Una jubilada estuvo a punto de ser estrangulada en su casa de Monte Grande

admin

En Monte Grande, una jubilada fue víctima de un violento intento de robo cuando una pareja de personas de la comunidad gitana la atacó en su propia casa. La mujer abrió la puerta tras ser engañada por una joven que, fingiendo estar embarazada, le pidió ayuda. Una vez dentro, los asaltantes intentaron estrangularla, aunque finalmente huyeron sin llevarse nada.

El hecho ocurrió ayer martes, a las 14.30, en una propiedad situada a dos cuadras de la plaza Bartolomé Mitre, en el centro de aquella localidad situada en el partido de Esteban Echeverría, en el sudoeste del conurbano.

Según explicaron fuentes policiales, para poder entrar en la casa, la mujer engañó a la víctima para que le abriera la puerta; una vez dentro la tomó del cuello hasta casi ahorcarla, al tiempo que le exigía que soltara las llaves que tenía en su mano.

Una cámara instalada en el interior de la vivienda logró captar los momentos dramáticos del intento de robo y la violenta circunstancia que tuvo que atravesar la víctima.

La asaltante, que llevaba puesto un vestido azul y blanco y una mochila colgada de sus hombros, le dijo a la jubilada: “Mirá que estoy embarazada, soltá las llaves”.

Tras un forcejeo, y mientras el pequeño perro de la dueña de casa ladraba, la víctima fue llevada hasta una silla. “¡Abrime que me voy!”, se le escuchó decir a la ladrona. La víctima, que había sido forzada a recostarse, gritó de forma desesperada, y sin soltar las llaves: “¡Salí de acá, socorro!“.

La delincuente, al no conseguir dominar la situación por sí sola, llamó a sus cómplices: “¡No puedo, muchachos, vengan!”, por lo que rápidamente ingresó un hombre de pelo corto, vestido de jean celeste claro y sweater blanco, que logró reducir a la dueña de casa y llevarla hasta un ambiente contiguo.

Los dos ladrones revisaron la casa, pero se fueron sin robar nada, según informaron a LA NACION fuentes policiales.

En tanto, la víctima fue asistida por vecinos que habían escuchado sus pedidos de auxilio; quedó con secuelas por los golpes y en estado de shock.

Por el momento se desconoce el paradero de los delincuentes.

Condenado por “comprar” una mujer con discapacidad

Durante dos meses, una mujer con discapacidad intelectual vivió bajo condiciones de servidumbre sexual y laboral, tras haber sido “comprada” por una familia de la comunidad gitana en San Juan. La víctima, que había sido trasladada desde San Luis, logró escapar en un descuido de su captor mientras vendían hilos y medias en la vía pública. Su denuncia permitió desarticular una situación de extrema vulnerabilidad y violencia, que culminó con la condena de Roberto Espiro Mitar a nueve años de prisión y al pago de una indemnización de $4.000.000.

El caso, que conmocionó a la provincia cuyana, expuso una trama de abuso sistemático, coerción física y psicológica, y explotación en múltiples niveles. Según el relato de la víctima y de testigos, la mujer fue entregada a la familia del acusado a cambio de una suma de dinero no determinada, en lo que el tribunal calificó como una “compra” para convertirla en pareja forzada de Mitar. Desde entonces, fue obligada a realizar tareas domésticas, vender productos en la calle y mantener relaciones sexuales contra su voluntad.

El Tribunal Oral Federal de San Juan dictó sentencia el pasado 29 de mayo, tras un proceso judicial que incluyó múltiples declaraciones en Cámara Gesell y una investigación que reveló intentos de encubrimiento por parte del entorno del acusado. La fiscalía, a cargo de Fernando Alcaraz y la auxiliar Virginia Rodríguez, había solicitado una pena de 11 años y una reparación integral para la víctima, que fue parcialmente acogida por el tribunal.

La mujer, identificada con las iniciales MD, fue sometida a un régimen de control absoluto. No solo debía entregar el dinero que obtenía en las ventas ambulantes a los padres del acusado, sino que también fue llevada a una sala médica para que le retiraran un chip anticonceptivo, lo que evidenció el carácter forzado de la relación. La fiscalía calificó los hechos como trata de personas, unión forzada de hecho y explotación sexual y laboral, enmarcados en un contexto de violencia de género interseccional, que incluyó factores de discapacidad y clase social.

Uno de los momentos más delicados del proceso ocurrió cuando la defensa presentó una declaración de retractación firmada por la víctima en una escribanía de San Luis. Sin embargo, la Cámara Federal de Apelaciones de Mendoza ordenó una nueva declaración, en la que la mujer explicó que había sido presionada y amenazada por la familia del acusado para cambiar su testimonio. Esta maniobra derivó en la apertura de una causa penal por encubrimiento.

Durante el juicio, el fiscal Alcaraz advirtió que la defensa técnica incurrió en estereotipos de género y maltrato hacia la víctima, por lo que solicitó al tribunal que lo dejara asentado en la sentencia. El juez Daniel Doffo, al dictar el fallo, destacó que la mujer se encontraba en una situación de extrema vulnerabilidad, sin redes de contención ni apoyo estatal o familiar, lo que facilitó su sometimiento.

El tribunal también ordenó que se informe a la víctima sobre cualquier régimen de libertad o salidas transitorias que pudiera obtener el condenado en el futuro, y dispuso que se comunique la sentencia al Centro Nacional de Asistencia a las Víctimas de Delitos (Cenadiv) para evaluar su acompañamiento. Además, impuso al acusado un abordaje socioeducativo especializado en violencia de género y notificó la sentencia a organismos nacionales como el Ministerio de Justicia, la Secretaría de la Mujer de la Corte Suprema y el Consejo de la Magistratura.

Uno de los aspectos más complejos del caso fue el abordaje cultural. La defensa intentó justificar la relación entre la víctima y el acusado como un vínculo convalidado por las costumbres de la comunidad gitana. Sin embargo, el tribunal fue enfático al señalar que “la tensión existente entre el respeto a la diversidad cultural y los derechos de las mujeres encuentra su límite cuando colisiona con otros derechos igualmente reconocidos”. En ese sentido, el fallo marcó un precedente al establecer que las prácticas culturales no pueden ser utilizadas como excusa para violar derechos humanos fundamentales.

Deja un comentario

Next Post

Las pruebas enterraron a la defensa política que ejerció Cristina Kirchner

Finalmente, la Justicia se abrió paso. No fueron solo un puñado de magistrados que votaron, ni fiscales que acusaron. Tampoco fue únicamente la decisión política de algunos funcionarios que pusieron a disposición de los jueces los documentos necesarios. No fue solo eso. Fue, además, el abrumador peso de las pruebas […]
Las pruebas enterraron a la defensa política que ejerció Cristina Kirchner

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!