Paco Aguado
Madrid, 16 may (EFE).- Un ejemplar de Victoriano del Río de incansable y codiciosa bravura y dos nobles y claros ejemplares de Puerto de San Lorenzo y de La Ventana del Puerto, que conformaron el lote de José María Manzanares, fueron arrastrados por las mulillas ‘con las orejas puestas’, sin ser aprovechados como merecían, en la corrida de este viernes de la feria de San Isidro, séptimo festejo del ciclo.
Fernando Adrián puede argumentar que si no obtuvo trofeos de ese excepcional ejemplar de la divisa madrileña se debió a sus fallos con la espada, pues el público, emocionado por el encuentro, se los hubiera pedido de haber acertado al primer intento, solo que antes, pese a su voluntad, no llegó a estar a la altura de lo que pedía y ofrecía el animal.
Porque ‘Frenoso’, un hondo y cornalón cinqueño de Del Río, no paró de embestir y de repetir a su muleta con prontitud, codicia y entrega, arrastrando el hocico por la arena durante un largo recorrido, desde que salió del caballo de picar hasta que su matador lo cuadró para la fallida suerte suprema.
Tanto es así que, para no ser desbordado, Adrián tuvo que levantarse pronto del suelo al iniciar de rodillas la faena con un pase cambiado, para intentar así someter la tremenda fuerza de unas embestidas que aprovechó más por inercia que por mando en las tres primeras tandas de derechazos, que fueron las más ligadas y con el público festivo de los viernes reaccionando con entusiasmo.
Claro que el gran porcentaje de la emoción que subía desde el ruedo la ponía la vibrante bravura de ‘Frenoso’, con el que el diestro madrileño ya no se acopló con la izquierda cuando dejó de repetir y hubo que traérselo enganchado, momento justo en que la faena decayó, con medios pases y adornos que no llegaron a apurar lo mucho que el astado aún tenía dentro. Al final, Adrián dio la vuelta al ruedo, que también mereció, y no recibió, el toro
Mucho más templados y mucho más sencillos de aprovechar fueron los dos del lote de José María Manzanares, que tuvieron nobleza, calidad y unas medidas fuerzas, es decir, una condición sin apenas complicaciones para poder hacer el toreo con el asiento y el pulso que le faltaron en todo momento al alicantino.
Al primero de los dos, de Puerto de San Lorenzo, que amagó con rajarse en varios momentos, lo pasó Manzanares sin apenas ajuste y con mucha ligereza casi siempre, mientras que al quinto, de La Ventana, también de finas y perfectas hechuras, lo desplazó con destemplados tirones, sin apostar nunca por el toreo sincero que exigía la ocasión.
De los tres toros de menos opciones, Fernando Adrián tuvo que abreviar con un astifino y voluminoso cuatreño de Puerto de San Lorenzo que vació pronto su escaso depósito de raza. Y Pablo Aguado, menos afortunado en el sorteo, no acabó de cogerle el aire al astifinísimo tercero de Victoriano del Río.
Tuvo este una evidente voluntad de embestir algo lastrada por sus medidas fuerzas, necesitado de más pausas y menos distancias en los cites para asentarse que las que aplicó el sevillano, que con el sexto, también de escaso gas, ya no pudo pasar de la corrección formal.
Dos toros de Puerto de San Lorenzo, de distintas hechuras, noble y medido de raza el primero y desrazado el segundo; otros dos de La Ventana del Puerto, con calidad y fuerzas justas el fino cuarto y desfondado el voluminoso sexto, y dos más de Victoriano del Río, bajos, hondos y muy seriamente armados, pronto pero débil el tercero y de gran bravura y codicia el quinto, un gran ejemplar que fue despedido con una fuerte ovación.
José María Manzanares, de azul noche y oro: estocada delantera (silencio); estocada delantera (silencio).
Fernando Adrián, de celeste y plata: dos pinchazos y estocada trasera contraria (silencio); pinchazo, pinchazo hondo y tres descabellos (vuelta al ruedo tras aviso).
Pablo Aguado, de negro y oro: cinco pinchazos y dos descabellos (silencio tras aviso); pinchazo hondo y descabello (silencio).
Tras la muerte del tercero, Aguado fue atendido en la enfermería de un corte en la mano derecha, que no le impidió continuar la lidia.
Al finalizar el paseíllo se guardó el tradicional minuto de silencio por Joselito El Gallo, esta vez en el 105 aniversario de su muerte.
Entre las cuadrillas, Marcos Prieto saludó tras banderillear al segundo.
Séptimo festejo de abono de la feria de San Isidro, con cartel de «no hay billetes» (22.964 espectadores), en tarde de temperatura agradable y sin viento.