Una herramienta poderosa para sanar viejas heridas: activa una parte del cerebro vinculada con las emociones

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Desde los cantos ancestrales hasta las prácticas actuales de terapias de sonido, pasando por las canciones de cuna que entonamos a nuestros hijos, la voz tiene un rol fundamental en procesos de sanación, conexión y aprendizaje. “Gracias a la voz podemos llorar a los gritos o estallar en una carcajada. Nuestra voz está, justamente, entre la cabeza y el corazón, no podemos transcurrir entre uno y otro sin pagar peaje”, dice Eugenia Castro, fonoaudióloga en el centro de la voz USC Keck Medical Center de Los Ángeles, y profesora en el programa de Fonoaudiología de California State University Los Ángeles (CalStateLA).

Habla del estrecho vínculo entre las emociones y la voz, y cuenta que muchas veces no nos damos cuenta de esta relación hasta que llegamos al punto en que perdemos la capacidad de expresar lo que sentimos porque, por ejemplo, nuestras cuerdas vocales se dañan. Es muy común, dice, que la gente llore en el consultorio cuando comienza a destrabar cuestiones de la voz a partir de ejercicios muy simples.

El camino de sanación, subraya Castro, implica siempre comprometer la mente y los sentimientos. No por nada en situaciones de estrés o cuando la angustia nos supera solemos decir que tenemos un nudo en la garganta. Esta sensación de nudo es algo natural, dada la conexión entre la laringe y el sistema nervioso y la función primordial de la laringe, que no tiene que ver, en un principio, con producir voz: “La laringe está relacionada con la respiración, protege las vías aéreas y es quien define qué entra a los pulmones y qué no: básicamente es oxígeno, vida o muerte y ahí ves cuánto de primordial tiene. Se trata de salvarnos la vida y está supercomunicada con el sistema nervioso”.

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¿De qué manera sanar a través de la voz? Castro enfatiza en que es fundamental poder escucharnos a nosotros mismos, prestar atención a cómo sonamos, preguntarnos cómo queremos sonar, y desde ahí reconstruirnos. “Creo que la voz es en realidad el reflejo del alma, no los ojos, como dice el dicho. Hay muchas cosas que pasan con la voz: al escucharnos, el otro puede predecir un género, una estatura, algún tipo de seguridad o no”, reflexiona. Cuenta que muchas veces en las clases propone un ejercicio que consiste en poner una voz y que los alumnos imaginen quién puede ser. “Es un ejercicio interesante para hacer con uno mismo: que tu voz refleje lo que sos, que vos puedas escuchar quién sos en tu propia voz. No vernos representados por el sonido de nuestra voz es muy complicado. No debemos olvidar que estamos trabajando con el canal entre la cabeza y el corazón. Es muy comprometido para quien está atravesándolo y para quien brinda el servicio y ayuda a sanar esa voz”, agrega.

Eugenia Castro subraya que es fundamental poder escucharse a uno mismo, preguntarse cómo se desea sonar, y desde ahí reconstruirse

En esta misma línea, Julia Varela, cantante, docente y coach vocal, apunta al vínculo entre la voz y la identidad: “La voz es el sonido del cuerpo y todos los cuerpos son diferentes. Cada cuerpo es único. La fisionomía, el alma, la mente, son únicas y la voz representa esa unicidad, ese anclaje en el ser. Es interesante porque la voz es algo de uso muy cotidiano, pero a la vez muy profundo”, dice.

Explica la infinidad de procesos sutiles necesarios para que nuestro cuerpo pueda vibrar y producir sonido. Se trata, señala, de relajar ciertos músculos, activar otros, y dejarse atravesar sin encerrar el sonido. Ahí es donde lo físico, lo emocional y lo mental se cruzan para encontrar un equilibrio que nos permita vibrar, sonar y expresar el reflejo del alma.

Como un cuenco

Cuando habla de la técnica vocal, Varela es muy clara y señala que el sonido se produce cuando las cuerdas vocales, que están dentro de la laringe, se juntan y vibran. El sonido que se genera con esa vibración se expande donde haya espacio, y sale por la boca o la nariz. Es difícil pensar en separar la cuestión física de la emocional, explica. “Vibramos, literalmente, como vibra un cuenco, y esa vibración genera sensaciones en el cuerpo. El cuerpo es cuerpo y alma siempre. Esta sensación física de vibrar genera muchos sentimientos. Al cantar se activa una parte del cerebro que tiene que ver con las emociones y hay muchos estudios científicos que dan cuenta de esto y de los estados que genera la vibración en el cerebro. Si a eso sumamos que sentimos cosas por esa melodía que expresamos, esto obviamente se potencia”, explica. La expresión artística, creativa, no es un aspecto menor según Varela, sino que es fundamental para transitar la vida, para habitarnos y conocernos, ya que el proceso creativo está presente en todos los seres humanos.

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“El sonido es vibración, si vos cantás la nota la, por ejemplo, son 440 vibraciones por segundo, y ese sonido sube a través de la laringe y va a resonar en partes del cráneo. Estas vibraciones mueven y hacen vibrar las partes blandas y los huesos de tu cuerpo. Si lo hacés bien, colocando la voz correctamente, no tenés que hacer ningún esfuerzo, sos como un recipiente que vibra y podés sentir esa vibración en tu cuerpo, que además es muy placentera”, dice Iara Español, cantante, compositora, profesora de canto y coordinadora de talleres de ensamble vocal. ¿Cómo no pensar en que esas 440 vibraciones, o muchas más, según la nota, movilizan infinidad de procesos internos?

Si pensamos el cuerpo en tanto instrumento vibratorio es indispensable contemplarlo en todas sus aristas: “Nuestro cuerpo es un cuerpo sintiente, es el único instrumento vivo, el único que se autoejecuta y a la vez no podemos ver la mecánica interna para generar sonido –detalla Varela–. Entonces, es necesario un proceso de autoconocimiento físico, de liberación emocional o espiritual, y requiere también una plasticidad de la mente para autopercibirse, detectar músculos muy pequeños y poner el foco en espacios muy específicos”.

Cantar implica poner en juego un montón de micro movimientos que van desde la laringe hasta el suelo pélvico

Varela explica que cantar implica poner en juego un montón de micromovimientos que van desde la laringe hasta el suelo pélvico pasando por el paladar blando, la lengua, los pómulos, la nuca, el cuello, la columna vertebral.

“Por supuesto, entonces, que implica también las emociones, incluso desde la cuestión física: si la panza, el cuello o la mandíbula están tensos, el sonido no es libre dentro del cuerpo para poder expandirse”, agrega.

Iara Español recuerda el momento exacto en que decidió dedicarse a cantar: fue en un recreo del colegio en el que, mientras tarareaba la canción Englishman in New York, una compañera, desde atrás, se sumó armonizando, haciendo una segunda voz. “Me acuerdo que eso me voló la cabeza. Empecé a cantar con ella, después me regalaron una guitarra y comencé a tocar y a componer; eso fue una vía de expresión importantísima en mi adolescencia”, cuenta. Hoy, dice, su dedicación a la docencia tiene que ver con reivindicar algo que nos pertenece: “Muchos llegan a clase porque les sugirió su terapeuta, y tal vez tienen vergüenza o la voz como metida para adentro, y cuando indagás un poco ves que hay muchas represiones que se manifiestan ahí, personas a las que les dijeron ‘no, vos no podés hacer eso’. Percutir y cantar es algo que todos podemos hacer, es parte de nuestra herencia evolutiva. Algunos tenemos que hacer más trabajo para afinar quizás, pero es algo inherente a todos”, señala.

Además de las clases individuales, Iara Español brinda un taller de ensamble vocal en el que lo grupal propone nuevos desafíos y aprendizajes. “Muchas veces a la gente le cuesta escuchar a otros, y es superimportante escuchar los tiempos de los demás, sus dificultades. Aprender a tener paciencia, a que me tengan paciencia, no intentar renunciar para evitar molestar. Lo mismo pasa con la ansiedad, para ubicarte rítmicamente en una canción tenés que poder escuchar, tenés que poder parar la ansiedad y calmar”.

Abrir espacios de encuentro para convivir y compartir desde la expresión artística y lúdica, es muy importante, señala Español, especialmente en tiempos en los que todos parecemos acostumbrados a una especie de: “lo que yo necesito, lo necesito ahora”. Los ensambles proponen otros tiempos y modalidades. Además, generan que las personas se ayuden mutuamente. Dice: “Quienes son más tímidos se sienten acompañados y pueden soltarse. Por otra parte, ver que alguien hace un sonido que sale de lo aparentemente establecido ayuda a derribar preconceptos, abrir la mente y el alma para crear”.

Cuando se canta, se entra en un estado donde no hay tiempo y espacio, es el aquí ahora. “Hacerlo con otro te da una profundidad en los vínculos que no tenés con otras personas. Tal vez no sos amigo de personas con las que te conectás musicalmente, pero compartís ahí una intimidad, una conexión”, concluye Iara.

Cuando se canta se entra en un estado donde no hay tiempo y espacio, es el aquí ahora

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