Drácula (Dracula: A Love Tale, Francia, Reino Unido/2025) Dirección y guion: Luc Besson. Música: Danny Elfman. Fotografía: Colin Wandersman. Edición: Lucas Fabiani. Elenco: Caleb Landry Jones, Christoph Waltz, Zoë Bleu Sidel y Guillaume de Tonquédec. Distribuidora: BF Duración: 129 minutos. Calificación: Apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: regular.
Así como es corriente que en los mercados populares se vendan falsificaciones de marcas de lujo, en el mundo del cine también existen versiones truchas de producciones prestigiosas y de alto presupuesto. Son los llamados “mockbusters”, películas baratas que pretender capitalizar la ola publicitaria y el interés generado por un blockbuster. Por ejemplo, cuando Spielberg estrenó su millonaria producción de La guerra de los mundos, con Tom Cruise, el estudio especializado en este género bastardo The Asylum lanzó inmediatamente el film de bajo presupuesto H.G. Wells La guerra de los mundos, con C. Thomas Howell. Con todo, subido al éxito de la película de Spielberg, logró vender decenas de miles de copias en video.
Drácula, la nueva realización de Luc Besson, luce exactamente como un mockbuster del film homónimo de Francis Ford Coppola, solo que llega 33 años más tarde y no hay un beneficio evidente en tal imitación. Si esta película encierra algún enigma es por qué se hizo, en particular cuando pasaron solo ocho meses del estreno de Nosferatu, la remake de Robert Eggers de la apropiación del mito de Drácula hecha por F.W. Murnau, que probablemente haya cubierto la cuota anual del público para las películas de vampiros.
La elección de recrear por enésima vez la historia de Drácula suena particularmente caprichosa en el caso de Besson, que cuenta una historia tan remanida, tan perezosa en la búsqueda de algún tipo de novedad, tan desvergonzadamente deudora de la película de Coppola, que es difícil encontrarle justificación. Si bien la puesta en escena no es incompetente, porque Besson es un realizador con cuarenta años de experiencia y otros tantos films a cuestas, las interpretaciones y el exceso de dramatismo de las escenas principales producen momentos involuntariamente cómicos y bordean lo kitsch.
Besson declaró que aquello que lo llevó a hacer esta película fue el deseo de trabajar con los actores Caleb Landry Jones y Zoë Bleu Sidel, quien es la hija de Rosanna Arquette, la coprotagonista de Azul profundo. No está claro qué fue lo que el director vio en ellos, dado que la interpretación de la actriz es anodina en el mejor de los casos. La de Landry Jones como Drácula, en cambio, es anormal, una imitación que roza la parodia de los manierismos de Gary Oldman, pero sin su talento para hacerlos funcionar. Una escena en la que el vampiro se ríe como su tuviera un ataque de asma es particularmente incómoda. La relativa competencia del realizador detrás de la cámara impide que la película ingrese a ese estado de gracia de lo “tan malo que es bueno”. Es simplemente fallida en casi todos sus aspectos.