BUSAN, Corea del Sur.- Xi Jinping salió de su reunión del jueves con Donald Trump proyectando la confianza de un líder poderoso capaz de torcerle el brazo a Washington. Y el resultado de las conversaciones permite pensar que así fue.
Haciendo valer el cuasi monopolio de China sobre las tierras raras y su poder de compra de la soja estadounidense, Xi obtuvo de Washington cruciales concesiones: una reducción de los aranceles, la suspensión de las tasas portuarias para los buques chinos y el aplazamiento de los controles a las exportaciones de Estados Unidos, que habrían impedido que más empresas chinas accedieran a la tecnología norteamericana. Ambas partes también acordaron prorrogar la tregua alcanzada a principios de año para limitar los aranceles mutuos.
“Lo que está claro es que cada vez China ejerce presión con más audacia y está dispuesta a embolsar todas las concesiones que pueda de Estados Unidos”, apunta Julian Gewirtz, alto funcionario de política hacia China de la Casa Blanca y el Departamento de Estado durante el gobierno de Biden.
Casi con tono de disertación, Xi Jinping le dijo a Trump que “las recientes idas y vueltas” de la guerra comercial deberían servirles de lección a ambos países, según el resumen del gobierno chino sobre las declaraciones de Xi en la reunión celebrada en Busan, Corea del Sur.
“Ambas partes deberían considerar el panorama general, y en vez de caer en un círculo vicioso de represalias mutuas, deberían centrarse en los beneficios a largo plazo que tiene la cooperación,”, aseguró Xi.
Con “idas y vueltas”, Xi probablemente se refería a los últimos meses —más bien casi un año—, de recíprocas represalias en forma de aranceles, sanciones y controles a las exportaciones. A principios de este mes, China escaló dramáticamente el conflicto, endureciendo su posición con el anuncio de nuevas y amplias restricciones a la venta de tierras raras, que son minerales críticos para la fabricación de casi toda la tecnología de avanzada: una interrupción de ese suministro podría paralizar un amplio sector de la industria norteamericana.
El mensaje de Xi pareció ser éste: Pekín ya demostró su capacidad de respuesta, y Washington haría bien en recordarlo.
“Tras el inicio de la guerra comercial y arancelaria de Trump, China fue el único país que le respondió con la misma moneda”, dice Zhu Feng, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Nanjing, y señala que la mayor victoria para China sería que Estados Unidos lo piense dos veces antes de imponer nuevas sanciones o restricciones.
“Si Trump hubiera obligado a China a implementar controles totales a las exportaciones de tierras raras, la situación habría sido perjudicial para ambas partes”, agrega Feng.
Al mismo tiempo, Xi también pareció entender lo que Trump necesitaba: un acuerdo que pudiera presentar como una victoria dentro de Estados Unidos. El resultado de la reunión le permitió a Trump anunciar un triunfo para las empresas y los agricultores norteamericanos, cuando en realidad en gran medida China había logrado restablecer el statu quo anterior, al aceptar comprar soja y no restringir aún más la exportación de tierras raras.
Trump abordó el Air Force One con el puño en alto y ya en el avión declaró que Xi Jinping había accedido a tomar más medidas para impedir que los precursores químicos utilizados para fabricar fentanilo llegaran a Estados Unidos. También dijo que China prometió comprar más soja norteamericana. “¡Nuestros agricultores van a ponerme muy contentos!”, publicó Trump más tarde en la red social Truth Social. “¡Y quiero agradecérselo al presidente Xi!”.
Tras la reunión de ambos líderes, el Ministerio de Comercio de China anunció la suspensión durante un año de las restricciones a la exportación de tierras raras anunciadas en octubre. (El ministerio no habló de los controles anteriores, anunciados en abril).
Por su parte, Trump anunció que reduciría a la mitad los aranceles del 20% que les había impuesto a los productos chinos para presionar a China a redoblar sus esfuerzos para frenar el tráfico de fentanilo. Segú indicó Trump, la reducción anunciada el jueves sitúa los aranceles totales a los productos chinos en torno al 47%, frente al 57% que pagaban previamente. El Ministerio de Comercio chino también informó que ambas partes acordaron prorrogar por un año la tregua para limitar los aranceles adicionales, que originalmente expiraba este 10 de noviembre.
Algunos expertos señalan que era inevitable que China corriera con ventaja en la disputa comercial, porque el objetivo del gobierno Trump nunca estuvo claro.
“Sin temor a equivocarme, podría describir ese abordaje como ‘táctica sin estrategia’,” apunta Jonathan Czin, investigador de la Brookings Institution y exanalista de política china de la CIA.
“El objetivo aparente era abordar algunos de los complejos temas comerciales que complican la relación desde hace mucho tiempo. Pero en cambio China orquestó con éxito un juego de ‘golpear al topo’ con el gobierno de Trump”, dice Czin.
Sin embargo, una posible concesión de Pekín es que el resumen oficial de la reunión no mencionó a Taiwán —la isla democrática que China reclama como propia— un tema que cuando se reúnen con sus homólogos norteamericanos los líderes chinos suelen sacar a relucir para presionar a Washington para que reduzca su apoyo a la isla.
Al menos temporalmente, los acuerdos alcanzados el jueves pueden implicar que vuelva la calma a la tensa relación entre Estados Unidos y China. Trump dijo que ambos líderes también hablaron de “trabajar juntos” para poner fin a la guerra en Ucrania, y anunció que en abril viajaría a China y que posteriormente Xi visitaría Estados Unidos.
Xi también apeló al aprecio de Trump por la buena relación personal que tienen haciendo referencia a la agenda política interna del mandatario norteamericano y afirmando que creía que el desarrollo de China “va de la mano” con la “visión del presidente Trump de ‘hacer grande de nuevo a Estados Unidos’”. Por su parte, Trump elogió a Xi como “el gran líder de un gran país” y como “un gran amigo”.
“Es un estilo de diplomacia personalizada que resulta atractivo para ambos líderes”, comenta Lizzi C. Lee, investigadora del Asia Society Policy Institute y especialista en economía china. “Por ahora, estos gestos de buena voluntad parecen marcar la pauta de un período de estabilidad controlada”.
Sin embargo, cualquier avance que se haya logrado el jueves fácilmente puede sufrir una contramarcha si cualquiera de las partes toma acciones que sean interpretadas como una violación al acuerdo. De hecho, el pacto alcanzado el mes pasado estuvo a punto de fracasar cuando Estados Unidos amplió la lista de empresas a las que se les prohíbe el acceso a la tecnología norteamericana, lo que habría afectado a muchas empresas chinas. Posteriormente, China anunció sus controles a la exportación de tierras raras, lo que llevó a Trump a amenazar con cancelar la reunión del jueves y elevar aún más los aranceles a los productos chinos.
Así que a falta de un acuerdo definitivo, nadie puede predecir cuánto durará esta nueva distensión de la guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo.
Traducción de Jaime Arrambide

