ROMA.- Vieja, vacía y más urbana. Así será Italia en 2050, dentro de apenas veinticinco años, si no se revierten en forma dramática las tendencias actuales.
Aunque no es noticia la baja natalidad, que viene dándose desde hace ya tres décadas, un reciente estudio del Instituto Nacional de Estadísticas (Istat) volvió a alertar sobre el enorme desafío del “inverno demográfico” que enfrenta la península.
Según su “Informe sobre Previsiones de la población residente y de las familias con base 1-1-2024”, difundido a fines de julio -sin tener en cuenta cambios geopolíticos o económicos, evolución tecnológica u otras cuestiones-, el escenario de la futura Italia 2025 estará marcado por factores ya conocidos: no sólo que nacen pocos bebés, sino también, el envejecimiento y las transformaciones familiares.
A raíz de los cálculos, en 2050 Italia tendrá unos 54,7 millones de habitantes, 4,3 millones menos con respecto a 2024. “En la práctica, es como si las ciudades de Roma, Milán y Bari desaparecieran simultáneamente”, subrayó Massimo Calvi en una nota de tapa del diario Avvenire, de la Conferencia Episcopal italiana.
Sin embargo, la hemorragia afectará principalmente al Sur, que perderá 3,4 millones de habitantes, especialmente jóvenes y familias, mientras que el descenso en el Norte será de alrededor de 200.000 y en el centro, de 700.000, según un escenario promedio, dentro de un rango de pronósticos con hipótesis mínimas y máximas.
“La evolución, en cualquier caso, es clara: la gente vivirá predominantemente en centros urbanos, es decir, cerca de servicios y oportunidades, mientras que las zonas del interior y los municipios periféricos y más pequeños podrían experimentar un aislamiento aún mayor que el actual. Esto también corre el riesgo de generar un círculo vicioso en el que la reducción de servicios y el éxodo poblacional se retroalimenten”, advirtió Calvi.
La edad promedio en 2050 subirá a casi 51 años, desde los 46,6 años actuales, y el Sur pasará de ser la región más joven a la más envejecida (51,6 años de promedio). El destino del Sur parece ser el de una lenta y progresiva “senilización” y, en este marco, las regiones más afectadas podrían ser Basilicata, Molise y Cerdeña, que podrían perder una quinta parte de su población, señaló.
El gran problema será el “dejuvenecimiento” del país, según el neologismo acuñado por el demógrafo Alessandro Rosina, es decir, la disminución de las generaciones más jóvenes, con la consiguiente pérdida de relevancia social y política. Uno de cada tres residentes en 2050 tendrá más de 65 años (34,6%), poco más de uno de cada diez (11,2%) tendrá menos de 14, mientras que en el grupo de edad de 15 a 64 años habrá menos de 30 millones de personas (54,3%), con una pérdida de 7,7 millones de la población en edad laboral.
Financiamiento
En 25 años las personas mayores y los niños juntos serán tantos como los que puedan trabajar. Y la gran pregunta es: ¿quién financiará, trabajando y, sobre todo, pagando impuestos y cotizaciones, las pensiones, la sanidad, la asistencia social y la educación?
“Se podría pensar en los inmigrantes, pero es difícil hacer predicciones al respecto. Es posible que 5 millones de extranjeros lleguen a Italia de aquí a 2050. Sin embargo, un pronóstico a tan largo plazo es poco acertado, ya que desconocemos cómo cambiará el mundo y, sobre todo, si un territorio despoblado se convertirá en un destino atractivo para los extranjeros más cualificados”, indicó Avvenire, que destacó que el panorama económico y fiscal futuro está “plagado de incógnitas”.
Recordó al respecto que, al informar ante la Comisión Parlamentaria de Investigación sobre los efectos de la transición demográfica, Andrea Brandolini, subdirector del Departamento de Economía y Estadística del Banco de Italia (el Banco Central), explicó que si las tasas de empleo y productividad se mantienen sin cambios, el invierno demográfico podría costarle al PBI puntos porcentuales de aquí a 2050.
No por nada, el desafío demográfico obligará a Italia a centrar la atención política en la inmigración -que, paradojalmente, pese a que es más que necesaria, suele ser combatida por el gobierno de derecha de Giorgia Meloni-, el aumento de la edad jubilatoria, el aumento de la participación en la fuerza laboral, así como en políticas que traten de invertir la bajísima tasa de natalidad.
En este aspecto, la baja tasa de fertilidad que ha afectado a Italia durante más de treinta años ha vuelto las cosas más complicadas: hoy hay 11,5 millones de mujeres entre 15 y 49 años y para 2050, esta cifra se reducirá a 9,1 millones. “En otras palabras, la disminución de madres potenciales ha alcanzado tales proporciones que la tendencia subyacente de la dinámica natural de la población es ahora irreversible: incluso si, en 25 años, la tasa de fertilidad aumentara de los 1,18 hijos actuales a 1,59, todavía habría solo 500.000 nacimientos al año, en comparación con 800.000 muertes. En resumen, es necesario intentarlo, pero se necesitarán milagros”, advirtió Calvi.
Cómo superarlo
Según el mismo informe, la transformación también será significativa para las familias, tanto en términos de su tamaño como de su fragilidad debido al debilitamiento de los vínculos. Y la soledad será un factor importante. Para 2050, el número de hogares aumentará ligeramente, a 26,8 millones (+ 1%), pero cada vez más serán unipersonales.
“Entre las tendencias preocupantes en curso también se encuentra la del aumento de las familias que son tales sólo en sentido estadístico, pero no sustancial, es decir, formadas por una sola persona”, advirtió el demógrafo Rosina, docente universitario y experto en mutaciones sociales.
“Hay diversos factores, no se trata siempre de una elección: si bien aumenta la propensión de los jóvenes a ser autónomos, muchas veces los costos y la incertidumbre laboral llevan a postergar la formación de una familia propia; por otro lado, en edad adulta alguien se puede encontrar solo después de un fracaso de una unión… Pero es con el envejecimiento de la población que aumenta el número de personas solas, después de la pérdida del cónyuge o de otros parientes con los que convivía”, explicó.
Más allá del panorama sombrío, Rosina cree que Italia no debe resignarse ni bajar los brazos ante la fotografía del 2050. “Si se está debilitando hoy nuestra población no es sólo porque la cantidad de habitantes está en disminución, sino sobre todo porque nos sentimos menos unidos, menos parte activa de un destino común abierto, de un proyecto de país sólido para construir juntos”, opinó.
“La crisis demográfica, que combina desequilibrios y desigualdades, puede sólo ser superada reforzando los vínculos: de pareja, de padres e hijos, entre áreas urbanas y áreas internas, entre Norte y Sur del país, entre autóctonos y nuevos llegados”, planteó. “Y, en consecuencia, entre un presente posible y un futuro deseado”, concluyó.