Un presidente al ataque, otra vez en campaña

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La experiencia del abismo dejó en Javier Milei un ánimo de urgencia. Ya está de nuevo en campaña, enfundado en la campera de cuero pese al calor veraniego y con el megáfono que lo reconecta con su raíz antisistema. Cerró la discusión interna y decidió impulsar la versión más extrema de las reformas que se propone aprobar de acá a marzo. No piensa dar marcha atrás con el plan de control inflacionario basado en el dólar barato. “Hay que ir para adelante”, insiste.

Aprendió que para ejercer el poder de manera monopólica no hace falta gritar ni llamar “ratas” a sus rivales todo el tiempo. Los puede doblegar en silencio mientras están aturdidos, sin ideas ni coraje para enfrentar a un gobierno que salió fortalecido de las urnas, a pesar de que compitió en medio de una tormenta financiera de la que lo rescató Donald Trump.

Hay una coreografía dialoguista que incluye los viajes del ministro del Interior, Diego Santilli, a visitar gobernadores y la intención de presentar las reformas de la segunda etapa del mandato dentro del envoltorio pactista del Consejo de Mayo.

Pero la estrategia de fondo recuerda a la de los primeros días de la revolución libertaria, cuando nació la Ley Bases. A quienes buscan el calor popular les ofrece un Jordán donde purificarse, a cambio de apoyar medidas maximalistas.

Milei firmó el proyecto de ley laboral en su salón de Aeroparque, mal dormido y con el mameluco de YPF puesto cuando aterrizó de su viaje relámpago a Oslo para la ceremonia del Premio Nobel de la Paz concedido a María Corina Machado. No se quedó a esperar a que la opositora venezolana terminara su odisea del Caribe al Mar del Norte. Tenía prisa.

Javier Milei, recién aterrizado en Buenos Aires, firmó el proyecto de modernización laboral que el Gobierno enviará al Congreso, acompañado por el jefe de Gabinete, Manuel Adorni.

Terció en la discusión sobre la profundidad de los cambios que enfrentó a los “políticos” -desde Martín Menem a Santiago Caputo, inusualmente de acuerdo- con los “puristas”, con el ministro Federico Sturzenegger como abanderado. El proyecto final promueve la mayor transformación del modelo sindical peronista desde el regreso de la democracia y amenaza de manera decidida la financiación de los gremios. Lo que giró Milei al Congreso refleja bastante fielmente la visión del ministro de Desregulación.

Los “dialoguistas” frenaron la eliminación de la “cuota solidaria” que pagan al gremio los empleados que no están afiliados, pero igualmente se establecieron restricciones que complicarían mucho el cobro de ese dinero. Sturzenegger también impuso que las empresas no estén obligadas a ser agentes de retención de las cuotas de afiliación, salvo autorización expresa del trabajador. En público sumó pimienta cuando aclaró que los cambios propuestos regirán para todo el universo de trabajadores, no para los contratos posteriores a la sanción.

Federico Sturzenegger

El texto incluye una revisión de las indemnizaciones que afectará la financiación de la Anses, se reducen los aportes a las obras sociales en un 1%, se promueve el uso de banco de horas, se limita el derecho de huelga, se modifican las reglas de las vacaciones, caen estatutos vigentes, se quitan fondos para el Instituto Nacional del Cine (INCAA) y se dispone la virtual eliminación del fuero laboral nacional, al que se le adjudica una histórica inclinación antiempresarial.

Después de las elecciones, la CGT había elegido un triunvirato negociador que de repente se vio desbordado por las novedades. El proyecto del Gobierno los obligó a reaccionar. A Gerardo Martínez, de la Uocra, le tocó excusarse por haber participado del Consejo de Mayo sin evitar el misil que partió hacia la burocracia gremial. El jueves saldrán a protestar antes de lo que preveían.

El sindicalista Jorge Sola, en la reunión de la CGT que definió la protesta contra la reforma laboral

“No hay que darles respiro”, dice una fuente del ala dura libertaria. A Patricia Bullrich, jefa del bloque libertario del Senado, se le frustró la idea de sacar un dictamen exprés para la reforma. Las discusiones internas demoraron el giro del proyecto. Ella le jura a Karina Milei que casi tiene anudados los votos necesarios para la media sanción antes de fin de año. Pero el revuelo en el Congreso es indisimulable: los opositores ven poco viable saldar casi sin debate semejante proyecto, de 197 artículos y que toca infinidad de fibras sensibles.

Bullrich necesita 37 votos. Cuenta a los 21 propios (acaba de sumar al cordobés Luis Juez), a los 3 que le quedaron al Pro y al bloque radical, de 10 senadores. Le faltan tres, a pescar entre los gobernadores peronistas que se acercaron al Gobierno, como el tucumano Osvaldo Jaldo, el misionero Hugo Passalacqua, el catamarqueño Raúl Jalil o el salteño Gustavo Sáenz. Ayuda cuando la Casa Rosada se pone generosa con el reparto de fondos, como pasó esta semana con Tucumán.

Osvaldo Jaldo, con Santilli

Cuando la Casa Rosada sondeó la vocación de votar la reforma sin discutir por parte de los peronistas no alineados e incluso de los radicales se encontró con muchas prevenciones.

“La ley tiene muchos puntos que van al límite y que podríamos resignar”, explica uno de los negociadores libertarios. El viejo truco de conceder aquello que no estaba realmente en los planes.

El mayor reto para Milei es que el debate no se extienda lo suficiente como para dar cuerpo a una resistencia en las calles. Cree que el desprestigio de la conducción sindical más la cercanía de los meses de vacaciones actuarán como disuasivo para una verdadera revuelta. En marzo empieza otro partido.

Más realista es suponer la aprobación del presupuesto 2026 en la Cámara de Diputados antes de que termine el año. Están mucho más avanzadas las negociaciones con los gobernadores del Norte y la sumatoria de aliados le da al Gobierno una confianza ciega. Tanta que por ahora posterga sentarse a hablar con el bloque de Provincias Unidas, que responde a gobernadores que mantienen cierta distancia del oficialismo, como Martín Llaryora y Maximiliano Pullaro.

Otra vez en campaña

Los hermanos Milei, en Córdoba

A estos jefes provinciales se les hace más caro que al resto apoyar al gobierno libertario. La campaña permanente que se plantea Milei no implica solamente apuntalar el sueño reeleccionista, sino que tiene como objetivo accesorio implantar candidatos competitivos para ganar las provincias grandes donde le fue bien en octubre, como Córdoba y Santa Fe.

Milei viajó el viernes a Córdoba como parte de lo que llama “el tour de la gratitud”, que no es otra cosa que una extensión del formato de caravanas y arengas callejeras usado en el camino a las legislativas nacionales.

El plan lleva el sello de Karina Milei y los primos Martín y Lule Menem, convencidos de que la hegemonía libertaria es posible. Tensan el músculo de campaña, mientras avanzan en el control interno. La hermana del Presidente ya les transmitió a los legisladores libertarios un mensaje que también escuchan los conversos que se van subiendo el tren de la victoria: “Ustedes votan como les dice Martín. Ni siquiera si los llama Javier hacen lo contrario”. Quiere terminar con los aires de autonomía que se dan los dirigentes que presumen de chatear amigablemente con el Presidente.

La línea de mando es clara: Karina, Martín Menem y por debajo sus operadores Gabriel Bornoroni, jefe de bloque de diputados, y el armador Sebastián Pareja. A estos últimos buscarán instalarlos como posibles candidatos a gobernador en sus provincias, Córdoba y Buenos Aires, respectivamente. Lo mismo que a Manuel Adorni, jefe de Gabinete karinista, lo imaginan como sucesor de Jorge Macri. Otros aspirantes a esas sortijas, como Bullrich (CABA) y Santilli (Buenos Aires), saben que tienen que hacer méritos y no desafiar a la hermana presidencial. Peor están los seguidores de Santiago Caputo, cuyo poder –no menor, es cierto- ha sido delimitado con una frontera de hierro a partir del resultado electoral.

La actividad del Congreso y la campaña van de la mano. Los operadores libertarios creen que la nueva luna de miel en curso le permitirá debilitar todavía más a la oposición. Una parte, suponen, quedará comprometida con el Gobierno al votar los proyectos oficialistas; la otra, fundamentalmente el kirchnerismo y la izquierda, será sometida a una campaña de desprestigio comandada por el propio Milei.

La decisión de acelerar en la presión política contra el presidente de la AFA, Claudio Tapia, apunta en ese sentido. A las denuncias de la agencia recaudatoria se le sumaría en las próximas horas una campaña para reclamar a Axel Kicillof que quite a Tapia de la jefatura de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana (Ceamse).

Los operativos en la quinta de Pilar vinculada al entorno de Claudio

En su visita a Córdoba, Milei volvió a acusar al kirchnerismo de “torpedear la base del programa económico” antes de las elecciones. Habló de las reformas que vienen con foco en una de la que todavía se habla poco: la que busca castigar con penas de prisión a los funcionarios que convaliden el déficit fiscal, al aprobar o autorizar gastos sin contar con recursos debidamente acreditados y previstos para su financiamiento.

Gana lugar en la mente de Milei la convicción de que está a punto de imponer un nuevo sentido común en la sociedad argentina. El documento final del Consejo de Mayo refleja esa ilusión al señalar que el resultado de las elecciones de mitad de mandato “pareciera indicar la construcción de un nuevo compromiso social a favor del equilibrio fiscal”.

Ese expediente oficial exuda un optimismo fundacional. Transmite además una visión particular sobre los sujetos a los que gobierna Milei. Empieza con una cita de dos páginas del escritor peruano Jaime Bayly sobre los argentinos. “Cada uno se siente dueño absoluto de la razón, y entonces el argentino es por definición un hablador, un predicador, un charlatán, un mitómano, un embustero y, ante todo, un enemigo del silencio y la conciliación”, dice en uno de sus tramos. El autor del informe considera “fascinante” esa descripción, como quien se reconoce en un espejo.

Alarmas incómodas

A esa clientela imaginaria Milei le propone un giro drástico, en el que la coordinación espontánea del mercado traerá al país la prosperidad que no se ha conseguido con la coordinación planificada del Estado. Su éxito consistirá en que las potenciales ventajas se sientan más fuerte que el dolor que suelen causar las transiciones de esa magnitud.

¿Y si el voto de octubre no fue el cambio cultural que supone Milei sino un acto de paciencia y templanza de una sociedad agobiada por la sucesión de crisis? ¿Y si pesó menos el descubrimiento de la racionalidad fiscal que el miedo a una debacle como la que evitó el apoyo financiero de Trump?

Carteles de protesta contra la reforma laboral: el Gobierno apuesta a que se apruebe sin un clima de violencia

Los números de la economía encienden alarmas incómodas en medio del show de reformas. La inflación de noviembre se ubicó en el 2,5% y el fin de la enfermedad parece demorarse. Milei insiste en que se debe a la fenomenal reducción de la demanda de dinero fomentada por “el bombardeo kuka” en el Congreso antes de las elecciones. Da como prueba de que la tendencia va a cambiar la drástica disminución de la compra de dólares en noviembre, después del triunfo libertario.

El año termina con estancamiento económico y con una sucesión de datos que no brillan. Las arcas del Banco Central siguen vacías y el riesgo país no baja de los 600 puntos, pese a la consolidación política de Milei. La promocionada vuelta a los mercados de deuda voluntaria fue agridulce: el Tesoro tomó 1000 millones de dólares a una tasa del 9,2%. El consumo masivo volvió a caer en noviembre, según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME). En los dos primeros años del actual gobierno cerraron 20.000 empresas. La capacidad instalada de la industria cayó al 61%.

El cambio de modelo se da en un marco de fragilidad. Pero el Gobierno enfrenta el desafío con un juego de expectativas acompañado de un optimismo desbordante.

Basta escuchar la defensa que hizo Patricia Bullrich de la reforma laboral en un evento en el que la acompañó el empresario Paolo Rocca: “Hoy hay 500.000 personas trabajando de Uber y 500.000 personas trabajando en plataformas. ¿Qué quieren esas personas? No quieren ser empleados dependientes de nadie, quieren ser monotributistas. ¡Eso es lo que quieren!”. Una libertad que avanza: cambiar el patrón de toda la vida por la impersonalidad eficiente de una aplicación digital.

Patricia Bullrich, sobre la reforma laboral
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