Tierra de Mafia (MobLand, Reino Unido/Estados Unidos/2025). Creador: Ronan Bennett. Elenco: Tom Hardy, Pierce Brosnan, Helen Mirren, Joanne Froggatt, Anson Boon, Mandeep Dhillon, Pady Considine, Geoff Bell, Daniel Betts. Disponible en: Paramount+. Nuestra opinión: muy buena.
Tierra de Mafia intenta desmarcarse de las habituales ficciones sobre la “mafia”, a menudo tensadas entre la nostalgia por el mito (y cierta romantización del crimen organizado), y la necesidad de un anclaje en el mundo real, sus nuevos negocios, su persistente violencia. Las primeras suelen recuperar algo de la mística del cine de los 70, tanto en clave operística como cercanas a una estética más border, o más scorsesiana: allí se pueden encontrar a Boardwalk Empire, a The Offer (sobre el rodaje de El padrino de Coppola), a la reciente El pingüino (injustamente cancelada), y a la más estilizada en el gesto vintage, Peaky Blinders. Las segundas buscan una aproximación contemporánea al crimen organizado, siguiendo la amalgama de realismo y humor definida por Los Soprano, modelo en esa tradición: ahí entrarían la oscura Ozark, las italianas al estilo Gomorra, y toda la línea bizarra desprendida de la saga Narcos. Entre esas tendencias han quedado algunos huecos para explotar, atractivos desde los comienzos del cine con la Ley Seca y las guerras de clanes, en plena formalización del cine de gángsters en los años 30. Tierra de Mafia intenta apropiarse de uno de ellos.
Pues bien, los dos artífices de esta nueva serie de Paramount+, casa matriz de las ficciones adultas y masculinas impulsadas por el sello Yellowstone y el ecosistema de Taylor Sheridan, son Ronan Bennett -guionista de Enemigos públicos de Michael Mann, y creador de una ficción clave para esta tradición como la británica Top Boy-, y Guy Ritchie, quien ya ha hecho de su estilo iconoclasta una marca personal, para bien o para mal. Algo de ello asoma en Tierra de Mafia: la intención de Bennett de retratar con cierta crudeza y violencia explícita los negocios sucios de la familia Harrigan, signada por cambios generacionales y transiciones en los ánimos del crimen organizado, pero empapada de la estética cool y vibrante que Ritchie intenta dominar sin engolosinarse. El resultado es muy bueno, equilibrado, tensando un poco ese realismo que Bennett pretende asegurar cuando la cámara lujosa del director de Snatch: Cenizas y diamantes cobra demasiado protagonismo (por lo menos en los primeros episodios, que son los que dirige).
La familia Harrigan está integrada por el irlandés Conrad, un patriarca avejentado, interpretado con simpática autoconsciencia por un Pierce Brosnan engominado, algo perdido por momentos, pero capaz de miradas despiadadas cuando la acción lo amerita. Comanda el negocio con mano firme, castiga a traidores y debe cuidarse de los devaneos de sus hijos y nietos, sobre todo estos últimos que son artífices de las mayores desgracias por venir. Junto a él, Maeve oficia de Lady Macbeth en la piel de Helen Mirren, consejera astuta y protectora de la familia, quien impone sus ideas como propias de los hombres. Lamentablemente, los hijos de la pareja no están a la altura: Kevin (Paddy Considine) no parece controlar a su prole, Brendan (Daniel Betts) ha sido desplazado por errores del pasado, y la hermanastra Seraphina (Mandeep Dhillon) intenta conquistar un lugar propio desde la periferia del favor paterno. Eddie Harrigan (Anson Boon), hijo de Kevin, es la oveja negra, el chico incontrolable que pasa del juego al desastre en un abrir y cerra de ojos.
Pero el verdadero corazón de Tierra de Mafia está con Harry Da Souza, el notable personaje de Tom Hardy y verdadero atractivo de la serie. Es el hombre orquesta, una especie de consiglieri de acción, quien comanda las fuerzas de choque con sus propias manos, arregla los desastres de los descarriados y pone en marcha todo plan de contención. Harry es tranquilo en apariencia, pero su ebullición define el ritmo de los primeros episodios y el misterio que anida en sus motivaciones es lo que otorga espesura a la serie. Está casado con Jan (Joanne Froggatt) y tiene una hija adolescente, afronta contratiempos del “negocio” mientras esquiva la terapia de pareja, y ofrece lealtad con un agudo olfato para detectar los posibles traidores en el seno de la familia Harrigan.
La figura de Harry evoca el origen de Tierra de Mafia: pensada como una especie de spin-off de Ray Donovan, aquel “hombre orquesta” que solucionaba los problemas de la élite de Hollywood de la serie éxito de Showtime (interpretado por Liev Schreiber), aquí se convierte en el sostén de esa compleja familia criminal por la que tiene que velar y también expurgar las culpas.
En tanto Bennett se encuentra más atado que en sus otras ficciones, sobre todo que en Top Dog (ahí el perfil bajo le permitió un crescendo dramático excepcional y un realismo crudo sin veleidades estéticas), Tierra de Mafia no abandona del todo los arquetipos, aunque sí consigue con humor sacudirse las solemnidades y plantear los dilemas morales como algo más allá del crimen organizado. Está la relación de Conrad Harrigan con sus viejos amigos del pasado a la luz de las traiciones del presente, están los nuevos acuerdos por el fentanillo en tensión con la facción criminal de Richie Stevenson (Geoff Bell), dueño del sur de Londres, y luego los desatinos de las generaciones jóvenes, temerarias e irresponsables en esa impunidad que Harry debe cuidar con recelo. Un mundo mafioso ríspido y bastante consciente de su persistente tensión entre la mística de la ficción y la cruda violencia del mundo en que vivimos.