El frío es uno de los mejores sistemas de conservación de los alimentos, tanto crudos como cocinados, pero no todos aguantan fresco el mismo tiempo. Según la Academia Española de Nutrición y Dietética, la recomendación para pasta y arroz es de no guardarlos más de 24 horas en la nevera. Ese mismo tiempo dura un pescado cocinado. Las legumbres, por ejemplo, duran 48 horas en la nevera, mientras que la verdura y la carne cocinadas pueden durar tres o cuatro días. Pero, ¿cuándo se deben meter en la nevera después de pasar por la olla o la sartén? Según el enfermero, Jorge Ángel, conocido en sus redes sociales (@enfermerojorgeangel) por divulgar sobre salud, justo después de su preparación.
“Siempre se ha dicho que al acabar de cocinar, si la comida la vais a meter en un táper, pues que se espere un tiempo fuera, incluso se decía de dos horas, pues para que se enfríe antes de meterla en la nevera. Pues bien, las últimas guías dicen que no, que cuanto antes se meta mejor porque así evitamos lo que queremos, que son las contaminaciones cruzadas”, explica el enfermero que añade que “porque pasen cinco o diez minutos, no va a pasar nada, pero cuanto antes se guarde, mejor” También recomienda optar por tápers de cristal para evitar microplásticos y químicos.
Envases de plástico vs cristal
En un video anterior, el enfermero explica que durante este proceso se liberan compuestos químicos, como por ejemplo los bifenoles. “Aunque pongan que aquí son aptos, no te están diciendo que no puedan liberar estos compuestos. De hecho, mirad los feos que se quedan”, añade. También explica que “estos compuestos a la larga son cancerígenos, crean problemas hormonales, problemas en el sistema inmunitario”. Esto se debe a la disrupción endocrina, es decir, la interferencia de sustancias químicas presentes en el entorno, alimentos, envases y productos manufacturados, que pueden imitar, bloquear o alterar las funciones de hormonas naturales.
La disrupción endocrina, el poso de los microplásticos
Durante la celebración del 31º congreso nacional de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) el pasado verano, el doctor Jonatan Alonso Mortez, miembro de los Grupos de Trabajo de Endocrinología y Nutrición, Estilo de Vida y Salud Pública de SEMG, advertía de que “cuando pensamos en salud pública, pensamos en nutrición, en vacunas, en ejercicio físico… pero no solemos pensar en el envase. Y, sin embargo, el envase es una parte silenciosa, pero constante de nuestra relación con los alimentos y fármacos”.
Durante el congreso se expuso cómo ciertos materiales de envasado pueden liberar compuestos que alteran el sistema hormonal humano. Estos disruptores endocrinos causan un fenómeno por el cual sustancias químicas externas alteran el equilibrio hormonal del organismo. Están presentes en muchos objetos de uso cotidiano y se han vinculado con alteraciones metabólicas, reproductivas e incluso ciertos tipos de cáncer, según Marciel Maffini, científica experta internacional en seguridad química y salud ambiental, especializada en cáncer y disrupción endocrina, que explicó durante su ponencia que su efecto puede ser especialmente nocivo en etapas críticas como el embarazo, la infancia o la pubertad.