Zoe Gotusso: del sorpresivo comentario de Paul McCartney y el año y medio que estuvo sin tocar a sus “Pequeños conciertos”

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Por estos días, Zoe Gotusso se sube al escenario del Teatro Margarita Xirgu con la calidez de quien canta en el living de una casa amiga. Alejada de la lógica del show masivo, su residencia artística Pequeños conciertos propone una experiencia íntima y meticulosamente cuidada, donde la música se mezcla con la actuación, la poesía visual y una estética retro.

No hay pantallas gigantes ni grandes despliegues sino una escena casi de ensueño en un formato entre recital y puesta teatral donde el vínculo con el público se teje a golpe de sutilezas. Con seis de doce funciones todavía por delante y entradas casi agotadas, la artista cordobesa se anima a explorar nuevos lenguajes con una premisa clara: “eligiendo mucho” a la hora de hacer algo distinto.

“Me intimidaba hacer una cosa enorme y que pasara el día y se terminara. Le dije a Flor, mi manager, de hacer algo más cercano, chiquito, y encontramos esa manera: residencias. Siempre le hablé de que me gustan mucho los cantantes cuando hacen residencias en Las Vegas. No es común, pero siento que tengo algo, no sé si de Las Vegas, pero sí de ese trovador que va a tu mesa y te canta”, confiesa a LA NACION el día después de su cumpleaños número 28 la artista que teloneó a Coldplay en nueve estadios River en 2022 y a Paul McCartney en 2024.

Zoe Gotusso sigue firme en el Xirgu, todos los jueves

Así nació Pequeños conciertos: “Es espectacular que sea en San Telmo. Tiene otra mística, el teatro es hermoso”, señala la artista y profundiza en la estética de la puesta: “Yo estoy mirando looks más cercanos a los 60, 70. Hay algo de lo antiguo que me queda bien, que me gusta y con lo que me siento cómoda. Empiezo cantando casi sin micrófono, y está pensada la naturalidad; hay algo de la cercanía y lo artesanal. Me siento artesana”, añade.

En su propuesta, que incluye temas como “Cuarto creciente” o sus versiones de “Pensando en ti” o “Voy a olvidarme de mi”, Gotusso se aleja del formato tradicional de recital y se permite jugar con la performance y el lenguaje escénico, acompañada de coreografías con bailarines, visuales y montajes. “Siempre me sentí cerca de la actuación y del teatro. Me divierte. Me doy cuenta de que cuanto más me saco la guitarra de encima -porque a todo llegué con la guitarra en la mano y haciendo canciones-, cuando me la saco, elijo la voz o ser cantante, y empiezan a pasar otras cosas”, comparte. Y resume: “Me siento también mutante”. En el show, por momentos también se luce a capella, invita a cantar a quien quiera subirse al escenario o se baja ella para mezclar su voz con la del público.

–¿Qué te motivó a crear Pequeños conciertos como un formato híbrido entre recital y una experiencia más teatral?

–Quería algo distinto. Es la puesta más cuidada y el guión más pensado que he tenido hasta ahora. Siempre hice yo mi setlist, pero ahora con una directora de teatro cambia toda la historia. Quise trabajar con la gente del teatro, con Luciana Acuña en la dirección, Mariana Tirantte en la escenografía. Ellas piensan distinto en relación a los músicos.

En escena hay referencias estéticas de época, desde el calzado y estampados psicodélicos hasta escenografías e instancias que recuerdan a una Audrey Hepburn de película entonando “Moon River” en la ventana con su guitarra. “Me parece que responde a mi pulsión de los estilos que me gustan, hay un montón de referencias que elegí. Me gusta el pop, los colores, los lunares. Si ves el primer póster, desde el flyer con lunares en el fondo, veo el mismo círculo cuando empieza la función. Luciana me dice: “Todas tus referencias eran círculos. Por eso digo que es natural”, señala. Y agrega: “Ella interpretó algo muy bien: que las canciones son un amor. Mi aproach es muy particular, ponele que amoroso. Y ella creó como imágenes. En este show yo tuve que aprender a no hacer cosas a veces, como cuando hay una escenografía con un círculo rojo que parece fuego detrás, solo quedarme quieta”.

Entre River y el Xirgu

Tras sus últimas presentaciones en el Gran Rex años atrás y una gira internacional, Gotusso teloneó en 2024 a Paul McCartney en Córdoba y previamente a Coldplay en River. Después de un parón posterior para reflexionar y tomar impulso, hoy opina: “Es terrible hacer un Gran Rex, se te va, casi no lo podés disfrutar, pero acá son doce funciones. Siento que tengo la llave del Xirgu y que hay algo de hacer tantas funciones que es como una escuela”.

–¿Cómo cambia el encuentro con el público de una escala a otra?

–Hay muchas diferencias. Tocar en River o en Córdoba para Paul McCartney frente a miles de personas fue una cosa totalmente distinta. De hecho, nunca lo hubiese podido hacer a esa altura de mi carrera, si es que un día hubiese podido hacerlo. Fueron oportunidades que yo no me veía venir. Es un gran orgullo donde me pusieron, pero esto es completamente distinto y me gusta más lo que estoy haciendo ahora. Siento que aunque sean 50.000 personas o 400, la potencia puede ser la misma, pero en un teatro genero más intimidad, aunque las luces me apuntan y no los veo. En River me apoyaba en las primeras caras. Siempre miro, es como un sostén para mí, pero en el Xirgu la intimidad se genera desde otro lugar.

Sobre el encuentro con McCartney, Zoe recuerda. “Cuando termina su show, es como que te sacan, te confiscan y te dicen: ‘¿Quieren conocer a Paul?’”. En su caso, la leyenda de los Beatles apareció en chanclas, con “un tecito en la mano y un sweater de cashmere”, y preguntó cómo había salido todo. La artista le contó entonces que había tenido un desperfecto técnico que la obligó a tocar sola a partir del segundo tema. “Me miró y me dijo: ‘I’ve been there. Rock and roll’. Fue un amor, pero a mí esas situaciones me generan timidez, siento que molesto, entonces trato de que dure poco”, reconoce.

La artista cordobesa de 28 años anunció nuevas funciones de su residencia artística Pequeños conciertos, en el Teatro Margarita Xirgu

A lo largo de estos años, Zoe ha contado con el apoyo de referentes como Juan Campodónico, quien produjo su primer álbum solista, Mi primer día triste (2020); los consejos de Gustavo Santaolalla y el oído de Cachorro López en la producción, junto a Diego Mema, de su segundo disco, Cursi (2024). “Siento que me vienen poniendo una bandera como de: ‘bueno, ella va, como que promete esto’, y en un punto me da miedo: no sé qué prometo, pero también me genera confianza”, explica.

Con Cachorro se dio una química inesperada. “Damián Amato [Sony] me lo quiso presentar y estuve un año diciéndole que no sabía si era por ahí. Hasta que un día me animé: ‘haceme la cita a ciegas’”. Aunque López le advirtió que ya no producía discos enteros, Zoe insistió en mostrarle sus canciones, primero en la computadora y luego con su guitarra. El entusiasmo fue mutuo: “Al tema 14 me dice: ‘¿cuántos son?’ Le dije que tenía como 30 o 40. Me dijo: ‘cortemos acá y hagamos un disco’”. La conexión fue tan intensa que Zoe bromea con que hasta lo volvió a hacer fumar. “Cachorro es muy talentoso. No solo por la música, sino porque simplifica, va al hueso”, explica. Su relación creativa se transformó en un encantamiento afectivo y profesional: “Nos crusheamos, como que nos encantamos. Me pasa con la gente con la que hago proyectos. Te entregás”. Así también se relaciona con Mariano y Luciana, parte de su círculo artístico actual.

En la residencia, Zoe encontró una nueva forma de trabajar: “Ahora estoy trabajando con todas chicas, algo nuevo para mí, y está Mariano, que es un capo, un amor; pero mi manager, la productora, la directora creativa… Son como cinco gorriones, como haditas. Algo medio maternal entre mujeres que me están haciendo muy bien”.

La impronta de Mariano Otero, músico de jazz que mutó hacia el pop, en la producción musical, también resulta clave para ella en el resultado. “Me hace muy bien que él esté, me gusta la música tocada. Lo fui a buscar para este show, que es en un teatro; volvemos a los 60, estamos en San Telmo, tenemos que tocar todo. Sentí que Mariano era ideal para eso y no tuve que explicar nada. Fue una persona en la que confié y confío. Lo quiero mucho”, dice.

El primer paso de Zoe Gotusso fue con Salvapantallas, el dúo que formó con su amigo Santi Celli

Una carrera hilada con amor

–¿Cómo resumirías tu recorrido hasta ahora?

–El primer momento sería con Salvapantallas [el dúo que formó junto a Santiago Celli en 2016, y cuyo álbum, SMS, de 2018, fue nominado a los Premios Gardel]. Fue el proyecto en el que un amigo confió en mí y en mis canciones. Tocamos en bares y nos mudamos a Buenos Aires. Aprender a versionar temas que no eran míos y encontrarme como intérprete también fue gracias a Salvapantallas. El segundo momento fue bancarme querer ser solista. Tenía miedo de que no me salga de nuevo la moneda del lado que yo quería. Y salió. Y este es el tercero: este show performático. Me va dejando madurar, me romantiza la idea. Creo que sigue siendo este camino solista pero todas las decisiones que estoy tomando, después de haber dejado de tocar hace un año y medio, de los últimos shows en el Rex hace tres años y de enfrentarme al éxito a los 24 años, ésta es como mi vuelta para mí. He estado en festivales y cantado con grandes amigos, pero para mí Pequeños Conciertos era una manera de volver.

Zoe está acompañada en esta etapa por una banda integrada por Martín Allende (guitarra), Amparo Basualdo (teclados), Rocío Ali (bajo) y Meien Williams (batería), con invitados especiales como Julián Kartún, Louta y Emmanuel. Tras sus Pequeños conciertos en el Xirgu, que continuarán los días 29 de mayo y 1, 4, 6, 7 y 8 de junio [con entradas disponibles a través de Fever], se prepara para grabar un nuevo disco en Los Ángeles, esta vez producido por su pareja, María Wolff. “Vamos a producir un disco nosotras. Es espectacular, ella es una gran música”, cuenta. Además, planea salir de gira: “Me encapriché con la idea de hacer más Pequeños conciertos en otros lugares. Quizás nos subimos todos a un micro y salimos a tocar”.

Zoe cuenta que no se considera una hitmaker ni persigue fórmulas para lograrlo. En cambio, sueña con que sus canciones, con el tiempo, se conviertan en clásicos. Cree que para alcanzar ese lugar hay que hilar fino, dedicarle trabajo y profundidad a cada tema. Por eso, su búsqueda no está en la “dopamina inmediata que puede generar un hit, sino en una calma distinta”.

–Si tuvieras que definir tu voz con una textura, un estampado…

–Qué difícil. Creo que medio como un pajarito. Como cuando canta un niño, que tiene la voz tan pura que es hermosa. No digo que la mía sea así, pero siempre me gustó ese tipo de canto. No sé qué color ponerle, ¿vos qué le dirías? Siento que estoy más cerca del canto de un niño o de un ave que de una voz rockera. Mi voz me dio un montón de cosas. Nunca pensé que me iba a dar tanto. Y encima no la elegí: me tocó.

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