En las mismas horas, una semana atrás, el agua y el poder buscaron sus viejos cauces.
El norte bonaerense sufrió nuevamente la inclemencia con la que la llanura inundada drena su carga en las barriadas levantadas en los cursos naturales de desagüe.
Con el módico triunfo en la elección de legisladores locales, Javier Milei anunció su intención de liderar un nuevo movimiento hegemónico
Con el mismo rigor, la ciudad de Buenos Aires, la verdadera capital de la provincia que heredó hasta su nombre, anticipó el camino a seguir en el principal distrito electoral de la Argentina.
Unido a la elección porteña, un tercer fenómeno más importante cobró vigor sobre los escombros del viejo sistema político del país. Con el módico triunfo en la elección de legisladores locales, Javier Milei anunció su intención de liderar un nuevo movimiento hegemónico.
Es temprano para saber si es otra exageración del presidente libertario, tan habituado a la hipérbole. Pero conviene tomar nota para cuando se pueda escribir la historia completa de este ciclo. El domingo pasado, Milei logró relacionar sus palabras con un hecho tan concreto como haber logrado cumplir un objetivo fijado por él mismo como un nuevo punto de partida.
Esa meta libertaria era derrotar en su casa a Mauricio Macri y quitarle el poder de mando en el PRO que obligaba a una permanente negociación oficialismo/partido aliado.
El reclamo de aceptación del liderazgo deja claro que el Presidente intenta una nueva versión desde el punto de vista del mando del personalismo yrigoyenista luego denominado verticalismo peronista
Es el motivo por el cual el festejo incluyó burlas al derrotado y al mismo tiempo una invitación a pasarse a la Libertad Avanza a toda la dirigencia del PRO y de todo otro partido que acepte las condiciones básicas para militar entre los libertarios. Ese requisito es la incondicionalidad hacia el liderazgo de Milei y el sometimiento a las órdenes que por delegación imparte su hermana Karina.
El primer ensayo de un armado electoral en esos términos serán las elecciones de diputados y senadores nacionales del último domingo de octubre, de las que el Gobierno espera ver surgir bloques parlamentarios más ordenados y obedientes. No quiere decir que lo consiga, pero se empieza por intentarlo.
Milei necesita tener bajo su control los votos que eran del PRO para ganar en la provincia de Buenos Aires. Esa idea de unificación por absorción tiene en su raíz la misma lógica que puede obligar a un acuerdo forzado a Cristina Kirchner con Axel Kicillof. La división es asumir una derrota por anticipado en unos y otros.
La novedad del nuevo liderazgo de Milei está construida por viejas noticias. El reclamo de aceptación del liderazgo deja claro que el Presidente intenta una nueva versión desde el punto de vista del mando del personalismo yrigoyenista, luego denominado verticalismo peronista.
La tabula rasa repuesta como un puente para que crucen dirigentes de (casi) todos los orígenes incluyen una amnistía para los miembros de la casta que acepten ser libertarios. El espacio libertario es todavía un continente despoblado que promete espacio para todos.
Milei inicia demandas contra periodistas y a la vez reivindica como libertad de expresión el uso de la inteligencia artificial para fraguar mensajes engañosos en medio de la veda electoral
Perón tampoco preguntó demasiado cuando, como Milei, armó desde el poder un partido que incorporó a viejos radicales, conservadores de tierra adentro y sindicalistas con pasados socialistas o anarquistas. Aquel fue hijo de un golpe militar; este, de un hartazgo social que lo hizo presidente sin partido.
Sostenido por el cumplimiento de bajar la inflación sin miramientos, Milei golpea en los bordes del sistema democrático mientras incorpora a algunos de sus viejos protagonistas.
Tampoco en eso es original respecto de la última hegemonía preexistente, el kirchnerismo. Las abismales diferencias sobre el proyecto de país, el manejo del Estado, el funcionamiento de la economía y dos ideologías que tienden a extremarse no impiden encontrar ciertas vecindades en la manera de llevar adelante sus propósitos.
Lo que para Cristina Kirchner y su descendencia es historia escrita, en Milei apenas son insinuaciones, en varios casos convertidas en acciones concretas.
La primera coincidencia es la negación y la descalificación del adversario. Sigue la idea de que las instituciones son siempre barreras, obstáculos a los que hay que quebrar para cumplir con los deseos sagrados del líder.
Los sucesivos embates del kirchnerismo en contra de la Justicia, en creciente aumento a medida que Cristina Kirchner empezó su camino en tribunales, tienen un aire de la decisión de Milei de comprar a bulto cerrado la propuesta de colonizar la Corte con el nombramiento de dos jueces que por primera vez en la historia fueron rechazados por el Senado. ¿Quería Milei una Corte adicta con la que soñó Cristina y como la tuvo Carlos Menem? El intento que finalmente se frustró responde con claridad esa pregunta.
El propósito de despejar la cancha de fuerzas intermedias entre el peronismo y la alianza que lo enfrenta y viceversa también es un signo que equipara a kirchneristas y libertarios. Néstor Kirchner imaginó restablecer el bipartidismo absorbiendo a radicales, comunistas y socialistas, y algunos partidos provinciales. Milei ahora suma tropa sin aceptar que sean independientes para enfrentar al kirchnerismo; para hacerlo lo primero que se propuso fue derrotar, y lo consiguió, al jefe del PRO.
El escándalo de Libra, lejos de ser aclarado, es un signo inquietante sobre la supuesta manera en la que desde el mismísimo corazón del poder se habría intentado un millonario y fulminante sistema de recaudación de fondos. El kirchnerismo tiene demasiado a la vista en esa materia.
Negado, pero puesto al descubierto por la simple evidencia de los hechos está el boicot al proyecto de ficha limpia, una maniobra instigada desde el oficialismo que beneficia en forma directa a Cristina Kirchner.
El desprecio por el ejercicio de la libertad de expresión fue expuesto por ambas fuerzas antagónicas como una reivindicación de la verdadera libertad de prensa. Cristina quiso imponer una ley para cerrar los medios que despreciaba. Milei, con el libreto de Donald Trump, inicia demandas contra periodistas y a la vez reivindica como libertad de expresión el uso de la inteligencia artificial para fraguar mensajes falsos y engañosos en medio de la veda electoral.
Fines diferentes, medios parecidos, populistamente parecidos.