Un mensaje para todos: prohibido criticar a Trump

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En menos de una semana, se lanzó contra dos baluartes de la prensa y la cultura en Estados Unidos: The New York Times y Jimmy Kimmel. Fue un mensaje que ya ni se preocupa por disimular: está prohibido criticar a Donald Trump.

La noticia de la cancelación del show de Kimmel tuvo un impacto demoledor en círculos políticos y en Hollywood, en momentos en que el asesinato del activista ultraconservador Charlie Kirk sigue conmocionando al país y abriendo nuevas grietas.

ABC, la cadena propiedad de Disney que ya aceptó pagar 15 millones de dólares en 2024 para cerrar otra demanda de Trump, anunció la suspensión indefinida del late night de Kimmel después de 20 años. Es verdad que el rating venía en caída (cayó 43% desde enero). Pero ABC no lo adjudicó a eso. Fue otra la razón: apenas unos días antes, el multipremiado presentador había hecho un comentario desafortunado sobre el asesinato de Kirk, además de acusar a la Casa Blanca de hacer uso político del crimen.

El presentador Jimmy Kimmel se quedó sin programa tras un comentario sobre la muerte de Charlie Kirk

Brendan Carr, el “brazo armado” de Trump contra los medios y presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), fue quien de alguna manera dio “la orden”. El miércoles dijo que Kimmel tenía que irse “por las buenas o por las malas” y este jueves festejó: “Me alegra mucho ver que las emisoras se están poniendo de pie para servir a su comunidad. Esto marca un punto de inflexión”.

Casi eufórico, Trump fue más lejos. En vuelo desde Gran Bretaña, afirmó: “Me están haciendo mucha mala prensa [las cadenas de TV]. Creo que deberían perder sus licencias. Son un brazo del Partido Demócrata”.

Traducción: a partir de ahora, solo elogios y adulación. Ya no hay lugar para críticas. Hace apenas unos meses le había sucedido algo parecido a otro de los más destacados presentadores, Stephen Colbert, cuando se anunció que su programa terminará a fin de año. Fue en momentos en los que Paramount, la propietaria de la cadena CBS, buscaba la aprobación para una multimillonaria fusión con Skydance, que fue finalmente aprobada, sugestivamente, apenas unos días después de que CBS aceptara pagar 16 millones de dólares para cerrar una demanda -otra más- presentada por Trump.

Antes de Kimmel, su colega Stephen Colbert recibió la noticia de que su programa terminará a fin de año

“Trump está llevando a cabo la represión gubernamental más severa contra las principales instituciones mediáticas en tiempos modernos, utilizando todas las herramientas a su disposición para erradicar la cobertura con la que no está de acuerdo”, afirmó este jueves Jim Rutenberg, columnista de The New York Times.

Lo de Kimmel fue mucho más que un cambio en la grilla en el late night en Estados Unidos, y tuvo repercusión más allá de las fronteras. Sucedió, además, la misma semana en la que Trump presentó una demanda por 15.000 millones de dólares nada menos que contra The New York Times y cuatro de sus más destacados periodistas, la quinta acción judicial contra una de las grandes empresas de medios en apenas dos años. El apabullante documento de 85 páginas, un verdadero compendio de propaganda de Trump, acusa al Times de difamación por tres artículos y un libro que, según su equipo, fueron publicados con malicia política y con intención de dañarlo durante la campaña. Los 15.000 millones de la demanda, que suma daños punitivos, exceden el valor de mercado de la empresa.

Los especialistas alegan que tiene casi nulas chances de prosperar. Pero el mensaje es: si voy contra el Times, no dudaré en ir contra cualquier otro.

Hace apenas unas semanas, ya había puesto en la mira al magnate de los medios y tradicional aliado suyo, Rupert Murdoch, al presentar una demanda por 10.000 millones de dólares contra The Wall Street Journal después de la publicación de un artículo sobre la amistad de Trump con el controvertido Jeffrey Epstein. Y The Washington Post sigue perdiendo audiencia y sufriendo una sangría de sus grandes plumas por el volantazo editorial que dio Jeff Bezos para acercarse a Trump antes de las elecciones. Apenas unas semanas previas a la votación, en un sugestivo timing, rompió una tradición de décadas y anunció que el Post no respaldaría a ningún candidato presidencial, decisión que fue seguida por un cambio en las páginas de Opinión, que solo publica columnas que defienden las libertades individuales y los mercados libres.

Trump sigue a rajatabla las reglas de Viktor Orban contra los medios: presionar y amenazar a los críticos y premiar a los que se alinean

No hay que ser Sherlock Holmes para seguir las pistas que deja Trump. Su avalancha de demandas judiciales tiene un efecto inmediato en otros medios, atemorizando a cualquiera que se atreva a criticar al gobierno. Pero, más allá de todo, deja cada vez más en evidencia los verdaderos planes de Trump. Presentó la demanda contra The New York Times en Tampa, Florida, donde espera una recepción más amigable, pero sin duda será apenas una escala en el camino hacia la Corte Suprema -ahora con una mayoría conservadora- donde dos de los nueve jueces ya han insinuado la posibilidad de reconsiderar uno de los pilares de la libertad de expresión en Estados Unidos, el histórico fallo de The New York Times vs Sullivan, que Trump viene criticando desde hace años.

En 1964, ese fallo célebre, que sirvió de base para muchos otros países, estableció un estándar crucial para la protección de los medios frente a demandas por difamación. Los funcionarios públicos deben demostrar real malicia para ganar un caso por difamación y, según los especialistas, ese criterio ha sido esencial para garantizar un entorno en el que la prensa pueda funcionar sin miedo a represalias. “Es muy difícil desvincular la guerra actual de Trump contra la prensa de ese objetivo: no solo es retórica incendiaria, es un proyecto para debilitar las protecciones legales del fallo The New York Times vs. Sullivan”, alega David Enrich, columnista de ese diario y autor de Asesinando la verdad, en el que analiza en detalle la campaña para revocar el fallo.

Trump y el rey Carlos III durante el banquete de honor en Windsor

“Desde Hungría, esto me suena muy familiar”, dijo a LA NACION András Pethö, prestigioso periodista y codirector de Direkt 36, uno de los pocos sitios independientes que persisten en el país en medio de la ofensiva del autócrata Viktor Orban.

“Aunque puede haber diferencias en los métodos de Trump y Orban, el objetivo es el mismo: silenciar las voces independientes. La forma en la que organismos que se supone son independientes están siendo utilizados para presionar a los medios, como sucedió con ABC y Jimmy Kimmel, resuena mucho”, agregó.

Presionar y amenazar a las grandes empresas de medios con juicios y regulaciones, castigar a los que se resisten y darles jugosos premios a los que se alinean. Usar todos los resortes del poder del gobierno en beneficio propio. Estas son algunas de las reglas de Orban que Trump sigue a rajatabla. Esta semana, en la que el presidente fue agasajado en Gran Bretaña con toda la pompa real que tanto ama, puede haber alimentado aún más sus ansias de poder sin límite. Un freno que ya no quiere encontrar en la prensa independiente. No hay dudas de que a Kimmel y a The New York Times les seguirán otras víctimas.

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