Un hombre la encandiló, una mujer se interpuso, y un beso la desconcertó: “Salí casi corriendo”

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Cierto día, en un bar cultural de zona norte de Buenos Aires, Alejandra llegó temblando como una hoja. Era la primera vez que iba a leer sus poemas en público, aunque lo que más la asustaba era el tamaño del lugar: un espacio muy pequeño, íntimo, donde todos los ojos estarían puestos sobre ella. “Como artista, me asusta más la intimidad que un lugar enorme lleno de gente”, asegura.

Apenas llegó reconoció a Marcela a lo lejos, una de esas conocidas que se cruzan en la vida una y otra vez: fueron compañeras de facultad, vivían en zona norte, coincidían en fiestas, compartían amigos en común y las dos se inclinaban por la poesía. Nunca se consideraron amigas, pero el vínculo era lo suficientemente cordial y cercano como para recomendarse lecturas e invitarse a eventos. Marcela, convocada para mostrar su obra, le había traído la propuesta de leer sus poesías para aquella ocasión.

Cuando las luces se apagaron y fue su turno de pasar al frente, Alejandra respiró hondo, cerró los ojos por lo que apenas debe haber sido un segundo, y los abrió dispuesta a leer. En ese instante lo vio a él, un hombre que debía rondar los 40 años y que la paralizó por completo: “No era el más lindo del mundo, pero tenía algo especial que me encandiló”, rememora.

Alejandra ama la lectura y escribir poemas

Una charla increíble y un baldazo de agua fría: “Me quise morir”

Aún paralizada, una voz despertó del letargo a la poeta: `¿Estás lista, Alejandra?´ Ella quiso comenzar a leer, pero su garganta seca atragantaba las palabras. Entonces volvió a mirar al hombre sentado apenas a unos metros y notó que le sonreía con una leve inclinación de cabeza, como indicando que estaba a salvo, que nada iba a pasarle si leía.

“¡Y leí pausadamente, sin trabarme y fue hermoso!”, asegura Alejandra, quien por primera vez desde hacía mucho tiempo, sintió que quería saber más de un hombre, ¡ese hombre! que apenas con un gesto parecía darle algo que nunca había encontrado antes en una pareja: apoyo, confianza, y ánimos para que vuele.

`Martín, un gusto´, le contó el hombre misterioso media hora más tarde. Alejandra no sabe cómo sucedió, pero charlaron, vino tinto y empanadas de por medio, durante las siguientes dos horas, sin flirteos, como dos amigos que se conocen de toda la vida. Hablaron de sus luchas y sueños: “Ambos traemos historias duras”, dice Alejandra con la mirada por un instante perdida.

Tanto a Alejandra como a Martín les gusta frecuentar espacios culturales.

Marcela se sumó a la mesa en varias ocasiones, le tocaba el hombro o el brazo a Martín de manera insistente, pero bien a su estilo, al rato los dejaba para ir de mesa en mesa y socializar con todos sus amigos y conocidos.

Fue hacia el final del encuentro, que llegó el trago amargo de una noche que, hasta allí, a Alejandra le había parecido perfecta: “Martín me contó que había ido al evento por Marcela, que la conocía hacía un tiempo y que le gustaba, aunque nunca se lo había dicho claramente. Me lo dijo a modo de confesión con una sonrisa pícara. Y yo, por dentro, me quise morir”.

“Era su juego, le daba esperanzas, pero al rato la veías haciendo lo mismo por otro lado”

A Marcela le gustaba gustar, así lo sentía al menos Alejandra, que si bien no la conocía en su intimidad, la había visto interactuar en la facultad y las fiestas. Jamás les molestaron sus tácticas de seducción, pero ahora, que Martín había aparecido en su vida, todo había cambiado. Desde la noche de poesía, tanto Alejandra como Martín comenzaron a encontrarse muy seguido en el bar cultural, transformando su vínculo en una incipiente amistad.

Marcela solía estar, aunque hubo ocasiones en que no aparecía, lo que no impedía que Martín y Alejandra pasaran una gran velada juntos, las mejores para Alejandra. En cambio, cuando Marcela estaba presente, podía notar como ella coqueteaba con Martín descaradamente, “para después dejarlo colgado”, asegura Alejandra. “Era su juego, le daba esperanzas, pero al rato la veías haciendo lo mismo por otro lado”.

En algún momento, cuando ya varios meses habían pasado de la noche de la poesía, Marcela contó que se iba de vacaciones, un anunció que entristeció a Alejandra, por el simple hecho de que imaginaba que a Martín le dejaría de interesar frecuentar por esos días el bar de siempre.

“Para mi sorpresa, esa noche me dijo: nos vemos el jueves que viene, ¿no? Te mando mensajito para reconfirmar”, continúa Alejandra, mientras trae su historia al presente.

Un beso y la vuelta a la realidad: “Salí casi corriendo”

Las dos semanas que siguieron fueron maravillosas, compartieron los jueves, los sábados e incluso un domingo, entre música, arte, vino y charlas. Más allá de todo lo que Martín le atraía como hombre, con él, Alejandra se sentía cómoda y feliz. En algún momento concluyó que no importaba ya si ella no era la destinataria de su amor: su amistad valía oro.

Una amistad que vale oro

Y entonces, en una hermosa noche de sábado, sucedió lo inesperado: Martín se acercó a ella para decirle algo al oído, luego se alejó unos pocos centímetros y la beso, y Alejandra tocó la luna con sus manos. Pero esa misma noche, cuando el reloj ya había pasado las doce, Marcela atravesó la puerta. De inmediato, la recién llegada notó la electricidad en el aire, y casi al instante, comenzó a coquetear con Martín, a quien Alejandra notó desconcertado. Marcela parecía redoblar su apuesta con frases como `te extrañé mucho´ y el impulso de sentarse sin previo aviso sobre la falda de Martín para darle un fuerte abrazo.

“Hasta entonces, pensaba que iba a poder con una simple y hermosa amistad, pero ver todo eso me sacó de las casillas. Dije que me tenía que ir y salí casi corriendo”, confiesa Alejandra.

Un llamado telefónico

El teléfono sonó diez minutos después de que Alejandra llegara a su casa. Era Martín. `Hace mucho que Marcela no se me cruza por la cabeza´, le dijo. `Me enamoré de vos´.

Desde entonces, Alejandra y Martín son novios inseparables. Sucedió en el año 2014.

*Si querés contarle tu historia a la Señorita Heart, escribile a [email protected]

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