El retrato ecuestre de Felipe IV, una de las obras más emblemáticas de Diego Velázquez, recuperó su lugar en la sala 12 del edificio Villanueva del Museo Nacional del Prado tras un proceso de restauración que se extendió durante cuatro meses.
La intervención, presentada el 9 de octubre de 2025, devolvió a la pintura su riqueza cromática y su estructura original, permitiendo que el público contemple nuevamente el esplendor de una pieza central del arte barroco español.
La restauración, dirigida por María Álvarez Garcillán, se enmarca en el programa de conservación patrocinado por la Fundación Iberdrola España, que apoya la recuperación de las obras que formaban parte del histórico Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro.
Según el comunicado oficial del Museo Nacional del Prado, la intervención permitió “comprobar la absoluta maestría de Velázquez y su deuda con Tiziano”, en palabras de Miguel Falomir, director de la institución.
El lienzo, realizado entre finales de 1634 y principios de 1635, muestra al monarca en perfil riguroso, montado en un caballo en corveta, portando banda, bengala y armadura, y que la restauración fue fundamental para recuperar la brillantez y el carácter original de la obra.
Proceso técnico y retos de la restauración
El proceso técnico afrontó retos importantes, especialmente en las bandas laterales que el propio Velázquez añadió para adaptar el formato del cuadro a la arquitectura del Salón de Reinos. El Museo Nacional del Prado detalla que la solución consistió en eliminar la sutura que unía el fragmento escindido y el estuco que lo cubría, además de fijar la pintura en las zonas más vulnerables.
La restauradora principal, María Álvarez Garcillán, explicó a EFE que la limpieza permitió reducir el barniz oxidado que amarilleaba los colores y retirar repintes que ocultaban la pintura original, así como eliminar manchas de mosquitos y murciélagos. “Debajo del barniz había suciedad”, señaló la experta, quien añadió que la reintegración cromática se realizó considerando las diferencias de decoloración y el impacto visual de cada desgaste.
La intervención también permitió descubrir detalles originales, como el piedemonte de la Sierra del Guadarrama en el fondo del cuadro, según Javier Portús, jefe de colección de pintura española del Barroco del Prado. Portús subrayó que Velázquez, más allá de situar los retratos en paisajes reconocibles, logró transmitir valores atmosféricos y cielos característicos, y que la restauración puso de manifiesto la capacidad escultural de las pinceladas del artista sevillano.
Relevancia artística y contexto histórico
Desde el punto de vista artístico, el retrato ecuestre de Felipe IV representa una de las cumbres de la madurez de Velázquez, quien abordó este encargo sin delegar en su taller. El Museo Nacional del Prado resalta que la composición combina pinceladas secas con trazos cargados de aglutinante, generando una textura visual que se transforma en formas reconocibles a distancia.
Ojos, manos, caballo, cielo y paisaje emergen con una naturalidad que, según la institución, solo el genio de Velázquez podía lograr. Álvarez Garcillán afirmó: “En las distancias cortas, Velázquez impresiona. Utiliza el pincel de forma certera y con trazos inconexos. Son pinceladas inteligentes, sabias”.
La obra, de 303 centímetros de alto por 317 de ancho, formaba parte de una serie de retratos ecuestres destinados a los testeros del Salón de Reinos, junto a los de Isabel de Borbón, el príncipe Baltasar Carlos, Felipe III y Margarita de Austria. El objetivo de este conjunto era representar la continuidad de la monarquía y su dinastía, en un espacio que reunía retratos reales, escenas de batallas y alegorías mitológicas.
El Museo Nacional del Prado recuerda que, tras su traslado al Palacio Nuevo (actual Palacio Real), los retratos sufrieron intervenciones estructurales, como el reentelado y la costura de fragmentos, cuyas huellas aún son visibles, pero fueron tratadas para minimizar su impacto en la experiencia del espectador.
Valoraciones de expertos y resultado final
Las valoraciones de los expertos y responsables institucionales coinciden en destacar la relevancia de la restauración. Miguel Falomir, director del Prado, reiteró tanto en EFE como en el comunicado oficial que la intervención permite apreciar la maestría de Velázquez y su vínculo con la tradición pictórica de Tiziano.
Por su parte, Jaime Alfonsín, presidente de la Fundación Iberdrola España, señaló en el comunicado del museo: “Esta restauración del retrato ecuestre de Felipe IV nos muestra cómo fue concebida la pieza original también por uno de los grandes maestros de la pintura española como es Velázquez. Gracias a esta intervención se le devolvió a la obra su aspecto original, mostrándose no solo como una obra magnífica en su aspecto y composición, sino recuperando su gran esplendor”.
El resultado de este proceso es una pintura que vuelve a transmitir la fuerza y el equilibrio que caracterizan el arte de Velázquez, permitiendo que el público contemple la obra tal como fue concebida por el maestro sevillano.