Tamara Bunke: de música, espías y subversión

admin

Buscaba un libro de mi biblioteca cuando, de entre las hojas de un ejemplar, cayó una carta de Nadia Bunke escrita de puño y letra el 04 de mayo de 2001. En el renglón final decía: “Tamara nunca fue amante del Che”. He aquí la inesperada conexión de esta historia con la música.

Tamara, la joven que pasó a la historia como “Tania, la guerrillera”, fue la hija de Nadia y Erich Bunke, inmigrantes alemanes que se exiliaron en la Argentina en 1935. Nadia era una rusa judía, profesora de alemán en la oficina comercial de la Unión Soviética en Berlín y junto a Erich, una activa militante del Partido Comunista. Contaban con todas las credenciales para un final trágico. Pero la Argentina los salvó, un país alejado, pacífico y abierto a los extranjeros, donde en 1937 nació Tamara y se instalaron hasta el 52, cuando volvieron a Europa a radicarse en la parte socialista de Alemania, a levantar una ciudad nueva, una utopía entre escombros bajo el nombre de Stalinstadt.

¿Cómo llegó Tamara a convertirse en la única mujer de Ñancahuazú, el grupo comandado por el Che en el corazón de la selva donde perdió la vida? Llegó por el camino extremo del fanatismo, el adoctrinamiento y la romantización de la Guerra Fría. Desde la antigua República Democrática (RDA) a la Cuba que diseñó su vida clandestina, pasando por Perú y terminando en Bolivia, donde al cruzar un paso turbulento del Río Grande encontró la muerte en una bala que atravesó su pecho el 31 de agosto del 67. Llegó infiltrada como espía durmiente con identidades múltiples, sirviéndose de su belleza, del dominio de idiomas y sobre todo de la música, el folklore con que recorrió Latinoamérica con un pasaporte falso y una profesión fingida: etnomusicóloga, investigadora del arte popular. Así registraba en un grabador de cinta las melodías y ritmos autóctonos que le permitieron, sin levantar sospecha, recoger y encubrir la información con la que contribuyó a la lucha armada. La música fue clave para entrar al territorio boliviano y a la subversión bajo las órdenes del Che, de quien había quedado deslumbrada cuando en 1960, siendo director del Banco de Cuba, brindó una conferencia en Leipzig y el Consejo de la Juventud Libre la envió a ella de intérprete, una veinteañera orgullosa del origen argentino que compartía con el líder revolucionario.

Hace 25 años entrevisté a Nadia Bunke en Berlín. Después de varias conversaciones aceptó que escribiera una nota. Era la primera vez que concedía un reportaje a un medio argentino y probablemente la última pues a pesar de su vitalidad, ya tenía 90 años. Nos encontramos en el Café Einstein frente a la embajada rusa en Unter den Linden y Glinkastraße. ¡Cómo olvidar el nombre del compositor de Una vida por el zar! Fue amable y generosa. Me regaló la primera edición de Tania, la guerrillera, publicada en Cuba en 1970, y un ejemplar de la versión alemana con la carta de Fidel de 1996 respondiendo al pedido de exhumación de los restos de su hija, que hoy descansan junto a los del Che y los caídos en la selva en el Mausoleo de Santa Clara.

En la Alemania del Este —me contó— 242 agrupaciones le rindieron tributo. Escuelas, hogares, centros infantiles y hasta una compañía del ejército popular llevaban el nombre de Tamara Bunke con su rostro como estandarte. Hasta la Caída del Muro, que no dejó símbolo en pie.

Meses después de publicar el artículo, Nadia manifestó su disconformidad por haber citado una frase de The New York Times que caracterizaban a Tamara como una triple agente al servicio de Cuba, la KGB y la Stasi, y como amante del Che Guevara. Para su madre era la imagen ofensiva de “la prensa reaccionaria”. Y en respuesta a mi nota me entregó un papel donde decía: “Nadia Bunke, licenciada en economía declara: Tamara-Tania nunca fue agente alemana. Nunca fue agente soviética. Nunca fue amante del Che. Fue su combatiente y cayó en Bolivia como él”. Después de ese día no volví a saber de ella.

Deja un comentario

Next Post

El pueblo que solo tiene un habitante: es una mujer de 89 años que ejerce como “alcaldesa, bibliotecaria, camarera, tesorera y sheriff”

La vida suele regalarnos en algunas ocasiones historias que merecen ser contadas. Historias, como la de Elsie Eller, la única habitante de Monowi, el pueblo más pequeño de Nebraska y, por ende, de Estados Unidos. Elsie, tiene 89 años y funciona como alcaldesa, bibliotecaria, camarera, tesorera y también como sheriff […]
El pueblo que solo tiene un habitante: es una mujer de 89 años que ejerce como “alcaldesa, bibliotecaria, camarera, tesorera y sheriff”

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!