Para muchos argentinos, octubre es sinónimo de elecciones legislativas, fin de semana largo y Día de la Madre. Pero, en la imaginación popular, el décimo mes del calendario viene también impregnado de postales más terroríficas: el susurro de brujas, la mirada torva de un macho cabrío, el silencio cargado de expectativa que sigue a un lanzamiento de runas.
Desde hace dos milenios es así. Octubre está vinculado a la celebración de rituales paganos, muchos de los cuales confluyeron en la festividad que hoy conocemos como Halloween. En el hemisferio norte, coincide con el final del verano y la época de cosecha. Era la última ocasión que tenían los pueblos de la Edad de Hierro para experimentar algo cercano al regocijo antes de la llegada del invierno, que año tras año volvía inclemente a cubrirlo todo con su mortaja helada.
El 31 de octubre era el día crucial. Los celtas creían que en esa fecha se volvía más delgado el velo que separaba el mundo de los vivos del de los muertos. Por eso, era una jornada propicia para invocar a los espíritus de los ancestros y pedirles tanto protección contra las desgracias como augurios sobre el futuro.
Muchos de estos ritos se han perdido en el tiempo, barridos por el cristianismo y los avances de la ciencia. Una nueva forma de invocación, sin embargo, está dando que hablar.
Un ejemplo reciente: este 1° de octubre nos enteramos de que un icónico grupo de rock nacional agotó todas las entradas para su esperada gira de regreso. ¿El detalle? Su cantante murió en 2014 y no será reemplazado por otro músico. En cambio, se unirá a sus excompañeros de manera virtual gracias a una pionera combinación de tecnologías que recreará su presencia en el escenario.
Este tipo de “apariciones” no son nuevas. A gran escala, comenzaron en el festival estadounidense de Coachella en 2012 con una proyección (incorrectamente llamada “holograma”) del rapero Tupac Shakur, asesinado 16 años antes. Con el tiempo, fueron sumados a la tendencia otras estrellas como Elvis Presley, Amy Winehouse, Whitney Houston y Michael Jackson. ¡Hasta Maria Callas, “La divina”, tuvo su gira post mortem! Dato al margen que ilustra la vigencia del “rey del pop”: es la celebridad que más dinero ha recaudado tras su muerte. Tan solo el año pasado, juntó US$600 millones gracias a la venta de su catálogo musical y las regalías de sus canciones.
Detrás de estas -y otras– resurrecciones parece asomar el fenómeno del “escapismo”. Un estudio publicado por la consultora McCann Truth Central señala que el 91% de las personas manifiesta la necesidad de “escapar” durante el día del “estado del mundo”, la “mente” y el “trabajo”. Esa huida parece conducir, cada vez más, hacia el pasado. Un fenómeno alimentado por la nostalgia. Por eso reaparecen en las góndolas los modelos de zapatillas que usábamos en la adolescencia, las golosinas extintas que solíamos comer durante el recreo o las bandas que marcaron aquellos tiempos más o menos felices en los que el colesterol, la guerra en fronteras lejanas o la cotización del dólar eran problemas que únicamente podían preocupar a los padres.
El velo que hoy intentamos correr no separa a los vivos de los muertos, sino a un presente deslucido de un pasado idealizado, lleno de promesa. ¿Qué pensarían nuestros ancestros de esta generación que calma sus penas de hoy con pócimas de ayer? El 31 de octubre, con una copa y una ouija, podés preguntarles vos mismo.