Dicen que los nacidos bajo el signo de Sagitario son aventureros, optimistas e independientes. Valentín Yankelevich (22 años) adhiere con seguridad a los rasgos de su carta astral sin temerle a los que descrean de la infalibilidad del zodíaco. Guapo y gentil, “Valen” oculta bajo su halo de timidez una pasión por la adrenalina en forma de deportes extremos, por el canto, por Boca Juniors, por la familia y también por su novia, en amorosa duplicidad, llamada Valentina.
Asumido como romántico y sensible, forma parte de esos pocos que se animaron a patear el tablero de una tradición familiar (el legado de su mamá, la actriz Romina Yan, y de sus abuelos Gustavo Yankelevich y Cris Morena) en pos de salir a consolidar el camino de su propio sueño. Perseverante pero sigiloso, en marzo debutó en el TC2000 en la primera fecha del campeonato celebrada en Neuquén, donde logró el sexto puesto. “Ya desde chiquito andaba arriba de autitos por todos lados. Ahí me di cuenta de que esto iba a ser mi pasión y mi amor por el resto de mi vida –detalló Valentín–. Pero como soy muy proactivo y siempre estoy plagado de proyectos, el futuro lo voy a ir haciendo al andar”.
–¿Cómo fue crecer en una familia con tanta influencia en el mundo del espectáculo y en los medios?
–Para mí siempre fue muy normal, nunca se sintió como algo raro. Te vas acostumbrando a ver a tu mamá en la tele. Lo fui llevando con mucho respeto y honor, y es algo de lo que me siento orgulloso. Pero jamás me la creí por el simple hecho de pertenecer a una familia conocida.
–¿Tuviste presión para seguir con el legado familiar?
–El legado de mi familia me da mucho orgullo. Desde mi tatarabuelo, pasando por mi abuelo, mi abuela, mi mamá y mi tío, todos han hecho cosas muy importantes para el medio. Obviamente que teniéndolo al alcance lo probé. Hice algo de actuación, canto y trabajé con mi abuelo en producción, pero la verdad es que nunca me sentí obligado o empujado a hacer lo que hace mi familia. De hecho, siempre me bancaron en todo lo que quise hacer; como lo disfruto, toda mi familia está feliz.
–¿Cómo comenzó tu interés por los autos y las carreras?
–Mi amor por los autos arrancó de chiquito: coleccionaba y tenía toda la pared de mi cuarto llena de autitos. Por eso aprendí a manejar también de chico: karting, cuatri, motos… ¡todo lo que tuviera ruedas! Siempre me atrajo la velocidad, pero lo que más me mueve es la adrenalina y todo lo que me empuja a desafiarme. Probé todos los deportes extremos que se te ocurran. Soy un tipo muy apasionado, pero el automovilismo siempre tuvo un lugar especial para mí. Arriba de un auto de carrera soy feliz.
–De tener amor por los fierros a ser corredor hay un camino. ¿Cómo se dio ese salto?
–Estaba estudiando Economía pero no la pasaba bien. Justo en ese momento había empezado a correr en karting, que me entusiasmaba muchísimo. Fue mi abuelo quien durante una charla me ayudó a tomar la decisión, porque nunca me quiso disuadir para que hiciera otra cosa. Fue una conversación muy emotiva, donde llorando le confesé que no estaba contento con lo que estaba estudiando, pero que, por el contrario, correr me hacía muy feliz. Entonces me dijo: “Bueno, si lo que te gusta es correr, vamos a hacerlo bien”. Y me ayudó para empezar a entrenar, me presentó a Pato Silva, un reconocido campeón y piloto de velocidad que a su vez nos conectó con Marcelo Ambrogio del equipo Axion Energy. Cuando Marcelo sintió que ya estaba preparado, hice mi debut en marzo en Turismo Carretera 2000.
–¿Soñás con llegar a la Fórmula 1?
–Me interesa todo el automovilismo, aunque obviamente uno siempre sueña con llegar a lo máximo: la Fórmula 1. Pero todavía tengo mucho por aprender y crecer, así que por ahora estoy muy tranquilo tratando de hacer experiencia acá en la Argentina.
–¿Qué te parece Colapinto?
–¡Gracias a Dios que ahora tenemos a Colapinto en Fórmula 1! Además de que Franco es un gran piloto que nos representa muy bien, creo que eso nos ayuda a todos los pilotos a que el foco esté un poco puesto en este país.
–¿Alguien que te haya dado un consejo?
–Consejos recibí muchos en la vida, pero la persona que más me aconseja sin dudas es mi abuelo Gustavo. Me crié con él y podría hacer un libro con todas sus historias y todos sus consejos. Es mi gran maestro. Consejos me ha dado miles, pero si tuviese que elegir uno es algo que es como mi mantra cada vez que me subo al auto y que trato de llevar a la práctica todos los días: “Aunque tengas todo el talento del mundo, el esfuerzo no se negocia. El que se esfuerza va a conseguir aquello que con talento solo no podes”.
–¿Es difícil equilibrar tu vida familiar y tu carrera en el mundo del automovilismo, especialmente con tu fama y tus orígenes en el espectáculo?
–Con las redes me estoy acostumbrando un poco a lo que es la exposición. A que la gente te escriba y te mande mensajes. Por suerte muchos son lindos, pero a veces cuando tenés una vida algo pública te toca algún mensaje agresivo. Lo importante es que yo sé muy bien quién soy, trato de no creérmela y trabajo todos los días para ser mejor persona.
–Hace poco se estrenó una película con Brad Pitt sobre Fórmula 1. ¿Te ves haciendo de corredor en alguna novela u obra de teatro, por ejemplo?
–La verdad es que me han llegado propuestas para actuar, pero por ahora no está en mis planes. Por el momento estoy concentrado en hacer mi carrera automovilística. ¡Pero nunca digas nunca!
– El otro día contaste que sentías que tu mamá te acompañaba cuando corrías. ¿La soñás? ¿Le pedís ayuda?
– No soy de soñar, pero la siento muy presente en mi vida. Obviamente que en ocasiones le pido ayuda, pero muchas veces simplemente le hablo, le cuento cosas. Me hace muy bien. Es una sensación difícil de explicar, capaz que la gente que perdió un ser querido me entienda. La tengo muy presente siempre, en todo, porque yo sé que esto no termina acá. Sé que ella está conmigo. Hay situaciones y señales en las que se me hace presente. Capaz estar escuchando una playlist aleatoria, pensar en ella y que aparezca un tema que yo escuchaba con ella o que me hace recordarla. Y lo de las gotas de agua es algo muy especial. A mamá le gustaba dibujar gotas de lluvia, así que si durante un chaparrón se distingue una gota individual siento que ella está presente en ese mismo momento con nosotros. Obviamente yo daría todo por tener a mi mamá acá, pero bueno, la vida se dio de esta manera. Y en cierto punto me deja tranquilo saber que, desde otro plano, ella está ayudándome.
–¿Qué te pasa con el cariño que provoca en la gente la figura de tu mamá, y que a veces se extiende hacia toda la familia?
–Me hace muy bien ver a toda esa gente que ama a mi mamá y que pudo vivirla, ya sea conociéndola personalmente o a través de sus personajes. Me hace muy feliz cuando alguien se me acerca y me dice “Vos sos el hijo de Romina”, porque me da mucho orgullo ser el hijo de Romina Yan. Ella fue un ser de luz en su vida y generó tanto en la gente, que cuando me llega ese amor de las personas a través de su recuerdo, creo que es ella la que me cruza con ellos.