
En junio de 2025, Kaileya McGhee, una joven de 21 años residente en Phoenix, en Estados Unidos, tuvo que tomar una difícil decisión junto a su prometido, cuenta Business Insider. Ambos vivían desde hacía dos años y medio en un piso de alquiler en Gilbert, Arizona, junto a su perro Zeus. Mientras ella trabajaba en el sector financiero inmobiliario y cursaba una carrera universitaria online en la Universidad Estatal de Arizona, su prometido se encontraba a punto de terminar sus estudios en Justice University.
La pareja tenía dudas sobre qué hacer con su contrato de alquiler. La fecha de renovación se acercaba y la situación profesional del prometido de Kaileya no estaba clara: tras graduarse en mayo, tenía que elegir entre buscar trabajo o aprovechar un último año de elegibilidad deportiva para jugar baloncesto en otra universidad. “Había muchas preguntas cuando él se graduó”, explica Kaileya McGhee a Business Insider. “¿Queremos quedarnos en la ciudad? ¿Mudarnos cerca de mi trabajo? ¿Aprovechar su elegibilidad?”
Ante tantas incógnitas, la pareja temía comprometerse a permanecer en el mismo piso durante varios meses más. La rigidez de un nuevo contrato de alquiler no encajaba con sus necesidades en ese momento, así que comenzaron a valorar otras alternativas para ganar tiempo y flexibilidad.
Una solución inesperada
Fue entonces cuando el padre de Kaileya, con experiencia como contratista, propuso una solución inesperada. Sugirió que la pareja se mudara de vuelta a la casa familiar, donde podrían disponer de un espacio privado. La familia de Kaileya vivía desde 2022 en una vivienda que ellos mismos habían construido. Desde un principio, el objetivo era que ni Kaileya ni su prometido sintieran que simplemente volvían a vivir como antes, en la habitación de la infancia de Kaileya.
El padre de Kaileya sabía que el garaje, junto a una habitación y un baño en la planta principal, podían convertirse en un pequeño apartamento independiente. De inmediato, se puso manos a la obra. Decidió reorganizar el espacio para crear el máximo nivel de independencia posible dentro de la propia casa.

Códigos de privacidad
Primero, retiró la puerta original de la habitación principal, ubicada junto al garaje, y la instaló al final del pasillo. De este modo, la zona de dormitorio y baño quedaba completamente separada del resto de la vivienda, y se convertía en una entrada exclusiva a un pequeño apartamento. Al entrar en el pasillo, se accede por un lado al dormitorio y por el otro al baño, ambos bien diferenciados. Esta nueva disposición permite que, si algún día la familia decide modificar de nuevo la casa, sea fácil restaurar la estructura original.
En cuanto al baño, aunque forma parte del apartamento y cuenta con bañera, lavabo y aseo, sigue siendo el único de la planta baja. Por eso, los padres de Kaileya todavía lo utilizan en ocasiones, especialmente cuando ella no está en casa. No obstante, para respetar la privacidad, acordaron que la familia siempre llamaría a la puerta antes de entrar al espacio de Kaileya.
Por otro lado, el dormitorio es pequeño y solo tiene espacio para una cama, una mesilla y un armario, pero la joven explica que lo aprovecharon con los muebles traídos del antiguo piso. El dormitorio está comunicado directamente con el garaje, que fue transformado en la sala principal del apartamento.

El mayor gasto
El garaje se aisló para controlar la temperatura y se instaló aire acondicionado, lo que supuso el gasto más elevado de la reforma, con un coste de aproximadamente 700 dólares (en torno a 600 euros). Gracias a que el padre ya tenía herramientas y varios materiales, el resto de la adecuación sumó solo algunos cientos de dólares más. Además, la familia añadió muebles antiguos que les había donado un amigo y Kaileya decoró la estancia en torno a ellos.
El apartamento dispone de una entrada privada a través del garaje, lo que permite a Kaileya entrar y salir sin pasar por la casa principal. También se cerró el espacio lateral de la parcela para que el perro, Zeus, pudiera disponer de un área en la que moverse libremente.
En lo cotidiano, Kaileya cocina y lava la ropa en la casa familiar, y comen todos juntos la mayoría de las noches. Para mantener el orden y la convivencia, Kaileya propuso un calendario de comidas y establecieron conversaciones claras sobre tareas domésticas, responsabilidades y límites antes de mudarse. Además, la pareja se hace cargo de su parte de los gastos en la casa: pagan su propia compra y la diferencia en el recibo de la luz y el aire acondicionado que corresponde a su espacio.
Revisión a los seis meses
El ahorro económico ha sido uno de los principales beneficios de vivir en el garaje. Kaileya calcula que antes pagaban unos 2.000 dólares mensuales (unos 1.700 euros) por el alquiler en Gilbert, mientras que ahora solo destinan “unos pocos cientos” a cubrir los costes adicionales de servicios y suministros.
En agosto, el prometido de Kaileya se trasladó temporalmente a Connecticut para continuar jugando baloncesto en la universidad, pero la joven decidió quedarse en la casa de sus padres, con la tranquilidad de saber que existe un acuerdo flexible: a los seis meses, revisarán si debe empezar a pagar renta o cubrir más gastos según el tiempo que siga allí.
En cuanto a la convivencia, Kaileya destaca el respeto a su privacidad: pasa sola el tiempo en su apartamento hasta la cena y, los fines de semana, comparte más tiempo con la familia. “Como adultos, mis padres siempre han sido muy comprensivos y nunca han estado encima. Incluso viviendo con ellos de nuevo, mantienen la misma actitud”.
