
El sueño mediterráneo de Jennifer Itinga Fontan y Lukas Reinike, un matrimonio alemán de 39 y 40 años, duró tan solo un año. En 2024, decidieron instalarse en Denia atraídos por el buen clima y la idea de una vida más sencilla y asequible. Sin embargo, la experiencia no resultó como ellos habían imaginado.
Tal y como contaron al periódico Remscheider General-Anzeiger, la pareja se mudó junto a sus dos hijos, Noel (6 años) y Elián (4 años), a la casa de los padres de Jennifer, que ya residían en España.
Su objetivo era encontrar una estabilidad y disfrutar de una infancia más libre para los pequeños, pero las dificultades no tardaron en aparecer.
“La realidad fue muy diferente a lo esperado”, confiesa Jennifer. El principal obstáculo fue encontrar una vivienda asequible, un problema que comparten también muchos de los españoles.
“No encontrábamos un apartamento a buen precio. Los caseros preferían alquilar a turistas o solo por estancias cortas”, explica.
El auge del alquiler vacacional en la provincia de Alicante complicó aún más su búsqueda. Durante meses, la familia tuvo que vivir en alojamientos temporales, cambiando de casa cada pocas semanas. Aquella falta de estabilidad, justo lo que habían querido dejar atrás en Alemania, se convirtió en su mayor frustración.
Bajos salarios y dificultad para llegar a fin de mes

A los problemas de vivienda se les sumaron los bajos salarios. Durante su estancia en España, Jennifer trabajó 20 horas semanales en la administración de una residencia de ancianos y ganaba un sueldo similar al de un minijob alemán. “No puedo trabajar dos o tres veces más para llegar a fin de mes”, lamenta.
Su marido, Lukas, mantuvo su empleo remoto como asesor de clientes para la firma de moda Breuninger, pero incluso así, los ingresos de ambos resultaron insuficientes para cubrir los gastos. España es un país precioso, pero vivir aquí no es tan barato como la gente se piensa desde fuera.
Choque cultural y ritmo de vida distinto
El proceso de adaptación tampoco fue sencillo. Lukas explica que la familia estaba acostumbrada a la organización y la puntualidad típicas de Alemania. “Estamos acostumbrados a la estructura de aquí (Alemania) , y allí (España) falta eso”, comenta.
El ritmo mediterráneo, los horarios tardíos y cierta percepción de informalidad administrativa les generaron estrés.
Sin embargo, los más pequeños fueron quienes mejor llevaron el cambio. En pocos meses, aprendieron español, hicieron amigos y disfrutaron del colegio al aire libre. Sin embargo, la inestabilidad terminó pesando más que las ventajas, y decidieron volver.
Fue en agosto de 2025, cuando la familia decidió regresar a Alemania. Jennifer volvió a su antiguo empleo en un supermercado, y Lukas continuó trabajando para la misma empresa. “Emigrar es más fácil que volver”, admite él, aunque asegura que la experiencia les hizo valorar más lo que tenían.
“Antes me molestaba la lluvia, pero no, aquí no todo es malo”, añade Lukas. Ahora, la familia se encuentra buscando una vivienda permanente en la antigua ciudad en la que residían antes.
