“¡Hay un hoyo en la regadera!”, grita con sorpresa y estupor un guardia de la prisión de máxima seguridad mexicana de El Altiplano al descubrir algo extraño en la celda del prisionero 3578. Es la noche del sábado 11 de julio de 2015 y el calabozo que tiene un hueco en su ducha corresponde a Joaquín “el Chapo” Guzmán Loera, de 58 años, considerado uno de los narcotraficantes más peligrosos del mundo. Tras una breve inspección del recinto, las sospechas de los carceleros que llegaron al lugar se convierten en una infortunada realidad: el reo más temido del penal acaba de fugarse.
El Centro Federal de Readaptación Social Número 1, conocido como la cárcel de El Altiplano, está ubicado en la localidad de Santa Juana, municipio de Almoloya de Juárez, a unos 90 kilómetros al oeste de la Ciudad de México. Fue fundado en 1991 y era considerado inexpugnable: hasta aquel sábado de julio, ningún penado había podido escabullirse más allá de sus muros de hormigón y hierro de un metro de grosor. Pero un día llegó el Chapo…
El poderoso fundador y mucho tiempo líder del Cártel de Sinaloa, que expandió sus tentáculos del tráfico de drogas a toda América del Norte, Europa y Australia, estuvo apenas un año y 139 días encerrado allí. Obviamente con la ayuda de cómplices externos, hace exactamente 10 años, él pudo fugarse de esa ruda prisión gracias a la construcción de un túnel subterráneo que conectaba su celda con una casa en construcción de la localidad de Santa Juana.
Un túnel de kilómetro y medio
En los aspectos técnicos, puede destacarse que los amigos del narcotraficante realizaron un trabajo magnífico, una proeza de la ingeniería. El túnel tenía una longitud total de 1500 metros y contaba con un sistema complejo de iluminación y ventilación. El acceso por la ducha de la celda era de 50 x 50 centímetros, mientras que el pasadizo tenía 170 centímetros de alto por 80 de ancho.
Las autoridades que analizaron la fuga relataron luego que el túnel por el que escapó el narcotraficante fue realizado de manera que podría definirse como “artesanal”, con pico y pala. Los excavadores, además, mantuvieron el máximo cuidado para no encender las alarmas preparadas para detectar cualquier vibración en el subsuelo del penal.
En la construcción de esa ingeniosa salida se utilizaron motonetas para retirar el material que se iba removiendo. Es probable que en uno de estos vehículos también se haya trasladado Guzmán una vez en el subsuelo. También se encontraron allí diversos tanques de oxígeno, vitales para lograr respirar en un espacio tan reducido y agobiante.
Aunque también, más allá de tantos ingeniosos recursos, según los expertos, es muy probable que haya existido alguna ayuda brindada por gente del interior prisión para hacer posible la fuga. Un funcionario penitenciario de México, que prefirió no develar su identidad, le contó a la CNN: “El Chapo pudo escapar debido a la corrupción, porque sin un plano del penal jamás habría hecho un túnel; (el lugar) es como un panal, tenés que saber dónde está el suelo blando y dónde no, porque si no lo sabés, es impenetrable”.
Un penal del que nadie escapa (o escapaba)
En efecto, El Altiplano tiene todas las características de un penal de máxima seguridad. Además de los muros gruesos, allí, según una descripción gubernamental de los centros federales de readaptación social, “existen sistemas y equipos electromecánicos y electrónicos como circuito cerrado de televisión, control de accesos, alarmas, detectores de metal, de drogas y de explosivos, radiocomunicación, voz y datos, sensores de presencia y de telefonía”.
Una de esas cámaras de circuito cerrado pudo registrar el momento en que el líder del cartel de Sinaloa “desaparece” de su calabozo luego de dirigirse hacia la ducha. Eso ocurre exactamente a las 20.52 del 11 de julio. En efecto, en el video que registra la celda 20, la del Chapo, se ve cómo el reo mexicano se dirige hacia ese lugar de su recinto de encierro. Lo hace varias veces.
Como se observa en las imágenes oficiales a las que tuvo acceso el canal mexicano Televisa, Guzmán se encuentra tirado en su camastro mirando una pequeña televisión cuando de pronto se levanta para dirigirse al rincón donde se encuentran la letrina y la ducha. Cabe destacar que esta última cuenta con una pequeña pared de poco más de un metro de alto en la que el reo puede ocultarse y funciona así como una especie de “punto ciego” para la cámara.
Luego se sabría que las idas y vueltas del Chapo hacia el lugar de la regadera tenía que ver con que sus cómplices estaban a punto de culminar su trabajo. Esto es, quitar un cuadrado de material del suelo de la ducha que le daría acceso al prisionero a un canal vertical que lo llevaría hacia el túnel. Siempre siguiendo las imágenes, Guzmán hace una incursión más hacia el punto ciego, se agacha y vuelve a aparecer para sentarse en su cama y calzarse unos zapatos. Inmediatamente después, va hacia la ducha por última vez y ya no se lo ve más en imagen.
El Centro de Monitoreo descubre la fuga
En el Centro de Monitoreo de El Altiplano, lleno de hombres y pantallas, nadie parece haberse dado cuenta de estos movimientos sospechosos del reo. Y mucho menos de su desaparición. Según un informe que hace Televisa en base a las imágenes, recién a las 21.17, unos 25 minutos después de la fuga, los agentes federales que están frente a los monitores de seguridad notan que algo ha ocurrido y mandan a dos custodios a observar la celda.
Las autoridades calcularían luego que Guzmán habría tardado unos 15 minutos en concretar su fuga. Por lo cual, los guardias llegaron a la celda 20 cuando el exlíder del cártel de Sinaloa ya había alcanzado la libertad.
Al darse cuenta de que el reo se había esfumado, las autoridades de la prisión hicieron sonar su alerta roja, con lo que automáticamente se reforzó la seguridad de la zona. Además, se suspendieron por un tiempo los vuelos en el Aeropuerto Internacional de Toluca, ubicado a 18 kilómetros de distancia de la prisión y se activó el código rojo en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Los gobiernos del DF y los estados de Michoacán y Guerrero, en tanto, blindaron las zonas limítrofes con el estado de México, en el que se encuentra la prisión.
Pero todo esto no sirvió de nada. El recluso más relevante del Centro de Readaptación Federal N°1, como por arte de magia, parecía haberse desvanecido.
México y el mundo entero se estremecieron con la noticia del escape del Chapo. Era la segunda vez que el capo narco se escapaba de una prisión de máxima seguridad, algo que hizo enfadar especialmente a funcionarios estadounidenses. Hacía tiempo que desde el país del norte pedían tener bajo su custodia al famoso criminal.
“Esta fue la razón por la que solicitamos su extradición”, expresó indignado a la CNN un funcionario de justicia de los Estados Unidos poco después de la sonada fuga. El hombre añadió que el escape del mexicano tuvo que ver con “la fuerza del cártel y su habilidad para sobornar a las personas. Si este hombre puede salir de la prisión, muestra qué tan profunda es la corrupción en México”.
La primera fuga del Chapo
Guzmán Loera había sido capturado por primera vez en Guatemala en junio de 1993. Fue extraditado a México y allí lo encerraron en El Altiplano. Hasta que, en 1995, lo cambiaron de sitio de reclusión y terminó en el penal de Puente Grande, en Jalisco.
El hombre -que había sido condenado a 20 años de prisión por causas relacionadas con el narcotráfico- se fugó. Utilizó para ello un vehículo de la lavandería de prisión, que lo sacó escondido en una cesta de ropa sucia del penal, el 19 de enero de 2001.
Entonces, la Procuraduría General de la República de México acusó a 62 personas por la fuga. Entre ellos había funcionarios, custodios y también reos de la cárcel. Entre los procesados por el caso estaba el propio exdirector del penal, Leonardo Beltrán Santana.
En libertad, Guzmán fue ampliando su territorio criminal y se transformó en un verdadero peligro para la sociedad. Autoridades de México y los Estados Unidos pusieron una recompensa de 7.300.000 dólares para quien ofreciera información sobre el paradero del maleante y fue declarado enemigo público número uno en la ciudad de Chicago.
Los que abonan la frase de que el crimen no paga deberían revisar el concepto, ya que la revista Forbes colocó al Chapo entre los hombres más ricos del mundo, cuando informó, en 2012, que el exlíder del cártel de Sinaloa tenía una fortuna estimada de mil millones de dólares.
Otra vez en prisión
Tras 13 años en libertad, el narcotraficante fue atrapado por un comando de la marina mexicana en un departamento de Mazatlán, estado de Sinaloa. La captura, que se produjo el 22 de febrero de 2014, fue el final de un trabajo de inteligencia de varios meses, y el criminal cayó en las redes de la ley sin que desde ninguno de los dos bandos se disparara un solo tiro.
Entonces fue cuando el Chapo fue destinado otra vez a la prisión de El Altiplano, donde protagonizó la cinematográfica fuga de la que hoy se cumplen 10 años.
Pero el final de la historia dice que el especialista en el tráfico de cocaína, marihuana y metanfetamina no gozó por mucho tiempo del beneficio de la vida sin grilletes: el 8 de enero de 2016, apenas unos seis meses después de escapar por el túnel de 1,5 kilómetro, el mexicano más buscado fue recapturado.
Esta vez, en el operativo, que realizó la Marina mexicana y también integrantes de la DEA, sí hubo un intercambio de disparos y algunos oficiales resultaron heridos. Ocurrió en la localidad de Los Mochis, en Sinaloa. En el procedimiento además se secuestraron ocho armas largas, un arma corta y un tubo de lanzacohetes con dos cargas. Esta claro que, esta vez, el escurridizo criminal no se dejaría atrapar fácilmente.
Tras pasar por algunas cárceles mexicanas, en 2017 Guzmán Loera fue extraditado a los Estados Unidos, donde lo condenaron a cadena perpetua por delitos de tráfico de drogas, delincuencia organizada, homicidio y lavado de dinero. Desde entonces se encuentra recluido en la prisión de máxima seguridad ADX Florence. También llamada como “Supermax”, esta cárcel, ubicada en el estado de Colorado, al sur Denver, es conocida como la Alcatraz de las Rocallosas.
Allí, el fundador del cártel de Sinaloa pasa 23 horas al día encerrado en una pequeña celda tratando de encontrar una estrategia para apelar su condena. Una fuga en ese lugar parece ser para el recluso mexicano una utopía imposible. Aunque con El Chapo nunca se sabe…