Un mundo de pesadillas en el Malba: la distorsión como una forma elegida de ver la vida

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Tiene 31 años, hace cinco realizó su primera muestra individual, y acaba de debutar con su primera exposición institucional nada menos que en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba). Fue un año intenso para Carrie Bencardino: en junio de 2024 expuso en la feria Liste, en Basilea, representada por la galería Piedras. Allí la descubrió la alemana Jan Kaps, que la llevó a Art Basel Miami Beach en diciembre. En arteba sorprendió con sus retratos de rostros provocadores y distorsionados, uno de los cuales pasó a integrar la colección del museo Moderno. Luego redobló la apuesta y ocupó la sede de Piedras, en San Telmo, con una instalación inmersiva de pinturas y una performance. Vendió todo.

Artistas de la falsificación, un metier tan antiguo como el árbol del Edén

Así que, cuando a principios de 2025 le propusieron exhibir en Malba, empezó desde cero: en los últimos meses creó once pinturas –una de ellas, de ocho metros y medio por casi tres de alto- y un video titulado Los sueños están rotos. “Me pregunto si soy capaz de imaginar algo verdaderamente surrealista. De pensar una imagen que no se arrastre de lo cotidiano. Que no tenga ya una raíz en algo que conozco. Algo que existe. Cada vez que cierro los ojos para imaginar las imágenes que me aparecen me parecen un tanto sospechosas. Más que crear, parece que archivo. Más que soñar, parece que copio”, dice el protagonista de este último, antes de cuestionar la abundancia de información que ofrece la inteligencia artificial. “Me propone infinitas imágenes, infinitas respuestas –agrega-. Pero, ¿y si lo único que logra es dejarme anestesiado?”

Detalle del coche fúnebre, una pintura de ocho metros y medio por casi tres de alto

Esta “crisis de imaginación” inspiró a la artista a apelar a la fuente primaria: el inconsciente. Sus imágenes no pueden leerse de manera lineal, como si formaran parte de una historia coherente, si no que se superponen sin sentido: un dragón junto a un sombrero, a un sillón, a un coche fúnebre y a una chica que posa semidesnuda, vestida con un provocador traje animal print. Hay algo inquietante en su mirada, como si estuviéramos en medio de una pesadilla.

Hay algo inquietante en la mirada de la mujer retratada por Bencardino

También en la escena que flota sobre la sala del subsuelo, titulada Conversación: hay que subir por las escaleras mecánicas y observarla de cerca para darse cuenta de que algo no cierra en ese supuesto diálogo. Los personajes parecen abstraídos, y no se miran a los ojos.

En

“Hay distintas interrupciones en la concordancia, en la estructura de la pintura. Todas esas cosas que van enrareciendo la experiencia de la imagen me parecen fundamentales para poder ejercitar nuevas lecturas, por lo menos de la vida en común”, observa el curador, Carlos Gutiérrez, que aportó el contexto perfecto para disparar esas visiones: un montaje de sala que logra una ambientación similar a un club, un pub o un cine. Tanto las alfombras como las paredes son de color púrpura.

El montaje de sala que logra una ambientación similar a un club, un pub o un cine: tanto las alfombras como las paredes son de color púrpura

“El desafío fue tratar de recuperar esa forma de pensar en clave onírica, que puede ser potencialmente revolucionaria –señala Bencardino-. Los objetos son una cosa y a la vez otra, para rastrear el extrañamiento y el terror en lo cotidiano, en lo real. Una forma de decir: ‘Si el mundo está tan literal y plano y no tengo lugar para soñar, a ver qué me puede pasar con las cosas que hay’. Y desconfiar de las imágenes”.

Así como René Magritte escribió la frase “Esto no es una pipa” junto a la imagen de una pipa en su famosa serie titulada La traición de las imágenes, a fines de la década de 1920, Bencardino pintó un sillón al que llamó El mal. Para ver “qué más puede haber detrás de este objeto. Lo que puede haber es todo lo que yo arme de eso en mi mente”.

El video titulado

El desentierro al diablo, según ella, tiene que ver con “la idea de crear y ahondar más allá de lo que vemos a simple vista. No tener miedo a adentrarse en ese mal… A fin de cuentas, ¿qué es el bien y qué es el mal? Es un poco poner en duda también todos estos conceptos. Tenía la intención de adentrarme en la vida espectral de los objetos: lograr que emane oscuridad algo como un sombrero o una pluma, por ejemplo. Y también recurrir a la distorsión como una forma elegida de ver el mundo, de ver la vida”.

Para agendar:

Carrie Bencardino. El desentierro del diablo, hasta el 13 de octubre en Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415). Visitas guiadas: los lunes a las 17.

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