Virginia Lago se define como una mujer de autogestión y determinación, convencida de que la pasión artística y el trabajo en equipo han sido los motores fundamentales de su extensa carrera.
“Yo soy muy hacedora de mis pasiones y no paro hasta lograrla”, afirma, dejando en claro que la iniciativa propia y la perseverancia han guiado cada uno de sus proyectos, tanto en los escenarios como en la vida cotidiana.
Desde sus primeros pasos en la televisión y el teatro, Lago ha sostenido una filosofía de acción y compromiso. “Generalmente hago eso, si no me llaman, genero”, argumenta sobre su forma de enfrentar los desafíos laborales y la inestabilidad propia del mundo artístico.

Para ella, la autogestión no es solo una estrategia profesional, sino una actitud vital: “La vida del actor es muy, muy difícil, ¿no? Es una carrera de hambre, dicen. Yo tendré ganas de trabajar hasta que la vida me lo permita”.
La actriz subraya la importancia de no transitar el camino en soledad. “Solos no hacemos nada”, sostiene con convicción, y remarca que el trabajo en equipo y el aprendizaje de los demás han sido esenciales en su desarrollo.
“Me gusta cada día aprender un poquito más”, confiesa, y recuerda con gratitud a quienes la acompañaron en sus inicios, como Wilfredo Ferrán, quien la invitó a debutar en el teatro a los17 años: “Aprendí tanto con eso, porque era un elenco muy grande y había gente grande dentro del elenco. Y Wilfredo, fundamentalmente.”
El entorno familiar también ha sido un pilar en su vida. “Me contenían muchísimo”, dice sobre sus padres y hermanos, evocando la figura de su padre, Emilio Lago, a quien describe como un gran músico y sabio, y de su madre, quien se ocupaba de crear un hogar cálido y abierto a los amigos.
Esta tradición de hospitalidad y cercanía la ha continuado con sus propios hijos: “En general, los amigos de mis hijos vienen a casa y es su casa. Así que bueno, eso lo practico mucho”.
La pasión artística y la vocación son, para Lago, el verdadero motor de la existencia: “Una gran pasión por mi trabajo, por mi vocación, por mi placer, mi locura con lo que hago.”

Considera que la disciplina y el deseo de seguir aprendiendo son inseparables de la tarea artística: “Creo que tener pasión, que vos me decías hace un ratito antes de comenzar a ensayar el reportaje, que lo que te encanta primero: trabajar en grupo y además la pasión que tiene la tarea que vos trabajás”.
A lo largo de su carrera, Lago ha elegido interpretar a mujeres históricas de gran fortaleza, como Edith Piaf, Violeta Parra y Frida Kahlo.
“Me encantan, porque me enseñaron”, reconoce. De Piaf aprendió a no juzgar, de Kahlo, la capacidad de transformar el sufrimiento en arte, y de Parra, la entrega total a un sueño colectivo.
“La Piaf ha sufrido tanto, pobrecita, tanto… Era una artista excepcional y esa historia que tenía con el amor, ese amor a ese hombre tan increíble. Violeta hizo un circo, una carpa. Soñaba con eso, de que los artistas fueran a esa carpa, que todos se instalaran ahí, hacer lo que querían compartir. Y ahí se pegó un tiro Violeta, se mató en ese lugar donde algunos dicen que fue por ese amor. No sé por qué, pero había puesto tanto amor en esa carpa, soñando que todos los artistas iban a ir allí y no fueron todos los artistas”.
El equilibrio entre la vida familiar y profesional ha sido otro de los desafíos que ha sabido afrontar. “Yo también hago eso con los amigos de mis hijos”, comenta sobre la costumbre de abrir su casa, y relata cómo sus hijos crecieron entre ensayos y funciones: “Vivieron mucho el trabajo de Héctor y el trabajo mío, lo convivieron con mucha felicidad. Tenían siempre mi casa llena de gente porque hacíamos reuniones, nos divertimos, y ellos se divertían con nosotros. Y venían al teatro y, acostumbrados de pronto a dormirse en la platea. Compartieron mucho el teatro, mucho”.
El vínculo con su marido, Héctor, ha sido tanto personal como profesional. “Mucho hemos trabajado juntos. Ahora estamos haciendo Gracias María Elena, una obra que Héctor armó con textos de María Elena Walsh, quien yo tuve el placer, el honor, el agradecimiento de ser su amiga”, relata.

Sobre la convivencia laboral y doméstica, reconoce: “No es fácil trabajar con la pareja. Hay que aprender a hacerlo, porque eso es la convivencia también. Y agregar la convivencia de casa con la del teatro es una convivencia más grande. Pero yo creo en que hay que conversar las cosas, a veces nos enojamos, a veces… bueno, y a la mañana ni le saludo. Pero sí, sí, yo me enojo también y él también, pero como no me dura mucho el enojo y Héctor se ríe cuando me enojo”.
La actriz reflexiona sobre el paso del tiempo y la necesidad de reinventarse. “Yo voy aprendiendo siempre, sí. Reinventando. Sí, sí. Porque si vos creés que ya lo sabés todo, no sabés nada, retrocedés, porque es así. Tiene que aprender, uno siempre aprende con el otro, ¿no? Todos necesitamos de todos, todos necesitamos de todos. Una caricia que bien viene, algo que uno no sabe y decir: no lo sé. Y otro que se lo enseña. Así es la vida”.
Sobre los proyectos futuros, Lago mantiene la ilusión y la energía intactas. “Es un proyecto extraordinario, no lo quiero decir todavía”, adelanta sobre una próxima obra de comedia musical. A pesar de las dificultades del sector, como la escasez de producción local en televisión, sostiene su compromiso con el arte y la autogestión: “Como yo hago las cosas… si no me llaman, me llamo yo. Entonces, hago lo que me gusta hacer. A veces, me voy al teatro independiente, al teatro off, hago obras que me gustan allí, dirijo, yo soy directora hace muchos años, soy docente también”.
Para Virginia Lago, la edad no es un límite ni una preocupación. Su deseo de seguir trabajando y creando depende únicamente de las ganas y del impulso vital que la acompaña.
