Transformar circuitos urbanos y las noticias en arte digital

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Algo asfixiado por la atmósfera artística que se respiraba en su casa, Daniel Canogar eligió el camino de la rebeldía. Su infancia y adolescencia, que vivió entre España y Estados Unidos saturada de estímulos en las artes visuales, lo llevó, o por lo menos eso creyó en un principio, a tomar otros caminos que los de sus padres pintores. Las fotos saturadas que tapizaban las paredes, más los catálogos y materiales de movimientos de vanguardia lo atemorizaban en la misma medida que le generaban curiosidad. Algo parecido al vértigo, entonces, empezó a delinear su pasión por la fotografía. “Y casi sin querer entablé un diálogo reparador, sobre todo con mi padre”, confiesa el artista tecnológico, especialista en imagen proyectada e instalaciones performáticas.

Sus obras escultóricas de pantalla se expanden cruzando las fronteras hacia horizontes tridimensionales. Estas pantallas atípicas, curvas y complejas, interactúan con el espacio que las rodea a partir de animaciones generativas. Las piezas que expone en distintas plataformas están impulsadas por algoritmos diseñados y desarrollados en su estudio, y responden en tiempo real a diferentes conjuntos de datos, que incluyen información sobre el cambio climático, el bombardeo de noticias 24/7 y las búsquedas en tendencia de Google. Las obras de Daniel Canogar –profesor asociado en el Programa de Arquitectura de la IE University y miembro académico permanente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid– exploran influencias estéticas inesperadas, como el expresionismo abstracto de posguerra, el minimalismo y el Op Art de los 60, entre otros.

En Storming Times Square, Canogar utilizó métodos de intervención pública y video instalación

A la hora de las instalaciones en espacios públicos, el artista incluye datos del propio contexto geográfico, político y social y los pone a conversar. El resultado: interacciones inesperadas, como Storming Times Square, una intervención de video en las pantallas de la popular calle de Nueva York, que “nace del deseo de que los espectadores se proyecten, literal y metafóricamente, sobre su entorno inmediato”, dice el artista multidisciplinario que el mes pasado estuvo en Buenos Aires.

Fue uno de los invitados internacionales de la tercera edición de Presente Continuo, el programa de formación interdisciplinaria de la Fundación Bunge y Born y la Fundación Williams. Se trata de un ciclo de producción e intercambios para pensadores, curadores, artistas, investigadores en ciencias exactas, sociales y humanidades, científicos y tecnólogos. Luego de disertar frente a un auditorio de jóvenes que absorbieron como esponjas los conceptos abordados en su masterclass, Canogar dialogó con LA NACION: repasó su postura frente al uso de los algoritmos en el arte, reflexionó sobre el potencial creativo de la Inteligencia Artificial y puso en jaque los soportes tradicionales.

“En los últimos años hemos testimoniado profundos cambios sociales y culturales provocados por un verdadero tsunami digital. El arte, como herramienta de reflexión profunda, se convierte en una actividad que nos permite procesar estos cambios, cuestionarlos e incluso inventar nuevos y sorprendentes usos de la tecnología electrónica”, subraya Canogar, con base entre Madrid y Los Ángeles. Al artista le resulta inspirador el crisol de industrias culturales y la calidad de vida de la capital española pero, a la vez, le fascina la vanguardia y las novedades constantes sobre nuevos medios que laten fuerte en la zona de Silicon Beach, donde se concentran las galerías de arte, las industrias creativas y un polo que reúne cultura digital y nuevos formatos audiovisuales.

Daniel Canogar

Su mamá estadounidense y su padre español delinearon el GPS de Canogar, quien se volcó a la fotografía como primer medio de expresión. Obtuvo un máster en la Universidad de Nueva York, en el International Center of Photography, en 1990, y ese trampolín le permitió pegar el salto: indagar en las posibilidades de la imagen proyectada y las instalaciones performáticas fueron sus primeros pasos.

“Paradójicamente, mi trabajo digital entabla una conversación profunda, artística, que nunca pude tener con mi padre. Ahora entiendo por qué ese rechazo adolescente hacia la pintura hoy se resignifica a partir de mis propias herramientas y mirada digital”, confiesa el autor de diversas instalaciones de arte urbano con pantallas LED. Entre las últimas figuran Pulsation, en la sede mundial de Nike (Oregón); Pinceladas, en DeKa Bank (Frankfurt), y Tendril, en el Aeropuerto Internacional de Tampa (Florida).

Sus puestas monumentales, del tipo site-specific, quitaron el aliento en la Expo Dubai 2020 y en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid. Una de sus últimas performances, Atlas (2025) es un tributo a la invención del circuito integrado. Realizada con los patrones de cientos de microcircuitos históricos con imágenes grabadas en la superficie de bloques de acero inoxidable, evoca a los mapas urbanos. Esta pieza con impronta arqueológica también remite al transporte moderno y otras cartografías propias de las ciudades. “Reconocer esta historia nos permite comprender la creación de microchips como parte del legado de las tecnologías de impresión a lo largo del tiempo”, señala.

Proyectada durante la Bienal Aurora en Dallas, Chyron Dallas está generada con los faldones de los canales de noticias, bandas de información que recorren la parte inferior de la pantalla

–¿Cómo definirías tu propuesta creativa?

–En ambos estudios trabajo en equipo con un grupo interdisciplinario. Nos dedicamos a crear algoritmos con reglas compositivas. De algún modo son pinturas que, a partir de un choque de lenguajes, conversan con la historia del arte. Si de joven la historia me parecía redundante y egocéntrica, ahora la invito a dialogar con el arte. Entiendo el momento turbulento actual, en plena transformación radical, y recurro a la mirada histórica para comprender el arco de los acontecimientos. Lidiar con el tiempo actual, con mi propio tiempo, leer la trayectoria de los sucesos, de eso se trata la búsqueda.

–Si tuvieras que elegir una época para viajar en el túnel del tiempo, ¿cuál sería y a dónde irías?

–Soy un apasionado de la cultura visual del período que va entre el 1800 y 1850, ya que en ese momento se formó la figura del espectador. Viajaría a París para sumergirme en toda su cultura visual, tan potente y fundacional. Desde las tiendas, los carteles, los tranvías, las vidrieras, la impronta de los artistas. Fue un auténtico asalto visual que transformó a los ciudadanos en espectadores. El momento en que surgió el panorama pictórico 360°, que hoy nos parece parte del paisaje en las instalaciones inmersivas. Pero estas puestas semicirculares de gran formato fueron las primeras que rodeaban al espectador, que experimentaba una sensación única: la de estar dentro de la escena.

Pulsation trata de representar el espíritu de una deportista de élite a través de su presencia online. Cuatro pantallas de LEDs monolíticas emergen del suelo desde diferentes ángulos. Pulsation circula cíclicamente a través de cuatro modos, cada uno con su estética y reglas algorítmicas particulares

–¿Qué opinás de las muestras inmersivas actuales que rinden tributo a artistas icónicos a partir de nuevas tecnologías?

–Me parece que estas propuestas van al recurso fácil. Ojalá los artistas pudieran tener acceso al despliegue audiovisual, en sentido contemporáneo, y no nostálgico que implica el uso de estas tecnologías que son muy costosas. Pero no están disponibles, solo para Van Gogh o Frida Kahlo. Y finalmente estas experiencias inmersivas, muchas muy banales, trivializan el trabajo de los artistas a los que pretendidamente le rinden homenaje. Dejemos a Van Gogh en paz, que el público vaya más seguido a los museos, que compren catálogos.

–¿Cuál fue tu primera aproximación a la creación de obras algorítmicas?

–En 2017, luego de una intensa investigación, armé una pieza que se pronunciaba frente al bombardeo constante de información. Soy un gran consumidor de periodismo de calidad, pero las noticias, en su gran mayoría, son traumáticas. Por eso creé una obra enchufada a un gran tapiz y conectada a la CNN y al sitio online del diario El País. Cada vez que aparecía una noticia en vivo, se formaban estelas en la pantalla, creando una gran abstracción. Una mezcla esquizofrénica de deportes, actos terroristas, recetas combinadas aleatoriamente con más de 500 videos, que formaron parte de nuestra historia visual. Cada video dejaba tras de sí una estela que ocultaba las noticias anteriores y creaba una abstracción. El resultado: las texturas de un tejido. La instalación llevó por nombre Ripple, una exploración sobre cómo el incesante ritmo de la sociedad de la información altera nuestra capacidad para recordar, asimilar y archivar nuestra realidad.

Orbital es una obra generativa que explora la sobresaturación visual provocada por la presencia masiva de satélites en órbita alrededor de la Tierra

–Entre tanto algoritmo, ¿cómo se filtra y se eligen los datos para crear una obra de arte?

–Utilizo data en tiempo real para representar la nueva realidad algorítimica. El objetivo es tomar el pulso de esa criatura que hemos creado y ahora tiene vida propia. Ese monstruo es esta realidad algorítmica de Inteligencia Artificial, capaz de devorar bases de datos, bibliotecas expandidas, todo. Hasta que no seamos capaces de distinguir lo que representamos para el futuro. La criatura es una máquina de crear bombardeos sensoriales, es un monstruo de la economía de la atención. Trastoca nuestro conocimiento y la forma de relacionarnos con la realidad. Así, se desarrolla una crisis de herramientas para conocer el mundo, una crisis epistemológica. Por eso resulta necesario que los artistas respondamos a nuestra forma, introduciendo complejidad, arte, ironía y sentido común.

–Sos crítico de la IA…

–No. No es una crítica, intento entender la realidad para digerirla, procesarla, a nivel egoísta y personal. Quiero poner un marco para entender. Creo que es importante utilizar las herramientas del maestro para desarticular el maestro. Opinamos sobre la IA, pero no hay nada como entender el funcionamiento de los modelos de lenguaje grande para concluir que la IA se relaciona con la sintaxis, las bases de datos y los lenguajes. Picar código es la forma visceral de sumergirnos en las profundidades de un algoritmo. En el estudio codificamos de forma artesanal, curiosamente. Escribimos nuestro propio código. Impulsamos un trabajo revolucionario, de resistencia, al desarrollar software artesanal.

–En la Bienal Aurora de Dallas del año pasado presentaste un dispositivo que invitaba a pensar el bombardeo de noticias 24/7. ¿Cuál fue la reacción de los espectadores?

–Chyron Dallas generó mucho impacto. Se desarrolló con las bandas de información que recorren la parte inferior de la pantalla de los canales de noticias. Los gráficos que en inglés se llaman chyrons se entremezclaron como un gran tejido deshilachado, un enredo que remite al frágil y a veces inestable equilibrio de un ecosistema informativo que se alimenta de fuentes tan dispares y a veces enfrentadas. Actualizados en tiempo real, en la obra algorítmica aparecían los chyrons de los principales canales de noticias internacionales, incluyendo CNN, Fox News, Reuters, CNBC, Al Jazeera y Le Monde. Recurrí al textil como metáfora del tejido social que la información crea, y a veces destruye.

–Un tributo a la trama textil…

–Si, un homenaje a la estrecha relación que hay entre la computación y el textil, empezando por el telar Jacquard de principios del siglo XIX, considerado por muchos historiadores como el primer ordenador. Para esta instalación se diseñó un telar virtual basado en técnicas artesanales. Esta herramienta algorítmica permitió generar una diversidad de patrones creados con diversas fuentes u “ovillos”.

–¿Cuál considerás hoy la pregunta más urgente que el arte debería dirigirle a la tecnología?

–El arte es una tradición humanista. Lo que tiene que reclamarle a la tecnología es traerla a un terreno que responda a una tradición humanista. Y eso es urgente. A los ingenieros de Silicon Valley les falta mucho de arte, humanismo y ética. Es desesperante, porque solo piensan en recompensas económicas. Les falta la perspectiva filosófica. El punto es que la herramienta es poderosa, no necesariamente mala, pero requiere que le demos forma.

Atlas es un tributo a la invención del circuito integrado y fue creado con los patrones de cientos de microcircuitos históricosCientos de pequeños bloques metálicos de 4 x 7 cm, cada uno grabado con el patrón de un microchip, evocan mapas urbanos, sistemas de transporte moderno y otros diagramas de nuestra vida en la ciudad

–En tu masterclass del programa Presente Continuo subrayaste la importancia de gestionar la frustración. ¿Qué consejos personales compartiste con los participantes?

–Mi propia experiencia sobre la intolerancia a la frustración. Llevo 40 años en la profesión y navegar las aguas del fracaso, los portazos en las narices y la energía que se deposita en un proyecto que finalmente no sale requiere entrenamiento. Para un artista la constancia es clave a nivel psicológico. Detecto a mi alrededor colegas mucho más talentosos que yo que quizás se han derrumbado de agotamiento. Me da mucha pena.

–¿Cuál es tu fórmula para lidiar con un revés?

–Primero admitirlo, no negar una mala noticia y creer que no pasa nada. Luego, volver a trabajar, ir al estudio o al taller como un ritual, esta constancia le da un sentido enorme a la vida. Tuve muchas frustraciones. El compositor de música clásica Arvo Pärt (Estonia), me encargó una pieza para su fundación. Era su gran admirador. Desarrollé un algoritmo bellísimo que abstraía sus ritmos y armonías para transformarlas en imágenes abstractos. Después de un año y medio de trabajo canceló el proyecto. Fue una gran decepción, atravesé momentos de enojo, bronca y desahogo. A los disgustos hay que soltarlos somáticamente.

–¿Y a los éxitos?

–Hay que celebrarlos. Desde los pequeños hasta los más importantes, porque los procesos de los artistas son muy sacrificados.

–¿Qué objetos, piezas u obras de arte incluirías en una cápsula del tiempo?

–Sin dudas mi película favorita de todos los tiempos, 2001 Odisea en el Espacio, de Stanley Kubrick, que retrata como ninguna nuestra realidad. En segundo lugar, el Guernica de Picasso, por la transformación de la violencia en una expresión simbólica y universal del horror. Esta obra convierte el dolor colectivo en una forma de memoria y resistencia estética. Y finalmente un software de código abierto, que es uno de los inventos más generosos y maravillosos. Estos lenguajes para crear y programar con un manual de usuario son parte de los grandes logros del ser contemporáneo.

–¿Cuál es el mensaje de Orbital, la pieza generativa que explora la sobresaturación visual?

–Partí de la presencia masiva de satélites en órbita alrededor de la Tierra. La pieza procesa datos en tiempo real de satélites que rodean el planeta, transformando esta información en una animación abstracta inspirada en movimientos artísticos del siglo XX, como la abstracción gestual. Así Orbital convierte las trayectorias satelitales en marcas gestuales que evocan formas semejantes a estructuras celulares, nidos biológicos u óvulos fecundados. A través de estas perspectivas, reflexiono sobre temas como la vigilancia y la visualización en tiempo real en una sociedad hipercontrolada. Al capturar y traducir datos satelitales en tiempo real en formas visuales artísticas, la obra refleja cómo las infraestructuras digitales observan, cartografían e interpretan continuamente el mundo

La propuesta de Daniel Canogar interpela desde la reflexión sobre cómo el pasado nos permite construir el presente, al mismo tiempo que sugiere una visión del futuro.

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