Hoy hay 7382 personas que aguardan un trasplante en la Argentina.
Aunque el sistema de donación de órganos ha evolucionado favorablemente en los últimos años, estamos todavía muy lejos de poder ofrecer respuestas más inmediatas y cuantitativamente suficientes a la urgente necesidad de muchos. La Ley Justina, que llegó en 2018 de la mano de una niña de 12 años que falleció mientras aguardaba un corazón, logró que todos los mayores de 18 años pasen a ser considerados donantes presuntos si no indicaron expresamente su oposición, algo que hicieron 1.200.000 personas. A partir de entonces, los procesos se agilizaron pues muchas veces alcanzar el consentimiento familiar para una donación suponía una traba que los lentificaba, cuando no los impedía definitivamente.
Con la Ley Justina, el tema volvió a estar de nuevo en agenda y condujo a un incremento de las donaciones: entre 2017 y 2019 el número de donantes trepó de 593 a 883, el valor más alto registrado que permitió alcanzar el récord de 2349 trasplantes en 2019, aunque luego el número se amesetó. La llegada del Covid distrajo la atención y los recursos.
La recuperación no logró cruzar la brecha de lo logrado en 2019: en 2024 los donantes fueron 838 y contabilizamos 217 en 2025. Sí celebramos que en diciembre último se concretó el número más alto alcanzado en un mes calendario con 91 procesos de donación.
El Incucai informa que más de 120 profesionales fueron capacitados en coordinación hospitalaria el año pasado, una pata primordial para la mejora de los resultados. Con el Programa Procurar se promueve también la creación de unidades hospitalarias especialmente dedicadas y ya hay 29 funcionando en instituciones seleccionadas por su mayor capacidad para conseguir donantes. Mejorar las tecnologías al servicio de conservar los órganos es otro paso importante. Las donaciones a partir de un deceso por paro cardíaco –hablamos de donación por asistolia–, también han aumentado, con 36 procesos de estas características en 2024.
A la cabeza en la región se encuentra Uruguay con 19,7 donantes por millón de habitantes, seguido por nuestro país con 17,8, muy alejados de los 52,6 donantes por millón de habitantes que registra España o los 48,1 de EE.UU. Nos queda mucho por hacer. Las campañas de concientización son fundamentales para reducir la brecha. No basta con mejorar la estructura del sistema si no hay donantes. Durante todos los comicios por celebrarse este año podemos inscribirnos. Difundamos cada uno esta valiosa iniciativa.
Un párrafo aparte merecen también los trasplantes pediátricos. Hoy hay 187 pacientes menores de 18 años en lista de espera del Incucai. Cinco niños aguardan un nuevo corazón en el Hospital Italiano.
El desafío es grande porque sabemos de la solidaridad de nuestra gente. Crear mayor conciencia seguramente se traducirá en mejores resultados. Hay que sostener la conversación en la sociedad, educar y formar a los médicos en contacto con potenciales donantes, difundir los casos, establecer reconocimientos para instituciones y equipos involucrados. Esto es clave por cuanto los recursos siempre son muy limitados. Donar órganos salva vidas. No nos quedemos en esfuerzos espasmódicos ocasionales. Necesitamos un cambio cultural que se traduzca en esperanza para quienes hoy, o alguna vez incluso alguno de nosotros, necesiten un trasplante.