A simple vista, su apariencia no se condice con su edad: la imagen de Vera Wang –la diseñadora nacida en Nueva York, hija de padres chinos, que lleva décadas vistiendo a las novias más famosas del mundo– se asemeja a la de una mujer más joven y no a sus 76 años. ¿El secreto? Además de la genética, una rutina que rompe todos los protocolos del bienestar: no va al gimnasio, no madruga, jamás está en contacto con el sol, duerme mucho y sigue una dieta basada en tres o cuatros alimentos muy básicos.

Acostumbrada a trasnochar porque trabaja muchas horas (“Siempre he trabajado hasta muy tarde. Me gusta la tranquilidad de la noche porque no hay interrupciones”, le explicó hace unos años a la revista Harper’s Bazaar), elige no madrugar y, cuando se levanta, su desayuno es más bien magro: dice que le cuesta comer apenas sale de la cama, así que prefiere hacerlo en el almuerzo o la cena. “Soy muy básica con lo que como”, le dijo a People, y contó que prepara recetas simples: pollo con brócoli, sopa de pollo o pasta con verduras, opciones que repite semana tras semana sin ningún problema. “Me gusta comer lo mismo casi todos los días, así no tengo que pensar en eso”.


En cuanto a la actividad física, Vera Wang nunca practicó ejercicio duro. “Sólo hago cosas que me hagan feliz”, explicó varias veces y, en esa lista, figuran caminar, jugar al golf y bailar, casi a diario, porque le gusta: se mueve desde el placer, no desde la obligación. Y, además, jamás tomó sol, lo que ella considera, junto con el buen descanso, los dos hábitos de belleza más importantes de su vida.

De todos modos, no se priva de darse algunos gustos, como el fast food o un cóctel con vodka dos o tres noches a la semana. Apegada a un estilo de vida que derriba los argumentos a favor de que la vida sana sea hacer más y más, y sin las obsesiones saludables de mucha gente, la diseñadora desafía el paso del tiempo y su apariencia es una declaración de principios a favor de la moda sin edad.


