La Rochelle es una ciudad situada en la costa atlántica de Francia. Es un bonito destino medieval con casas antiguas de madera, un puerto que ha sido centro de pesca y comercio desde el siglo XII y arquitectura renacentista. En verano, muchos turistas acuden a callejear por su centro histórico, comprando en las tiendas, tomando vinos, haciendo fotos… y sufriendo apretones de tanto en tanto que no resuelven de la manera más cívica.
Y es que entre quienes transitan a diario por el lugar, algunos recurren con regularidad a los arbustos situados junto a las ventanas de oficinas y viviendas para realizar sus necesidades fisiológicas, generando un ambiente insalubre y un profundo malestar entre los habitantes y trabajadores de la zona. Según cuenta el medio local Ici La Rochelle, “este fenómeno aumenta con la llegada del verano y el inicio del festival Les Francofolies, momento que coincide con un crecimiento de comportamientos incívicos”.
La escena se repite cada año: durante el periodo estival, los residentes y profesionales del área central experimentan un incremento en la presencia de excrementos humanos en los espacios verdes aledaños. Como explica Éric (nombre cambiado por el diaroi francés), que desde hace dos décadas ocupa un apartamento en la planta baja: “Vienen a orinar, o incluso a algo peor, justo delante de mi ventana. No me ven, se acomodan como frente a un espejo”.
De acuerdo con Ici La Rochelle, la proliferación de estas conductas tiene un impacto significativo en la calidad de vida local, sobre todo cuando las temperaturas se elevan. Arthur, empleado de un despacho de arquitectura vecino, manifestó: “Hay olores insoportables en cuanto hace calor”. La situación empeora durante los fines de semana, cuando, según una residente, la ausencia de actividad en los locales favorece la impunidad: “El lunes, al volver, hay muchos residuos y los olores son terribles”.
Los autores de estas acciones son a menudo “turistas desorientados, transeúntes apresurados o personas sin techo”, detalló el medio. Aunque las motivaciones varían, las consecuencias son constantes: un entorno degradado que afecta tanto a la salud pública como a la convivencia. Para Éric, que además integrante del consejo de administración del inmueble, ciertas intervenciones urbanas sencillas podrían mitigar el problema. Entre las propuestas más inmediatas figura la poda de los setos que, según su opinión, “son menos propicios al resguardo” cuando están recortados, dificultando su utilización como baño improvisado.
“No necesariamente lo hacen por maldad”
El contexto de fondo incluye la llegada anual del festival Francofolies, un evento icónico que transforma la ciudad en un polo de atracción turística y multiplica el flujo de transeúntes. Con la celebración prevista para los días más cálidos, el fenómeno se intensifica, y los habitantes temen el empeoramiento de la situación. Como subrayó Éric: “No necesariamente lo hacen por maldad, pero es una agresión visual”.
El malestar reiterado ha motivado quejas colectivas y nuevas exigencias dirigidas tanto a las autoridades municipales como a la administración del aparcamiento. Se debate la necesidad de reforzar la limpieza, instalar baños públicos adicionales y endurecer la vigilancia en los momentos álgidos de afluencia.
