Esa noche volvía de hacer las compras por el barrio donde vive en Lomas del Mirador cuando, a lo lejos, vio un perro de raza caniche en un estado deplorable. Con una desnutrición avanzada (a simple vista, se le notaban todos los huesos de su columna), una demodexia avanzada y su pequeño cuerpo en carne viva, estaba, además minado de caca de pulgas.
“Empecé a seguirlo, no se dejaba alcanzar. Lo tenía a una cuadra de distancia cuando cruzó y lo golpeó un auto que, obviamente, nunca paró para ver cómo estaba el animal. El perro se incorporó y siguió corriendo. Gritaba de dolor. Lo seguí con el alma estrujada hasta que entró en una casa”, recuerda Jorgelina Álvarez.
“Le pedí que me diera al perro”
Golpeó la puerta. Respondió una chica joven, desaliñada y con mala cara. “Le pedí que me diera al perro para poder llevarlo a la veterinaria y ayudarlo, pero se negó. Y desde ese día, durante un mes, insistí a diario para que aceptara entregarme al perrito”.
Segura de que estaba haciendo lo correcto, Jorgelina se acercaba todos los días a las 19 h a la puerta de la casa de color gris a preguntar por el perro. “A veces encontraba a la chica y hablaba con ella. Era frecuente que me atendiera alcoholizada, con lo cual la negociación se volvía más complicada. Hasta que finalmente cedió a dármelo: fue cuando le dije que el perro estaba sufriendo”.
Lo bautizó César y, sin perder tiempo lo llevó a su casa. Era de noche y las clínicas veterinarias de la zona habían cerrado. “Ni bien lo traje empezó a mover la cola agradecido, sabiendo que estaba a salvo. Comió bastante y durmió toda la noche”.
Al día siguiente, un grupo de voluntarias de Patitas Lugano (@patitaslugano) pasó a buscar al perro y lo llevó a una revisación médica. “Ayudar a César no hubiera sido posible si Patitas Lugano no se hubiera hecho cargo de los gastos veterinarios. Rescatar se trata de unir voluntades. Yo no contaba con el dinero para el tratamiento, pero busqué ayuda y lo transité. Lo que esté al alcance de uno es importante para salvar a los animales que cada vez son más en las calles. Por eso la importancia de abrir las puertas de la casa, aunque el espacio sea chiquito”.
En la consulta se confirmó que el caniche -al que le calcularon entre dos y tres años- tenía una severa desnutrición, que necesitaba tratamiento contra la sarna y que, además, tenía un hundimiento en el pecho producto, probablemente, del choque que había sufrido cuando Jorgelina intentaba ayudarlo.
“Mirar para otro lado no es una opción”
César estuvo con Jorgelina durante treinta días y, en ese tiempo, todo fue alegría para el pequeño perrito y también para ella. Cuando le dieron el alta médica, fue adoptado por una señora mayor con la que sale a dar paseos y le teje ponchitos. Hoy vive feliz y con todos los cuidados y el amor que los animales merecen.
“Mirar para otro lado no es opción. Si César no se hubiera cruzado en mi camino esa noche, él estaría vivo. Y yo no tendría esta historia en mi vida para contar que tanto me enseñó sobre la importancia de transitar. Los tránsitos son indispensables: una vez que transitás un animal, crecés como ser humano: ese otro depende de vos para tener una segunda oportunidad. Aunque el espacio sea un baño o un cuartito, es suficiente para salvarlos. Transitar, colaborar, rescatar involucrarse salva la vida de un animal y lo saca para siempre del infierno que crearon los humanos”.
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