Pese a que cerraron las listas bonaerenses y encaran ahora el armado de las candidaturas nacionales, la relación entre el gobernador Axel Kicillof y Cristina y Máximo Kirchner sigue siendo traumática. A tal punto, que asoma como una posibilidad que los funcionarios de La Cámpora que integran actualmente el gabinete bonaerense dejen sus cargos tras las elecciones del 26 de octubre.
El disparador para ese recambio de funcionarios será la salida anunciada del ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, quien se postula como candidato a senador bonaerense por la primera sección electoral y tiene decidido que su candidatura no será testimonial, por lo que asumirá como legislador el 10 de diciembre. A partir de ese espacio, Kicillof podría rearmar su gabinete.
Actualmente, el kirchnerismo puro -en sus variantes cristinista y camporista- tiene cuatro funcionarios de alto rango en el gabinete de Kicillof: el ministro de Justicia, Juan Martín Mena; el de Salud, Nicolás Kreplak; la de Ambiente, Daniela Vilar; y la titular del Instituto Cultural, Florencia Saintout. En segundas líneas hay otra docena de funcionarios que no responden al gobernador.
Los cambios proyectados son un comentario extendido en el entorno del gobernador. En La Plata y también en las oficinas porteñas de la administración provincial consideran que el vínculo con el kirchnerismo “está roto” y que, a esta altura de las circunstancias, no sería posible reconstruirlo. “Ahora vamos juntos, pero en el fondo fingimos demencia”, advierten en tono psicológico.
El último cierre de listas resultó una comprobación de que la relación entre ambos espacios es irrecuperable. Después de varias reuniones entre Kicillof, Máximo y Sergio Massa, que habían enderezado una interna que venía torcida, el hijo de la expresidenta y sus emisarios apagaron los teléfonos el viernes previo al plazo final, previsto para el sábado. “Literalmente desaparecieron”, dicen en La Plata.
Ante las insistentes llamadas de los delegados axelistas, una apoderada kirchnerista les dijo, horas después, que la alianza se disolvería. Semejante definición y la repentina ausencia de Máximo Kirchner, llevó a los partidarios del gobernador a armar una lista propia, que empezaron a cargar en la Junta Electoral con el sello de Parte, la fuerza que se armó para el fallido proyecto de Alberto Fernández.
Al otro día, que terminó con sugestivos cortes de luz en La Plata, reaparecieron los emisarios kirchneristas en la sede de la Gobernación, hasta donde fueron la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, y el diputado provincial Facundo Tignanelli. La discusión fue tan áspera que estuvieron a punto de romper el acuerdo previo. “Máximo recién volvió a la mesa a las tres de la mañana”, relatan.
Para Kicillof, que ya había soportado en 2023 que la firma de su candidatura a la reelección como gobernador fuera absolutamente controlada por el kirchnerismo, este último desplante fue demasiado. “Somos como esas familias que se juntan en Navidad, pero que no se aguantan”, reconocen a LA NACION en el equipo del mandatario provincial, que arma su propio proyecto presidencial para 2027.
“Romper lazos”
A diferencia del kirchnerismo, que está en una fase de control de daños y de asimilación de su identidad política con el PJ, el partido que preside Cristina desde la prisión domiciliaria en Constitución, en el axelismo son partidarios de “romper lazos” para armar un proyecto más amplio, que contenga incluso a gobernadores de otros signos políticos. Una suerte de coalición “anti Milei”.
De antemano, Kicillof sabe que esa idea choca de frente con la mentalidad de Cristina Kirchner, quien le llegó a enrostrar un lacónico “vos no entendés nada de política” cuando envió patrulleros al gobernador santafesino Maximiliano Pullaro (UCR) en medio de la crisis de violencia narco en Rosario y de una visita al chubutense Ignacio Torres (Pro), que incluyó una firma de convenios.
La tesis de ampliación del peronismo que ensayará Kicillof se basa en antecedentes concretos. “Si en 2025 Daniel Scioli sacó 37% y Massa 15%; y en 2023 Massa sacó el 38%, queda claro que en los últimos años el peronismo perdió base de sustentación. Es necesario ampliar”, sostienen en el axelismo, sin ocultar las cada vez más claras diferencias de criterio con el kirchnerismo.
Por eso el acuerdo en este 2025 no significa que axelistas y kirchneristas seguirán unidos. Sin embargo, ambos espacios del PJ tienen antes un objetivo común: votar en noviembre, antes del recambio de la Legislatura, los proyectos que habilitan la reelección indefinida de intendentes y legisladores provinciales, tal como prometió Cristina Kirchner a los jefes comunales peronistas.
Muchos de esos intendentes ya se pasaron a las filas del gobernador y prometen apuntalarlo hasta 2027. Para Kicillof, ese año resultará una encrucijada: jugará sus fichas a competir contra Milei por la presidencia o volverá al llano y se quedará a vivir en La Plata. Pero lo que ya tienen claro en el axelismo es que no quieren tener un futuro político compartido con el kirchnerismo.