durante medio siglo se convirtieron en el memorial de la intolerancia.
-¿Nunca más volviste a pasar por la puerta de la sala?
-Nunca más. No olvidaré jamás el momento en el que ingresé a la oficina de Alejandro Romay, pegada al teatro.
-¿Cómo lo encontraste?
–Vi a un hombre tirado sobre su escritorio llorando como un chico. Nos abrazamos y lloramos juntos. Me dijo, “nena, ¿qué nos pasó? ¿Qué es esto?”. Mientras, se escuchaba cómo se quemaba y derrumbaba todo. Hasta se destruyeron todos los instrumentos que se habían traído del Teatro Colón, tampoco quedó nada del vestuario; era una puesta idéntica a la de Broadway.
Al momento de las detonaciones que redujeron el edificio a cenizas, se encontraba en la sala Charles Gray, el repositor que había llegado de Estados Unidos para supervisar la puesta porteña. “También estaban los técnicos haciendo los últimos ajustes y terminando de pintar la escenografía. Cuando los responsables de la organización que detonó las bombas ingresaron a la sala y preguntaron por el director, nadie les dijo que estaba allí. Tiraron las bombas y se fueron”.
-¿Murió gente en el atentado?
-No, porque encerraron a técnicos y obreros en un baño cercano a la calle, así que pudieron abrir la puerta y escapar.
-Un grupo conservador se adjudicó el atentado.
-Así fue, creo que el odio no tiene banderas.
Susan Ferrer iba a personificar a María Magdalena, uno de los personajes excluyentes de la historia con texto de Tim Rice y composiciones musicales de Andrew Lloyd Webber: “Era un sueño hacer ese proyecto, amaba al personaje. Alejandro Romay, antes del preestreno, me dijo: ‘Será un antes y un después en tu carrera’. No me dejaba hacer notas hasta después del estreno, porque, según él, se me avecinaba el estrellato”.
-¿Qué “molestó” de la propuesta?
-Contar la vida de Cristo, según el Evangelio San Mateo, no tenía nada de malo. Incluso, Romay realizó varias funciones (preestrenos) convocando a la Curia para que pudieran conocer de primera mano qué se contaba. Fue inexplicable lo que sucedió.
Al empresario, algunos colegas le ofrecieron sus salas para poder estrenar la obra, incluso le llegó una propuesta del Teatro San Martín. “También se pensó en hacerlo al aire libre, en las plazas, pero ya sin la tecnología de vanguardia que iba a tener nuestra puesta”.
-¿Romay no tuvo intenciones de reponer la versión?
-Sí, él quería estrenar de cualquier forma, pero, siempre le sonaba el teléfono con amenazas. Le llegaron a decir “si hacés la obra, uno de los actores es boleta”. También en mi casa sonaba el teléfono con amenazas de muerte o, caminando por la calle, me cruzaban autos de manera muy violenta.
Antes, el “Zar” también había producido la versión de Hair de la que también había formado parte la actriz y cantante. “Y me convocaba permanentemente para cantar en Canal 9, trabajé mucho con él”. Durante las temporadas 1971 y 1972, Ferrer ya había deslumbrado al público con su rol en ese musical que se había podido ver en el Teatro Argentino que tendría un futuro luctuoso.
“Le debo mucho a Alejandro Romay”, reafirma, quien fuera la icónica voz latina del tema “Verano italiano”, letimotiv de Mundial de Fútbol de 1990.
El 25 de agosto pasado, Susan Ferrer generó el momento más emotivo de la noche de reinauguración del foyer del histórico espacio cuando interpretó “No sé cómo amarlo”, uno de los temas más importantes de Jesucristo Superstar.
Habían pasado 52 años de aquella función de preestreno. “Cuando volví a pisar la sala, me pareció escuchar las voces de queridos compañeros tan talentosos como Horacio Fontova, Mirta Busnelli y Rubén Rada”.
-Entonces, ¿nunca más pasaste por la puerta del Teatro Argentino?
-Jamás, mi corazón se destrozaba de solo imaginarlo. No podía. Por eso, cuando, hace poco, volví a cantar allí, gracias a la convocatoria de Diego Oria y Matías Taverna, desempolvé recuerdos, volví a recordar cosas que tenía muy guardadas, porque, en la vida, los dolores los guardamos bajo siete llaves.
-¿Cómo te repusiste al dolor de no poder estrenar?
-Me fui mucho tiempo del país, fue muy duro.
Partir
-Después del atentado en el Teatro Argentino, ¿Dónde te radicaste?
-Primero me fui a trabajar a Paraguay, Brasil y Colombia y luego me radiqué en Francia. En 1975, con Moria Casán, estrenamos un espectáculo en París. Me quedé un año trabajando allá.
Aquel espectáculo se tituló Argentina en la torre Eiffel. “Fue una propuesta hermosísima, yo representaba a la canción popular y Moria (Casán) a la revista y el show, tuvimos mucho éxito”.
La propuesta se montó en el restaurante de la famosa torre creada por el ingeniero Gustave Eiffel. “Una noche nos fue a ver Naná Mouskouri, quien me felicitó por el trabajo, todo era un sueño, pero, si bien nos fue muy bien, extrañaba muchísimo”.
“Nací en Paraguay, pero mi familia se mudó a la Argentina cuando yo tenía siete años”. A pesar de haber transcurrido la mayor parte de su vida en Buenos Aires y de haberse consagrado en nuestro país, algo de su tierra natal repercute aún en ella: “Tengo recuerdos sensitivos, aún huelo los jazmines, el verde de sus plantas y la tierra colorada; y a mis retinas siempre regresa ese cielo que era un techo de estrellas que nunca más volví a ver y que parecía que uno podía tocarlo con las manos”.
Hace un cuarto de siglo que no pisa la ciudad de Asunción, ese lugar en el mundo que le dio identidad: “Allí siempre hay música; caminás por la calle y escuchás arpas y guitarras o a la gente cantar”, dice con todo el romanticismo posible.
-¿Te sentís paraguaya o argentina?
-Mi corazón tiene las dos nacionalidades, pero mi vida está en Argentina, mi familia vive en Buenos Aires. Amo a Paraguay, me siento parte de esa tierra, pero también siento que Argentina me dio todo, es mi lugar.
-¿Cómo nació la vocación artística?
-Fue de manera lúdica. Éramos cuatro hermanos y Mimí, que era la mayor, nos hacía jugar o nos daba “prendas” para cumplir.
Uno de esos desafíos que le tocó en suerte fue cantar “La novia”, el hit de Antonio Prieto. Y algo se encendió. Hasta ese momento, la pequeña Susan lejos estaba de soñar con el mundo del espectáculo.
“No era la nena que le cantaba a la familia”. Sin embargo, el desafío impuesto por su hermana logró la epifanía vocacional, al punto tal que terminó conformando Susan & Bill, dúo integrado junto a su hermano Hernán, que fue un suceso a fines de la década del sesenta.
-Entonces, la canción “La novia” operó el milagro.
-Cuando canté para mi familia aquella canción, sentí que algo en mi pecho se abrió y que una voz interna me decía “esta sos vos y es lo que vas a hacer toda tu vida”.
Tenía ocho años y, claramente, esa manifestación interior fue una corazonada precoz que no le falló. A la semana de aquel “debut” familiar, la pequeña Susan se sumergió de prepo en un recital que brindaba su hermano, ya músico con aspiraciones consagratorias. “Fue en un festival en Virreyes, donde me oyó un cazatalentos de Radio Splendid, quien le dijo a mi mamá que yo era muy desenfadada, cantaba muy bien y que le gustaría que firmara un contrato para ser parte de esa emisora. Mi mamá me preguntó si me interesaba y, por supuesto, no lo dudé”.
La pequeña Susan debutó en un espacio donde se destacaban nombres como los de Sandro y Los de Fuego, Siro San Román y Leo Dan. “Ahí arranqué, siendo una nena, y no paré más”.
Ya conformado Susan & Bill, el éxito no se hizo esperar. “Oscar Toscano, que era el arreglador de Palito Ortega, nos produjo. Éramos la contrapartida de Bárbara y Dick. Ellos eran de Canal 13 y nosotros de Canal 9. Trabajé mucho con mi hermano hasta que él se enamoró, se casó e hizo su propio camino priorizando lo familiar». Fue justamente Toscano quien decidió el nombre artístico de ambos.
Al tiempo, ya “independizada” de su hermano, el productor Jorge Torres fue quien la bautizó con el apellido Ferrer. En realidad, en el DNI de la artista el nombre real que figura es Angélica Ferreira.
-Si alguien te menciona como “Angélica”, ¿reaccionás?
-No, nunca pude usar mi nombre verdadero.
Más allá de los rótulos, jamás tuvo problemas de mi identidad y mucho menos vocacionales. Tiene estilo propio, algo tan complejo de lograr. Canta desde baladas a rock, desde folklore a tango y a todo le imprime un fraseo muy propio. Al igual que cuando se sube al escenario, como una de las mayores referentes del teatro musical argentino, con títulos en su haber como Amor sin barreras o El hombre de la mancha, “fue uno de mis trabajos actorales más difíciles de hacer”, dice en referencia a Aldonza, ese personaje icónico que en Broadway hizo Sheena Easton.
Nélida, mi suegra
-En un mundo tan mediatizado, donde, redes sociales de por medio, lo público y lo privado se confunden, tu carrera no ha sabido de escándalos ni sobreexposiciones.
-En Hair me creí el cuentito que todos éramos libres e iguales, pero, en la vida, no era así. Fue una época donde desaparecían compañeros de trabajo y a los hippies se los perseguía. Entonces, luego, a partir de Jesucristo Superestar elegí preservarme y no contar mucho.
Fue pareja de Adrián Lobato, hijo de Nélida Lobato, “estuvimos casados durante nueve años”.
-¿Cómo fue ser la nuera de Nélida Lobato?
-La admiraba, aprendí mucho de ella, fue una maestra. Hablábamos mucho sobre arte y, como tenía la posibilidad de viajar, traía música y libros que compartía conmigo.
-¿Cómo recordás sus últimos días?
-Ya no era la esposa de su hijo, sin embargo, con ella muy enferma, hablábamos todas las noches. Me decía: “Me hace feliz verte bien y triunfando con lo que amás hacer”.
-¿Era consciente que se acercaba su final?
-No lo sé, no lo hablamos. Era una mujer con tanta fuerza que trabajó hasta cuando pudo, estando ya muy delgadita.
Finalizada aquella pareja, con los años se casó con el locutor y periodista Miguel Core, con quien lleva casi 50 años de matrimonio. “Tuve la suerte de encontrar un hombre maravilloso como es el papá de mi hija”.
-¿Cómo se conocen?
-Lo conozco desde mis 14 años, cuando ambos trabajábamos en Canal 9. Yo ya cantaba y él ya estaba dando vueltas en el medio. Miguel se hizo “en el barro”, fue desde tiracables y camarógrafo hasta llegar a ser periodista y conductor.
-Eran muy chicos.
-Él era amigo de mi hermana, así que yo sabía sobre su vida y él sobre la mía. Éramos familia lejana porque mi mamá y mi hermana lo amaban.
-Hasta que…
-La vida nos unió cuando tuvimos el mismo representante, que era muy pillo, quiso promocionar un show, en el que yo participaba, lanzando un chimento falso.
Cuenta la leyenda que el infundio afirmaba que el locutor asistía a todos los ensayos para estar “cerca” de Susan Ferrer, estrella de la compañía. “Le dije ´Miguel, no sé quién inventó esto, pero no tengo nada que ver´”. Sin embargo, “un día me llevó a mi casa, nos dimos un beso y no nos separamos nunca más”. Pasaron 45 años.
-Anahí sigue la estirpe.
-Es una gran hija y es muy talentosa. Y mi nieta Clarita ya me dice “abuela, quiero subir al escenario”, tiene muchas condiciones, evidentemente lo que se hereda no se hurta.
Además, Susan es abuela de Juan, su segundo nieto, definido por la artista como “el hombre de mi vida”. Su yerno le dice “suegrita” y Susan no duda en afirmar que “es un sol de persona”, sobre ese otro eslabón insoslayable de su hermosa familia.
Toda su vida ejerció la vida artística, como cantante y actriz, y como una de las más convocadas docentes de canto, con varias generaciones de artistas noveles y profesionales en su haber.
“Alguna vez pensé que, cuando comenzara a enseñar, dejaría de subirme sobre un escenario, pero entendí que se pueden hacer las dos cosas”.
Maestra de tantas generaciones, antes de la despedida, reconoce que “me gustan mucho los nuevos artistas, siempre que hagan su trabajo bien, con profesionalismo” y no duda en mencionar a un nombre muy trascendente, “amo lo que hace Wos”, afirma con voz autorizada.
Para agendar
Susan Ferrer, concierto. Ciclo de Bares Notables. Bar Almacén Lavalle (Lavalle 1693, CABA)