A los 36 años, Tiler Peck se mantiene como la bailarina principal con más ballets interpretados en la historia del New York City Ballet, un logro excepcional en una disciplina donde la longevidad profesional resulta inusual.
Tras superar dos lesiones graves que amenazaron con truncar su carrera, Peck se consolidó como una figura inspiradora dentro y fuera del escenario. En diálogo con Business Insider, la bailarina reflexionó sobre su resiliencia, disciplina y pasión, factores claves para permanecer dos décadas en la élite del ballet estadounidense.
Rutinas previas y supersticiones detrás del telón
Antes de cada función, Peck sigue una rutina estricta. “Mi preparación siempre es la misma. Golpeo mis zapatillas en un lugar específico y empiezo a alistarme dos horas antes de salir al escenario”, detalló.
En su ritual figuran la selección y costura de las zapatillas, un almuerzo de mantequilla de maní y plátano para mantener la energía, y la apertura de cartas de admiradores jóvenes.
Peck señaló: “Soy un poco supersticiosa con eso”. El sonido de las zapatillas contra la pared, los ajustes del vestuario y la revisión de cada detalle ayudan a mantener la concentración y la calma frente a la exigencia del escenario.
Su vínculo con el ballet comenzó en la infancia, cuando su padre la llevó a ver El Cascanueces en el Lincoln Center. “Le dije: ‘Papá, algún día voy a bailar en ese escenario’”, recordó.
Un año después ingresó a la academia del New York City Ballet y, con solo quince años, consiguió un puesto como aprendiz, una hazaña poco común en una compañía donde ahora se exige un mínimo de dieciocho años para ingresar.
Su rápido ascenso la llevó, a los dieciséis, a ensayar roles principales; poco después, tras superar su primera gran lesión, fue promovida a bailarina principal, convirtiéndose en una de las más jóvenes en alcanzar ese rango.
Lesiones, recuperación y liderazgo artístico
El primer obstáculo serio apareció en la adolescencia, con una fractura por estrés en la espalda baja que la apartó seis meses de los escenarios, justo cuando iba a ser ascendida a solista.
“Recuerdo entrar a la oficina con una lágrima y decir: ‘Estoy lesionada, voy a tener que parar un tiempo’”, compartió Peck a Business Insider. Su regreso fue decisivo: debutó como Hada de Azúcar en El Cascanueces y poco después fue promovida a principal.
La musicalidad es una de sus marcas distintivas. “Todo el mundo habla de mi musicalidad, pero es algo que me enseñaron desde pequeña. A los ocho años ya sentía la música como alguien de veinte”, afirmó.
Peck protagonizó más de 111 ballets, incluyendo títulos emblemáticos como La Bella Durmiente, Tema y Variaciones y El Lago de los Cisnes. Su capacidad para transmitir emociones a través del movimiento la convirtió en una referente internacional.
En 2019, una hernia cervical puso en riesgo definitivo su carrera. “Seis médicos me dijeron que nunca volvería a bailar y que, si no me operaba, podía quedar paralizada”, confesó Peck. El dolor era tan intenso que no podía mover la cabeza.
Prefirió la fisioterapia y el reposo antes que la cirugía. “No quería que una lesión física decidiera por mí cuándo dejar de bailar”. Tras ocho meses de recuperación, pudo volver al escenario: “Aprendí mucho sobre mi cuerpo y eso me hizo más fuerte”.
La presión de ser bailarina principal es constante. “Lo más difícil es la presión que nos ponemos a nosotras mismas. Se espera que baile al máximo nivel y sé que mi desempeño marca el tono del ballet”, reconoció Peck en la entrevista con Bussines Insider.
La exigencia física y mental es comparable a la de los atletas profesionales, aunque la remuneración está lejos de ese estándar. El salario mínimo para una bailarina principal ronda los USD 105.000 anuales, mientras que los miembros del cuerpo de baile reciben menos de la mitad. “Nosotras somos como atletas profesionales, pero el dinero no es el mismo; lo hacemos por amor al arte”, aseguró.
Diversificación, coreografía y vida personal
Fuera del escenario, diversificó sus actividades: comparte ensayos y su vida cotidiana en redes sociales, colabora con marcas y celebridades, lanzó una línea de mallas para ballet, diseñó mochilas y publicó dos libros, con un tercero en preparación. “He tenido que enfocarme en otras pasiones para poder vivir en Nueva York de manera realista”, explicó.
En su vida personal, el ballet sigue presente: su esposo, Roman Mejia, es bailarín principal y compañero frecuente en escena. “Escuchamos la música de la misma manera, es muy agradable bailar juntos”, comentó.
En los últimos años, Peck se dedicó a la coreografía y es la única bailarina principal de la compañía con esa función. Su estreno con Concerto for Two Pianos la situó entre las 25 mujeres que crearon ballets para la compañía.
“No puedo decir cuál de las dos cosas me gusta más. Como bailarina, das vida a las ideas de otros; como coreógrafa, ves cómo tus ideas cobran vida en otros”, afirmó, señalando que la coreografía también le permite prepararse para el futuro más allá del escenario.
La vida de Peck está marcada por rutinas y supersticiones. Utiliza zapatillas de diferentes tallas en cada pie desde su primera lesión y selecciona con cuidado cuál usará cada noche. Antes de ingresar al escenario, prueba el sonido de las zapatillas para asegurarse de mantener la magia del ballet.
Para Peck, el ballet exige entrega total, pero la recompensa es única. “Requiere trabajo duro y dedicación, pero para quienes lo aman, no existe una sensación comparable”, concluyó en su charla con Business Insider.