Aunque Tamara Falcó continúa compartiendo en redes sociales diferentes imágenes del romántico y exclusivo viaje a La Provenza francesa con el que Íñigo Onieva y ella celebraron el pasado 8 de julio su segundo aniversario de boda, la pareja se encuentra desde hace días en Madrid.
Mientras ultiman los preparativos de sus vacaciones -en las que a buen seguro nos sorprenden con alguna escapada a un destino exótico y al alcance de pocos bolsillos, ya que apasionados de los viajes han recorrido medio mundo en los dos años que llevan casados-, la hija de Isabel Preysler y su marido continúan cumpliendo con sus compromisos profesionales en la capital sin descuidar su relación.
Haciendo un hueco en su apretada agenda, la pareja se ha regalado una cena romántica en uno de los restaurantes más conocidos de la capital, ‘El Qüenco de Pepa’, famoso por los productos de la huerta -especialmente sus tomates- que la chef Pepa Muñoz cultiva con mimo personalmente, y que Tamara e Íñigo, que comparten su amor y su afición por la gastronomía, han querido probar en una velada íntima que se alargó hasta altas horas de la noche.
De lo más cómplices y unidos, confirmando que dos años después de darse el ‘sí quiero’ están en su mejor momento tras tomar la decisión de ‘aparcar’ temporalmente el proceso de fertilidad al que se estaba sometiendo la marquesa de Griñón para quedarse embarazada, la enamorada pareja abandonaba el local haciendo oídos sordos a las preguntas de la prensa sobre su aniversario de boda y sus planes para este verano.
Mientras Tamara, con un favorecedor look compuesto por falda larga y camisa con estampado floral, se ha mostrado muy sonriente, Íñigo destacaba por su seriedad, guardando silencio sobre cómo van los preparativos del selecto club que va a abrir próximamente en la capital.
Una actitud que llama la atención después de que la revista ‘Semana’ haya revelado lo «apático, ausente y pasota» que estuvo en la celebración del centenario del icónico hotel Le Bistrol París que tuvo lugar hace unos días en el madrileño barrio de Salamanca y en el que la hija de Isabel Preysler ejerció como anfitriona.
Según un testigo, mientras la socialité estuvo encantadora y se metió a todo el mundo en el bolsillo con su simpatía, Onieva destacó por su «desgana», «como si estuviese allí por compromiso y quisiera marcharse a casa en todo momento».