“Un clic puede causar una tragedia”. La historia de Ema, la adolescente que se suicidó luego de que un compañero viralizara un video íntimo

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El viernes 23 de agosto del año pasado, Ema estrenó camisa nueva. La había comprado especialmente para ese día: en el colegio iban a tomarles la foto anual y quería estar espléndida. Como siempre, fue la última en salir de su casa. Su mamá, Laura Sánchez, solía tocarle bocina desde el auto para que se apurara y esa mañana no fue la excepción.

Lograr un flequillo perfecto cuando una tiene rulos, no es fácil, y aunque Ema domaba los suyos con keratina, pasó un buen rato frente al espejo. Apareció feliz. Con los ojos y el pelo brillantes. Su belleza fresca de 15 años quedó inmortalizada en la que —era imposible imaginarlo—, sería su última foto.

Ema el día en que le tomaron la foto anual en su escuela. Ese mismo viernes, un compañero viralizó, sin su consentimiento, el video con contenido íntimo.

24 horas después, el sábado al mediodía, Ema se suicidó en su casa de Longchamps. El viernes, un chico de 14 años que iba a su misma escuela, había compartido sin su consentimiento un video donde se los veía teniendo relaciones sexuales. En pocas horas, el tsunami de la viralización ya había hecho lo suyo, y las imágenes íntimas circulaban por innumerables grupos de WhatsApp. “Un clic puede ocasionar una tragedia”, resume Laura.

La de Ema fue una tragedia sin anticipos. Era una adolescente con proyectos, llena de amigos, que esa misma semana había planificado junto a su familia, durante la cena, unas vacaciones soñadas a Brasil. Su mamá estaba pagando en cuotas el viaje de egresados a Bariloche y cuando terminase la secundaria quería estudiar Psicología. Su suicidio, dejó a quienes la conocían sin palabras. “No es que estaba con un cuadro de depresión, que había dicho algo o había tenido alguna manifestación”, explica su mamá.

La sonrisa de Ema inmortalizada durante un verano en familia. Desde que era una niña, amaba la playa y el mar.

Hoy, Laura trabaja junto a un grupo de legisladoras y organizaciones sociales en la Guía Ema, un documento destinado a escuelas con herramientas para que puedan abordar la prevención de la violencia sexual digital y sepan cómo actuar ante un caso. “Así como una empresa tiene protocolos de qué hacer ante un incendio, esto también es fundamental”, agrega la mujer, que además de Ema es mamá de un varón de 13 años.

Laura y Ema

24 horas bastaron para apagar una vida. El haber confiado en la persona equivocada. La exposición de la intimidad de Ema y la explosión de agresiones que vinieron de la mano. La indiferencia de un colegio que minimizó lo ocurrido. “Después, hablando con otras víctima de violencia sexual digital, varias me contaron que pensaron en el suicidio: ‘Es como si nos hubiesen violado. Es lo mismo’, me dijo una. Lo viven como una aniquilación del espíritu”, reconstruye Laura.

Riesgo de suicidio: dónde recurrir en busca de ayuda

“Fui a comprar y cuando volví, ya era tarde”

Cada 20 horas, un niño o adolescente de entre 10 y 19 años se suicida en la Argentina. En muchos casos, las violencias (desde el bullying hasta la sexual) son el detonante. Como reveló recientemente una investigación de LA NACION, las escuelas suelen quedar a la deriva frente a esta tragedia social que se profundizó en los últimos años, navegando entre la incertidumbre y la falta de herramientas para contener a los adolescentes en una etapa de especial vulnerabilidad.

En el caso de Ema, el video se difundió sin su consentimiento en pleno horario escolar y entre compañeros. Las autoridades de la institución minimizaron lo ocurrido. Apenas un “reto” a los responsables. Ningún tipo de contención para la víctima. Un llamado a su mamá para contarle lo que había pasado. Nada más.

Ese viernes Laura, que es empleada administrativa desde hace más de dos décadas en el mismo lugar, estaba trabajando cuando le sonó el teléfono. “Me habló la secretaria del colegio. Me dijo que se había compartido un video con imágenes íntimas de Ema y un compañero de otro curso, que ya habían hablado con los dos y que el director estaba a mi disposición. Le dije que el lunes iba a pasar por el colegio”, recuerda.

El sábado por la mañana, la madre habló con Ema. “Yo estaba enojada, pero no por el video. Realmente era lo que menos me importaba. Me asusté, como cualquier mamá, y la reté porque había estado sola en casa con un chico que no conocíamos. Mirá qué paradójico… Le dije: ‘¿Y si te viola y te mata, y cuando llego de trabajar te encuentro muerta?’ Esas fueron mis palabras. La reté y discutimos”, cuenta.

A las 12.30, Laura le dijo a Ema que iba a hacer unas compras antes de que cerraran los comercios del barrio. A la tarde hablarían tranquilas. “Quería que bajara la espuma porque ella también estaba enojada. Fui a comprar y cuando volví, ya era tarde. Fue media hora. Media hora de reloj. Me fui a las 12.30, la chica que nos ayuda en casa se fue a las 13 y Ema le abrió. Llegué de comprar 13.35 y nos encontramos con todo el cuadro. No sabemos bien qué pasó en el medio, qué carga emocional habrá tenido, todo lo que habrá recibido de sus pares”, dice su mamá.

Hacía poco que la familia se había mudado a esa casa de Longchamps, en el sur del conurbano bonaerense, pensada para que Ema y su hermano pudieran recibir un racimo de amigos que cada año se volvía más abultado. Tras el suicidio, Laura, su marido y su hijo se mudaron: el preadolescente no quería volver a ese hogar donde la ausencia de Ema cayó como una bomba, dejando un hueco inconmensurable. “Ella amaba profundamente Longchamps, era su lugar en el mundo. Nuestra idea era envejecer ahí. Pero la vida nos tenía otros planes”, suelta Laura.

Un año y dos meses tenía Ema en esta foto. Su mamá se la tomó frente al teatro en que iba a actuar de hada.

La Guía Ema

Cuando pasó lo de Ema, Laura no podía perdonarse el haberla retado. “Creía que porque yo la había retado… Y cualquier padre reta, porque lo hace desde el amor más profundo. Tenía pánico de que le pasara algo. No la dejaba ni tomarse un Uber. Todas esas cosas que se le cruzan a una madre por la cabeza… ‘Traba la puerta y te lleva a cualquier lado’. Nunca se me cruzó esto. Desconocía absolutamente lo de la violencia digital. Ahora lo entiendo. Cambian los tiempos y cambian las formas de agresión. Porque si bien no la mataron a puñaladas en su cuarto, la mataron igual”.

Madre e hija durante un viaje familiar

Del impacto que puede tener la violencia sexual digital en la vida de una víctima, se habla poco. En buena parte porque se desconoce. Si bien en el último tiempo hubo avances en lo legislativo, todavía queda un largo camino por recorrer. Desde octubre de 2023, en la Argentina está vigente la Ley Olimpia (N° 27.736), que busca proteger los derechos digitales de las mujeres, incorporando esta agresión como una forma más de violencia de género. Además, prevé una serie de medidas cautelares de protección que puede dictar la Justicia, como ordenar que las plataformas digitales quiten los contenidos que generan la violencia.

Sin embargo, la viralización de material sin consentimiento hoy no es delito. Es una deuda que el proyecto conocido como Ley Belén busca saldar. En honor a Belén San Román (quien se suicidó en 2020 luego de que una expareja compartiera un video íntimo), se propone penalizar la obtención y difusión no consentida de contenido íntimo, la sextorsión y el montaje digital en videos pornográficos.

 “Es terrible lo que está pasando con las adolescencias y los entornos digitales. Hay que educar a la sociedad entera y a la comunidad educativa: un hijo pasa la mayor parte del tiempo dentro del colegio”, reflexiona Laura.

¿Pero qué pasa cuando los responsables son menores de edad? Los casos quedan en la nada. Las escuelas no tienen protocolos. Nadie sabe bien qué hacer. Para Laura, la educación es la respuesta. Por eso, trabaja en la guía que llevará el nombre de su hija, junto a las organizaciones Gentic, Ley Olimpia Argentina, Faro digital y Fundación Encuentro, y con los despachos de la presidenta de la Comisión de Mujeres y Diversidad de la Cámara de Diputados de la Nación, Mónica Macha, y de la senadora provincial Laura Clark. El objetivo es lanzarla cuanto antes.

“Es terrible lo que está pasando con las adolescencias y los entornos digitales. Vos podés hablar en tu casa mil horas, podés tratar de formar una conciencia, pero después tu hijo es interpelado por un montón de cosas. Por eso hay que educar a la sociedad entera y a la comunidad educativa: un hijo pasa la mayor parte del tiempo dentro del colegio”, sostiene Laura.

“En cinco minutos perdés la razón de tu existencia”

Pasaron apenas ocho meses desde la muerte de Ema. Laura vive un día a la vez. Está en tratamiento psicológico desde el minuto cero y tiene “una red de contención tremenda” que la mantuvo a flote: su marido (“lo bautizamos el soldado del amor”), sus amigas, el grupo de ayuda mutua Renacer, donde comparte con otros padres de hijos que murieron, y fundamentalmente el hermano menor de Ema: “Es mi motor y en principio fue lo único que me mantuvo con vida. Es una tragedia que te pone al límite de tu existencia y lo único que querés es morirte. Te dormís pensando: ‘Ojalá no me despierte nunca más’. Porque tu vida pierde todo sentido”.

Cuando era chica, el

Antes de aquel sábado 24 de agosto, Laura era “como cualquier mamá”. Se levantaba a las 6.15, llevaba a los chicos al colegio, entrenaba, iba a trabajar y volvía en el aire para ayudarlos con la tarea. Que patín, que el dentista, que el particular de matemática, que la ropa para lavar y la cena. “Y después, en cinco minutos, perdiste toda la razón de tu existencia. Toda. No encontrás nada. El lema de Renacer es ‘a pesar de todo, sí a la vida’. Ahí conocí a padres que habían pasado por lo mismo y dije: ‘Bueno, hay una luz en esta oscuridad’”, dice Laura. “Uno también entra en una búsqueda implacable de un montón de cosas. Esto de volver a encontrar un sentido para no morir con ella”.

Al poco tiempo del suicidio de Ema, la activista mexicana Olimpia Coral Melo visitó Buenos Aires y pidió conocerla. Al igual que la adolescente, ella también fue víctima de difusión de contenido íntimo e impulsó un movimiento para concientizar y penalizar la violencia sexual digital que hoy trasciende fronteras. Con Laura se abrazaron y lloraron. Pero también estuvieron juntas en el Congreso, donde Olimpia anunció que trabajarían en la Guía Ema y le dedicó un poema.

En las notas periodísticas que dio, Laura leyó comentarios del estilo “yo hablo de todo con mi hija”: “Por ahí, antes de que me pasara lo de Ema, yo hubiese pensado lo mismo. La realidad es que nuestros hijos crecen y son interpelados por un montón de cosas que nosotros desconocemos. En mi casa se hablaba de todo. Ema me contaba todo lo que le pasaba, me contaba de su novio, de sus desamores. Es un segundo, en que… Es un disparador. Porque nadie que conociera a Ema pensaba que en algún momento era capaz de hacer eso. Era impensado”, dice Laura.

“No pasa solo en Netflix”

Laura cuenta que la escuela privada a la que iba Ema no supo cómo actuar en ningún momento, ni durante ni después de la viralización del video. Al día de hoy, ella sigue sin conocer a su director.

“Te doy un ejemplo. El sábado a la tarde, por el tipo de muerte de Ema, mi casa estaba llena de policías. Nadie podía entrar. La puerta estaba repleta de gente. Todos mis amigos esperaban que yo saliera, consternados, sin poder creer lo que estaba pasando. Ya había oscurecido. Me suena el teléfono. Número desconocido. Atiendo. Era la secretaria del colegio de Ema. Me dijo: ‘Laura, te estoy llamando para confirmar el rumor’. Eso me dijo. No es que vivo en medio del campo: todos somos de Longchamps. El colegio queda a cinco o seis cuadras de mi casa”.

El día del entierro de Ema, su mamá calcula que había más de 100 personas. “Había mucha gente de mi trabajo, de los colegios a los que había ido Ema, amigos de toda la vida, incluso de la colonia a la que iba de chiquita en vacaciones. Estaba la dueña y directora del maternal al que fue hasta los cinco años. Pero del colegio al que iba Ema en ese momento, solo se acercaron padres y la secretaria. No había un director”, cuenta Laura.

Dice que no solo se trata de que las instituciones tengan herramientas. “Porque más allá de que este colegio no supo cómo actuar, en ningún momento demostraron empatía. A años luz, por ejemplo, del colegio al que va mi hijo, que enseguida me llamó la directora para ver cómo podían acompañarnos”, comparte Laura.

Y sigue: “Si vos mirás alrededor, hay cada vez más casos relacionados a lo que son los entornos digitales. Algunos no llegan a la muerte, pero el daño psicológico, una vez que está hecho, es difícil de reparar. Por eso hay que concientizar y educar con una mirada un poco más amplia, sacando la mirada del propio ombligo, pensando que esto le puede pasar a cualquiera, que no solo pasa en Netflix sino también acá, en Longchamps. Educar. Prevenir y concientizar. Concientizar a nuestros adolescentes para que puedan poner la mirada en el otro también”.

Cuando terminase la secundaria, Ema estaba pensando en estudiar Psicología.

Quiere que se sepa que Ema era “mucho más que su último acto”. Una chica que arremetía, de carácter fuerte y con impronta de justiciera, “siempre defendiendo las causas perdidas”. Dulcera. A la que le gustaba cocinar brownies o pastaflora los fines de semana. Cuando era chica, ir a merendar a una confitería de Adrogué con su mamá era un planazo que en la adolescencia cambiaría por el cine y el shopping con amigos. Solidaria y empática. Desapegada de lo material.

Uno de sus últimos domingos, Laura y su marido miraron orgullosos la mesa larga, repleta de familia y amigos. Ahí estaba Ema, sonriente. La chica de los afectos. La adolescente que se llevaba mil materias a febrero. Y dale Ema, por favor estudiá. Dale que tenés que ir a particular. Siempre con las uñas pintadas. Desordenada. Muy desordenada. Compañera. Muy compañera. “Yo la extraño mucho”, suelta Laura con un hilo de voz.

Más información

  • Si querés saber más sobre los signos de alerta y cómo actuar cuando un adolescente tiene ideas de muerte o pensamientos suicidas, podés entrar a esta guía para padres que LA NACION armó con un equipo de especialistas.

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